Agrupación de Cofradías de Antequera

Plantilla creada por Conexanet

(1997) D. Agustín Puche Pérez - El Pregón

PREGÓN

DEDICATORIA

 

Antes de que mis palabras se pierdan en el aire, permitidme que este pregón se lo dediquemos a unos hermanos que hace años que están esperando el tributo emocionado de nuestra dedicatoria.

 

A ti, que con sacrificio pagas tus cuotas y haces calladas aportaciones sin esperar ver tu nombre grabado en ningún varal.

 

A ti, que aportas, en callado silencio, el iluminado esfuerzo de tu vida joven.

 

A ti "hermanaco", que diste tiempo a que los soles de muchas Semanas Santas, maltratasen tu túnica para poderla distinguir de la túnica nueva de tu hijo.

 

A ti cofrade, que te fuiste hacia arriba, entre un cortejo de nazarenos, antes de poder terminar tu estación penitencial.

 

A ti mujer, que eres en el hogar y en la cofradía tesorera del amor cofrade.

 

A todos vosotros, cofrades de Antequera y amigos de las cofradías, va dedicado este Pregón, que quisiera que fuera enteramente vuestro.

 

Porque vuestro tiene que ser por derecho propio, ya que vuestra y de Antequera, es la Semana Santa que intento pregonar.

Dignísimas autoridades.

Sr. Presidente y compañeros de la Agrupación de Cofradías.

Hermanos Cofrades

Señoras y señores.

 

EL PREGÓN ES CRUZ

 

No sé si os habéis dado cuenta de que me habéis convertido en el primer penitente de esta Semana Santa, el penitente que siete días antes de la fecha, sale sólo, con la Cruz de su pregón a cuestas, por las calles de Antequera.

El Pregón es Cruz, y yo diría más, es Cruz de Guía, porque igual que la Cruz avanza lentamente, enmarcada con dos artísticos faroles y va abriendo paso ante la multitud ingente y apiñada, el Pregón es la Cruz de Guía con que descorremos el velo, tras el cual se ocultan los magníficos desfiles procesionales, y porque abre la marcha en el sentimiento de piedad y religiosidad que informa nuestra vida.

 

Por eso yo también confío abrirme paso en vuestros corazones, con mi difícil cometido y misión, porque traigo sobre mis hombros la más pesada Cruz de la Semana Santa.

 

Esta Cruz está todo el año colgada en espera de que llegue la persona que venciéndose a sí misma y dejando a un lado alegrías y comodidades, quiera cargarla sobre sus hombros. El que la lleva y se abraza a esta Cruz, es el pregonero; pero ha de hacerlo con fe, con cariño y con alegría. Y ésta es la única justificación que tiene mi presencia en este acto; el amor a la Semana Santa de Antequera; éste el que justifica que a un lugar de tanto prestigio, donde siempre una ilustre personalidad de la Literatura, de la Ciencia, de la Oratoria o del Periodismo pusieron bien alto el nombre de Antequera y de su Semana Santa, se presente este año un hombre oscuro, sin brillo, sin historia; ésta es la causa por la que a ésta tribuna de oradores, suba este año quien se tiene que amparar en vuestra benevolencia, para que consintais que mis palabras aparezcan  torpes y balbucientes al estar veladas por la emoción.

 

Toda vez por esto, pienso, que la Agrupación de Cofradías extremó al proponerme, su fe en el hombre, pensando quizás que hablaría más el corazón que la ciencia, quizás porque el corazón habla al corazón; la lengua  habla a los oídos".

 

Por todas estas razones, comprenderán ustedes,

¡Me lo han puesto difícil!

¡Más que difícil, imposible!

Pregonar, he aquí mi misión. Y pregonar no un acto o acontecimiento cualquiera; sino el acontecimiento más bello de los que celebra Antequera, el que llena de esplendor, una vez al año, la mejor efeméride de esta hermosa Ciudad.

Un pregón quiere decir proclamación popular de un hecho. Y yo, desde el primer momento, me propongo hablar sencillamente, sin más instrumento que la interpretación emotiva de los hechos, al corazón del pueblo. Y aún debo decir más, al pueblo de Antequera.

 

Por otra parte no quiero que mi pregón vaya dirigido sólo a ustedes, queridos cofrades y amigos que me escucháis; a vosotros no hay que pregonaros, ustedes sois los auténticos pregoneros de nuestra Semana Santa, con vuestra fe, con vuestra esperanza y con vuestro amor, porque todo el año estáis dando testimonio con vuestra vida y con vuestro continuo trabajo en las Cofradías, y más en los últimos meses, que la pregonáis día a día, en que se os ve afanados al máximo para mejorar, si ello es posible, el desfile procesional de vuestras Cofradías para mejor honra y honor de vuestros Sagrados Titulares y para engrandecer la Semana más grande y más multitudinaria que celebra nuestra Ciudad.

 

Quiero que mi Pregón llegue más allá de nuestras fronteras, a ese antequerano ausente y a sus familias, a los que las necesidades, o el buscar trabajo, o los reveses del destino, pusieron muy lejos de Antequera, y que este año tampoco van a poder venir a ver su Semana Santa. Sé, antequeranos que estáis lejos, que os tiembla el pensamiento en el recuerdo y vuestra alma se entristece. ¡No sufráis!. Que cuando salga vuestra Cofradía o queráis ver a vuestra Virgen o a vuestro Cristo en la calle, en la esquina o en el barrio que os gusta, estáis allí. Tened la seguridad de que estáis allí, con la enorme claridad sensorial que da el recuerdo a lo que de verdad quiere nuestra alma. ¡No!. No sufráis, que Antequera está con vosotros.

 

Quiero que mi pregón llegue más allá de nuestras fronteras para que todo aquel que no conozca Antequera, aproveche el encanto de estos días primaverales para visitarnos y pueda recrearse en las bellezas de nuestra Ciudad y en la devoción y magnificencia de nuestra Semana Santa.

 

Venid, vosotros, los que deseéis conocer a una milenaria e histórica Ciudad, llena de encanto, en la que por sus venas corre sangre prehistórica, romana, musulmana y cristiana, pues siempre ha sido encrucijada de caminos, centro geográfico de Andalucía, por eso tiene influencias de Granada, Sevilla, Córdoba y Málaga que las circundan, pero con una personalidad y un señorío propio e innato, que la hacen distinta y única. Se encuentra recostada a los pies de su maravilloso TORCAL, que le sirve de cabecera, y sus pies se abrigan con la tupida y verdosa alfombra de su fértil vega, llano inmenso de regadíos, secanos y olivares, cuya monotonía sólo rompe el islote de la Peña de los Enamorados, escenario de una de las más interesantes leyendas de amor que nos legó la historia.

 

Venid, vosotros, los que deseéis conocer los monumentos megalíticos más importantes de Europa, admirando sus dólmenes de MENGA, VIERA y EL ROMERAL.

 

Venid, vosotros, los que queráis disfrutar de Antequera, una ciudad que tuvo su mayor esplendor entre los siglos XVII y XVIII, legándonos esa riqueza monumental en sus muchas Iglesias y conventos, en sus torres y campanarios, en sus palacios y casas solariegas, donde el barroco y el mudéjar conviven en una bella sinfonía de arte.

 

Venid, vosotros, lo que deseéis beber en la fuente de su arte religioso, de su imaginería y orfebrería; porque Antequera ha dado y cobijado a magníficos imagineros que nos han dejado extraordinarias obras de arte, muchas de las cuales se procesionan en nuestra Semana Santa. En Antequera se crea en el siglo XVIII el Colegio de Artífices Plateros, cuyas inapreciables obras se encuentran en nuestras Iglesias, Conventos y Cofradías.

 

Venid, los que dentro de este maravilloso marco, del que sólo os he dado unas pequeñas pinceladas, queráis además gozar en sus calles las vivas y estremecedoras escenas de la Pasión de Cristo y del dolor de su MADRE, en sus desfiles procesionales.

 

Venid, sí, pero con los ojos bien abiertos y el corazón predispuesto a recibir toda clase de emociones. Para conseguirlo sólo tendréis que mezclaros con su pueblo, visitar sus Iglesias y conventos, recorrer sus calles y sus plazas, correr con ellos en sus "vegas”, embriagaros con el perfume del azahar y el incienso; arroparos en la noche con la mantilla de estrellas, y no tendréis que preocuparos de nada más.

 

¡Que tengáis suerte!

El resto...

os lo regalará Antequera.

 

LAS COFRADIAS DE PENITENCIA

 

¿Qué son y para qué nacieron las Cofradías de Pasión?

 

La naturaleza canónica de las Cofradías no ofrece duda; son asociaciones religiosas dedicadas al culto de la pasión y muerte de Nuestro Señor, que en un principio nacieron como Hermandades gremiales.

 

 

En cuanto a su nacimiento y origen existen variadas opiniones, si bien todas coinciden, más o menos, en lo fundamental.

 

"Entrados en el siglo XVI y debido a la agitación religiosa en que empezaba a debatirse Europa, con la doctrina ineoclasta de la Reforma, que niega el uso de los sacramentos, vilipendia al Papa, y se burla de la liturgia de la Iglesia, es en estos momentos cuando nuestros antepasados, hombres modestos, cuyos nombres, en su mayoría, nos son hoy desconocidos por extravío de documentos, pero imbuidos en la Fe de Cristo, se juntan en santa hermandad para fundar estas Cofradías de Penitencia en las que se instituye y nos mandan ¡para siempre jamás!, que consagremos las funciones religiosas más solemnes, y organicemos las procesiones públicas más fervorosas que podamos, en gloria y alabanza del Hijo de Dios y su Santísima Madre, la oración colectiva en Hermandad, pública penitencia y el culto público de las Sagradas Imágenes, como mejor repuesta que se le podía dar a estos Reformistas que se atrevían a prohibir el culto a las Sagradas Imágenes y hasta negar la maternidad de la Santísima Virgen”.

 

Con este espíritu y ambiente se marca el nacimiento de estas Cofradías, de las que nosotros somos hoy sus sucesores y herederos, y justo es, cuando recordamos nuestro pasado, recordar a las Ordenes Religiosas, que alentaron e impulsaron la fundación de Cofradías en Antequera; a la Orden Franciscana, en aquellos tiempos, una de las más fecundas instituciones del catolicismo, alentando la fundación de la Cofradía de la Santa Vera Cruz en la Iglesia de San Zoilo, y después la de la Cofradía del Socorro en la Iglesia de Santa María de Jesús, y ese cordón blanco o cíngulo que ceñimos los nazarenos, está acreditando la ascendencia de nuestras cofradías y nuestra adscripción a la Orden Tercera.

 

A la Orden Dominicana en la constitución de la Cofradía del Dulcenombre de Jesús y Ntra. Sra. de la Paz, en su basílica de Santo Domingo.

 

A la Orden de Carmelitas Descalzos fundando en la Iglesia de Belén a la Cofradía de Servitas de María Stma. de los Dolores.

 

A la Orden de Carmelitas Calzados instituyendo la Cofradía de la Quinta Angustia, Santo Entierro de Cristo y Ntra. Sra. de la Soledad en su Iglesia del Carmen.

 

A la Orden Trinitaria ayudando a la fundación de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Rescatado, en su Iglesia de la Trinidad.

 

“Para plasmar el concepto procesional de la Semana Santa, para representar en plena calle el drama de la Pasión, hacía falta una creación artística. Y ese arte nacido, fue la imaginería. Cierto que la primera escuela tuvo su sede en Castilla, pero lo clásico no había sido aún plenamente vencido. Era necesario que a ese arte nuevo infundiera Andalucía toda su obsesionante pasión dramática para que se consagrase como producción decididamente barroca.

 

Todavía el realismo impuso una mayor exigencia. Se revelaba contra las siluetas inmóviles, por airosos que fueran los pliegues de los ropajes estofados de las imágenes. Se requería que el vestido fuera real, que el aire lo moviera, que la luz arrancara reflejos a sus bordados de oro y seda; así junto a la imaginería nació, otro arte; el bordado, confeccionando vestidos y mantos de gran riqueza, de magnificencia deslumbradora, porque el pueblo quería ver a las imágenes con ropajes bordados de seda y oro.

 

Este afán de vestir a las imágenes obligó a los imagineros a una modalidad técnica, más difícil, si cabe, que la talla directa de la madera. Es decir, a lo que en el argot escultórico se ha llamado el candelero, esto es, a un simple grupo de tablas que dan esquema general de la efigie, cuyas líneas ha de expresar definitivamente el vestido. El artista tenía que adivinar la silueta y el porte completo de la imagen, de la que sólo esculpía la cabeza, las manos y los pies”.

Así y en el transcurso del tiempo ha ido enriqueciéndose el arte de la imaginería, el vestuario de las imágenes, la belleza de los tronos, especialmente en los “pasos” de las Vírgenes, donde el pueblo andaluz siempre se ha volcado para alegrar a la Madre Dolorosa, ejecutados con las justas medidas, con las proporciones exactas en sus ricas peanas, en su alumbrado y flores, con armónica profusión de orfebrería y bordado, para formar ese madrigal amoroso que los artistas y cofrades sueñan y realizan para lenitivo del dolor de la Señora en su desfile procesional.

 

LA SEMANA SANTA

 

La Semana Santa es un acontecimiento lleno de luz, que todos conocéis e interpretáis fielmente sin necesidad de que nadie os lo explique, porque vosotros no sois meros espectadores de este suceso que se repite anualmente. Sois actores y lo realizáis con el poder que os da el ser mandatarios de una tradición. La Semana Santa de Antequera es como es, por razones muy hondas y no como nadie quiera que sea. Tenemos unas costumbres y tradiciones que nos son muy queridas y que hemos de luchar por conservarlas y no caer en la tentación de imitaciones absurdas de otras ciudades por mucha fama y prestigio que tengan o quieran atribuirles, porque lo nuestro tiene raíces de siglos, tiene razón de ser, tiene "caché" y estilo propio, que nosotros a veces, por estar imbuidos en el ambiente, no sabemos apreciar pero que admiran y asombran a los que nos visitan, y por primera vez contemplan la riqueza y el estilo de nuestras procesiones.

 

Antequera es distinta en la ornamentación de los “pasos” de sus Vírgenes. Sólo van adornadas con bellísimas flores y los candelabros con luz de acetileno o eléctrica. La imagen no lleva cera que la tape hasta la cara; va despejada sobre rica peana, luciendo todo su cuerpo para que pueda apreciarse su vestido o saya bordado en oro o plata, las finas holandas de sus tocas y pecherines cuajados de alhajas y su largo manto bordado en oro, que antiguamente y como costumbre típica, llevaba cogido un pellizco a la altura de la cintura.

 

Sin embargo no debemos anclarnos en el pasado, hay que realizar mejoras y cambiar aquello que redunde en beneficio de nuestros desfiles procesionales, pero conservando siempre lo esencial y lo nuestro.

 

 

LOS DESFILES PROCESIONALES

 

Y tras la Cruz sigue el desfile procesional; va a dar comienzo la representación pública más fervorosa y más artística de la Pasión de Nuestro Señor y al mismo tiempo la catequesis más fecunda del dogma de la Redención; ya va a empezar a discurrir por las calles de nuestra Ciudad un río impetuoso de las más complejas emociones.

 

Yo debería renunciar a describiros el paso de nuestras procesiones y a hablaros de los sentimientos que suscita en los antequeranos, porque ello constituye algo espiritual, tan intenso y tan vario, que sería inútil pretender enmarcarlo en los moldes de unas palabras aunque estuvieran pronunciadas por el más elocuente orador o por el alma iluminada de un poeta; sólo podría deciros que esa variedad de emociones que todos sentimos cuando presenciamos en su estación de penitencia a una cofradía y que percibimos a nuestro derredor, traen a nuestro espíritu íntimos recuerdos familiares y de tradiciones que nos son tan queridos.

 

Callejear es lo que procede desde el principio al fin de la Semana Santa; subir y bajar para visitar los pasos en sus templos antes de su salida, porque allí podemos apreciar con toda clase de detalle las mejoras realizadas, la colocación y clase de flores que lleva, la colocación de la toca y del pecherín, la caída del manto, los nuevos candelabros etc., etc., porque una cosa es verlos de cerca en sus templos y otra muy distinta es verlos en la calle, donde sólo se aprecia el conjunto.

 

Allí contemplamos el afán de los "hermanacos" amarrando primorosamente sus almohadillas, que mitigan el peso que han de soportar sus hombros durante tantas horas, y les vemos seleccionando su horquilla que le servirá de báculo y sostén en su largo recorrido.

 

Allí se empieza a sufrir, si la meteorología no está muy clara, y a rezar para que todo pueda salir como se ha proyectado y para lo que se ha trabajado durante todo un año.

 

Callejear y aguardar a que pase el desfile de la "armadilla"; aguardar a que salgan los pasos del templo a la rutilante tarde primaveral; dejarse ganar a su vista por el arrobamiento y luego adelantarse y esperar para volverlos a ver en los lugares en que más lucen; subir jadeantes en sus "vegas"; y por fin repuestos del esfuerzo de la subida, verlos entrar en sus templos.

 

Desde el Domingo de Ramos hasta el Viernes Santo, las calles de Antequera, serán una larga teoría de desfiles procesionales, que, si en lo externo llevan el signo del arte y de la riqueza, entrañan, sin discusión posible, una firme a la par que delicada expresión de fe y de penitencia.

 

Pero la Semana Santa no es sólo la contemplación de los desfiles procesionales. La Semana Santa hay que sentirla de verdad y para ello hay que haberla mamado y haberse criado en ella misma. Es necesario haber sentido y sufrido el quejido de un palio en la ojiva, o en el insignificante pero tierno roce de un candelabro en la cal de la esquina.

 

Y no basta, no, con mirar. Hay que "meterse dentro". No basta con ver de lejos el "paso" de un Cristo Crucificado. No. Hay que llegar hasta las andas, meter el hombro, notar en tu rostro la sangre de Cristo, sentir el chorro fresco sobre la seca y árida garganta del "hermanaco", como un símbolo de la sed del Maestro.

 

Y hay que oler de cerca el Paso de Palio de la Virgen, y tocarlo, montarlo y llorar con MARÍA, y llevar un cirio o la Cruz de Guía toda una tarde y noche, y bautizarte ante tu Virgen y casarte ante tu Cristo, y contarle diariamente tus penas y tus alegrías. Esa es la clave del auténtico cofrade.

DOMINGO DE RAMOS.

 

Y ya unidos entrañablemente vamos a comenzar el recorrido de nuestro sentimental itinerario, adentrándonos en la mañana del Domingo de Ramos, donde en la Santa Misa, mezclado con los hosannas y aleluyas, se nos da el primer aldabonazo al escuchar la Pasión de San Marcos. Salimos predispuestos y nos dirigimos a la Iglesia de San Agustín, donde encontraremos una multitud de personas admirando los "pasos". Muchos niños acompañados de sus padres. Más de una vez se oye decir: "El año que viene ya lo podemos vestir de hebreo o de campanillero”, dice la madre. El padre lo mira y sonríe. Sí, ya lo podemos vestir.

 

El año que viene llega, y la túnica la hace la madre, con la misma ilusión, que más tarde, perfilará el traje de primera comunión, y allí los podéis ver llevados muchas veces en brazos hasta la Iglesia, el día de la salida de la Pollinica, entre muchos hebreítos, mezclados con los hermanacos, tambaleándose y tiesos de la mano del padre. Así empieza la hermandad entre ellos y entre los padres, que ya amigos marchan agrupados al lado de sus niños. Y... al salir, al niño le dicen: "Fíjate en el Señor de la borriquilla y en la Virgen", y el crío queda suspenso, comenzando a abrir los ojos a la Semana Santa. Así empiezan a engendrarse los cofrades del mañana.

 

Por la tarde, de lejos, mecidos por la brisa, llegarán a nosotros los primeros acordes de las cornetas y el primer redoblar de los tambores, como nuncio de esa Epifanía Dolorosa que es en sí la Semana Santa en Antequera.

 

El público abarrota los contornos de San Agustín y en la calle hay un revoloteo de pequeños rebatiendo palmas rubias y ramos verdes, dispuestos a acompañar a Jesús en su recorrido triunfal por las calles de Antequera.

 

¡Hosanna, Hosanna,

al Hijo de David !

que sobre la borriquilla

sale de San Agustín,

bendiciendo a los chavales

que de hebreos y penitentes,

esperan ya impacientes

el poder acompañarle.

 

Revuelo, infantil, revuelo

donde se agitan las palmas

como suspiros del alma

como banderas al cielo.

 

Dejadles ir y venir

el orden lo ponen ellos,

que vayan como quieran ir,

¡Son capullos de nazarenos!

¡Dejad que acerquen a MÍ!

 

Tras la nota alegre y victoriosa de la Pollinica, comienzan a asomar los nubarrones que presagian la tormenta de la Pasión. Vemos orar a Jesús en la espesura de los olivos, mientras el sudor le corre por la cabeza y el cuello. El "paso" nos lo trae genuflexo, con la divinidad escondida, poseído de temblor humano y de tristeza, mientras rehusa con desmayo el cáliz que ha de beber, mientras sus labios pronuncian la soberana oración, la más hermosa que han escuchado los siglos, la que nos revela las dos naturalezas y las dos voluntades de Dios.

 

Ya pasaron los hosannas

y en el huerto estás orando,

lo que te espera, te espanta

y hasta sangre estás sudando.

 

Aterrado al PADRE oras

pidiendo ayuda y consuelo,

pero su voluntad cumplirás

en la tierra y en el cielo.

 

Por ello TÚ has de beber

ese cáliz tan amargo,

por tanto al hombre querer

empeñarte en salvarlo.

 

Detrás, hermosa y radiante, camina la Virgen de la Consolación y Esperanza, a cuyo corazón, en esta tarde, empiezan a llegar los primeros dardos de la Pasión de su Hijo, al verle ya sufrir en el Huerto de los Olivos. A este corazón dolorido sólo le conforta ya, la esperanza de su resurrección, por eso su cara lleva una mezcla de resignación y alegría.

 

Es una delicia verla caminar a hombros de sus hermanacos, sobre todo a su regreso de noche por calle Estepa, unos metros antes de su llegada a su templo. Fijáos, es impresionante el decorado que se nos presenta; el castillo y el reloj de "Papabellotas" iluminados, sirviéndole como retablo de altar y las bellísimas torres de San Agustín y San Sebastián, perfectamente iluminadas, parecen dos cirios pascuales encendidos, dando luz y brillo a esta Estrella bendita, que nos guía todo el año desde San Agustín.

 

La gente se arremolina

y hacia la calle se lanza

para ver doblar la esquina

a su CONSOLACIÓN Y ESPERANZA.

 

CONSUELO que el pueblo espera

verde, ESPERANZA, tu manto

y no vemos la manera

de enjugar tu dulce llanto.

 

Bonita vas ¡Madre mía!

como una blanca paloma,

por tus varales asoma

la pena en ramos de oliva.

 

Todo de TI lo esperamos,

Todo de TI se alcanza,

TÚ eres para nosotros

CONSOLACIÓN Y ESPERANZA.

 

LUNES SANTO.

 

Cofradía de los Estudiantes, día de la juventud, día en que un puñado de jóvenes estudiantes, hace ya treintitantos años, recogieron con cariño los enseres procedentes de las antiguas cofradías de la Santa Vera Cruz y de los Flagelantes de la Preciosísima Sangre de Nuestro Redentor Jesucristo, que llevaban muchos años extinguidas, y llenos de fe y de amor cofrade, supieron encontrar entre los recovecos del viejo templo de San Zoilo, sus raíces cofradieras al pie de la Cruz. A ELLA se agarraron y sus adolescentes hombros cargaron tan maravillosamente con su Cruz, que hoy día, son un ejemplo vivo en el mundo cofradiero antequerano, porque cada día están dando vivas muestras de que son una juventud responsable.

 

Llegada la tarde, nos congregaremos todos en el Coso de San Francisco y en la Plazuela de San Zoilo para admirar la salida de esos tres impresionantes "pasos":

 

NUESTRO PADRE JESUS NAZARENO DE LA SANGRE, antigua y conmovedora talla de nazareno, al parecer obra de Diego de Vega, en cuya cara no hay agonía, ni espanto en sus ojos, ni abatimiento en los miembros, ni exaltación de la angustia en la actitud caminante. Todo es quietud y paz cristalina en la dulzura del rostro. Anda, sin andar, como afianzándose en cada paso, para ganar el otro, porque sobre todos los valores de su plasticidad cunde la idea de que con obediencia y silencio acepta el sacrificio.

 

Bajo antiguo palio vas

PADRE JESUS DE LA SANGRE,

con la Cruz hacia detrás

y el paso hacia adelante.

 

Nazareno hacia el Calvario

cual manso cordero vas

en busca del sacrificio

por nuestra culpa y maldad.

 

Si no fuera por tu amor

merecíamos condenarnos,

¡Misericordia Señor!,

¡SANGRE DE CRISTO, sálvanos!.

 

No repuesto aún de la emoción recibida, tras una ordenada fila de penitentes, de negro y blanco, aparece, esa bella y conmovedora estampa, que es el CRISTO VERDE, esa gran obra de Jerónimo Quijano, que aunque de un tamaño menor que el normal, refleja en toda su realidad, la espantosa y a su vez serena muerte de Cristo. Su contemplación impacta y sobrecoge.

 

Señor, que pena me das

 

todos los Lunes Santos,

cuando te veo caminar

a hombros de tus hermanos.

 

Porque da pena de verte

en la Cruz crucificado

con el verdor de la muerte

en tu cuerpo reflejado.

Cuatro hachones iluminan

tu cuerpo en la Cruz inerte

cuatro hachones te alumbran

¡SANTISIMO CRISTO VERDE!.

 

Cuatro hachones encendidos

te acompañan solamente,

pero la luna se para

al verte en la Cruz pendiente,

y un rayo de su luz clara

besa tu Divina frente.

 

Cierra el desfile procesional de esta Cofradía, la bellísima imagen de NUESTRA SEÑORA DE LA VERA CRUZ, obra del siglo XVIII, de Jerónimo Brenes, con su mirada baja, en actitud dolorosa y desbordada por el dolor, que bajo su armónico y bello palio y con su manto negro bordado, llevan sus devotos cofrades, con un orden y seriedad impresionantes; con un movimiento rítmico al caminar, que al observarlo, por un momento, olvida uno su dolor, esa pena que va sufriendo tras su Cruz, que no es otra que la pasión del Hijo que lleva delante. En sus manos un fino pañuelo que le ha colocado su camarera para que vaya enjugando ese río de lágrimas que resbalan por sus mejillas.

 

No sufras más ¡Madre mía!

viendo a tu HIJO en la Cruz,

que cuando ÉL se moría,

allí, al pié, estabas TÚ,

recibiendo con sorpresa

el encargo que te daba,

de que fueras Madre nuestra

y nunca nos abandonaras.

 

Por eso TÚ nos acoges

bajo tu bordado manto,

derramando tus favores

entre lágrimas y llanto.

 

Al verte pasar apenada

te queremos consolar

pero es tan grande tu pena

que no dejas de llorar.

 

Ya has llorado bastante,

brille en tus ojos la luz,

¡REINA DE LOS ESTUDIANTES!

¡VIRGEN DE LA VERA CRUZ!

 

MARTES SANTO.

 

La fe de Antequera, está antes que nada en los corazones sinceros, donde arde la antorcha que dejaron, desafiantes, muchos siglos y generaciones.

 

La fe es sencilla y no precisa de petulancias exteriorizantes; pero si queréis, venid conmigo el Martes Santo, a las proximidades de la Trinidad, y veréis a miles de antequeranos, con sus cirios encendidos, alumbrando la expresiva humildad del Cristo del Rescate, y afirmaréis "eso es fe".

 

Es difícil permanecer insensible ante este espectáculo; filas interminables de auténticos devotos, a cara descubierta, acompañando en silencio a su Cristo Rescatado; unos en acción de gracias; otros en cumplimiento de promesas; otros en plena oración pidiéndole el favor que necesitan. La oración antes que nada es profesión de fe, pues quien no cree no reza.

 

Por eso la noche del Martes Santo es una noche especial en nuestra Semana Santa. Ver el desfile procesional de ésta Cofradía, sobrecoge, porque la devoción se palpa en las aceras, en la calle, en los balcones y en todos los sitios por los que pasa ese Cristo Cautivo, en actitud expectante del veredicto de Pilatos.

 

En esta noche es cuando mejor se aprecia la otra Semana Santa que existe; la Semana Santa de los enfermos, los que postrados en la cama no pueden participar en la fiesta. Al interior de sus cuartos llega el eco de las trompetas y tambores, y ya no pueden acompañar a su Cristo o a su Virgen con el cirio de penitencia, le acompañan con dos lágrimas que resbalan por sus mejillas.

 

¿Porqué te llevan Señor

como a un vulgar criminal,

coronado de dolor,

escarnecido, maniatado,

si en la Argelia legendaria,

fuiste en su día rescatado

por la Orden Trinitaria?.

 

 

¿Acaso Señor nosotros

te hemos vuelto a cautivar,

al olvidarnos del pobre,

del que sufre enfermedad,

del drogadicto, del parado

del que lo pasa muy mal?.

 

Perdona a tu pueblo Señor,

perdona tanta maldad.

¡Inúndanos con tu amor!,

te queremos rescatar.

 

Escucha, Señor, a tu Madre,

que sin dejar de llorar,

para nosotros Te pide

Misericordia y PIEDAD.

 

Desconsolada y dolorosa le acompaña su Madre, la SANTÍSIMA VIRGEN DE LA PIEDAD, bello “paso”, bajo palio y manto azul, cada año más rico en su bordado, gracias al esfuerzo de sus cofrades, que no regatean en realizar cuanto está en sus manos para engalanar a su Virgen Soberana, como ellos quieren y ELLA se merece.

 

Lágrimas vas derramando

¡Reina de la Trinidad!

Para pedir por PIEDAD

que nos vaya perdonando.

 

Tu paso siembra de flores

el barrio de la Cruz Blanca,

no permite que TÚ llores

por eso siembra esperanza.

 

Tu HIJO cautivo y preso,

TÚ detrás dolorosa,

y en tu cara temblorosa,

tu barrio te pone un beso.

 

El regreso de la Cofradía a su barrio, tras su desfile procesional, es también algo digno de contemplar.

 

Es allí, donde el pueblo los recibe y los hace suyo, es allí donde le canta y le reza. Porque, ¿qué es, señores, la saeta?. La saeta es el grito de dolor y de arrepentimiento, salido de los labios, pero nacido en el corazón. Por eso la saeta es oración, oración que no es la oficial de la Iglesia, pero sí es la oración sentida y humilde del pueblo.

 

Permitidme que resuma modestamente, mi impresión particular de este hermoso día.

 

Martes Santo en Antequera

Cruz Blanca, La Trinidad,

olas de blanca cera,

iluminando sin cesar,

un rosario de promesas

al RESCATE y a la PIEDAD.

 

Multicolor luminaria,

envolviendo las plegarias

que con amor y sentimiento,

llevan la brisa y el viento

en esta noche estrellada,

entre mantillas, peinetas

y el rasgar de las saetas

al filo de la madrugada.

 

MIÉRCOLES SANTO.

 

Reina en la ciudad un ambiente distinto a los restantes de su Semana Mayor. Llena completamente la Iglesia de San Sebastián, para asistir a la solemne Misa que, la Cofradía dedica al Stmo. Cristo del Mayor Dolor. Terminada ésta, la plaza de San Sebastián, completamente llena de público, espera ver el traslado de la imagen del Cristo, a brazos de caballeros legionarios, que saliendo por calle Encarnación, vuelven a la Iglesia por su entrada principal, para dejarlo colocado en su magnifico trono, en el que hará, a primeras horas de la noche, su salida procesional. Es un acto muy emotivo.

 

El "paso" resulta sobrecogedor. El Santísimo Cristo del Mayor Dolor, la obra cumbre de Andrés de Carvajal- Siglo XVIII- que representa a Cristo flagelado y caído en el suelo, goza de la devoción total de Antequera.

 

Para contemplarlo no hay nada más que presenciar su desfile procesional y veréis a cientos de cofrades con los cirios clavados en la cintura, alumbrando al Cristo y a la Virgen del Mayor Dolor. Parecen un ejército mágico. Un desfile de brujos. De tres en tres metros. Casi no se mueven. Muchos descalzos.

 

El negro fúnebre de su túnica, a modo de sayal, ceñida con cinturón de esparto, y la cabeza cubierta con capirote negro, completa su silueta fantasmagórica.

 

 

A través de tantas caras fantasmales se adivina el fervor, la devoción, la promesa que se cumple por la salud perdida, por la desgracia de fortuna, por la novia que se quiere, por todo lo que hay que agradecer o pedir a Dios.

 

Le acompaña en su estación penitencial el bellísimo "paso" de la VIRGEN DEL MAYOR DOLOR, talla completa, de Andrés de Carvajal, bajo armonioso palio y manto azul, que realza su belleza, pero que no puede mitigar su tristeza dolorosa y el dolor que lleva reflejado en su divina cara. SU corazón está muy dolorido por el puñal de la pasión que lleva clavado.

 

Caído en el suelo estás

Cristo del MAYOR DOLOR,

¿siendo Tú hijo de Dios

porqué sufres esta maldad?

 

A los golpes del sayón

caes rendido en tierra,

tu sufrimiento aterra

y le parte el corazón

a este pueblo de Antequera,

que contempla con fervor,

el derroche de tu Amor,

mientras te adora y venera.

 

Si prueba de tanto amor,

Carvajal llegó a tallar,

¡Contigo no quedó atrás,

VIRGEN DEL MAYOR DOLOR!

 

Porque tu cara divina

sólo refleja dolor

al contemplar con terror

la vileza y la ignominia;

ver a tu Hijo en el suelo

recogiendo su pañuelo

para enjugar sus heridas.

 

¡VIRGEN DEL MAYOR DOLOR!

tus lágrimas y tu pena

y tu corazón de Madre,

se han clavado tan profundo

en mi alma al contemplarte

que ahora sí que puedo

con mi amor, yo consolarte.

 

 

JUEVES SANTO

 

Sí el Jueves Santo es un día singular, en que la liturgia conmemora la instauración de la Eucaristía, y el amor de Cristo, que quiso quedarse con nosotros, como alimento y agua viva que nos sacia plenamente. Sí es el día de la fraternidad y de la caridad, también en el ámbito cofradiero de nuestra Ciudad, es día importante, es un día esplendoroso, en que dos grandes y antiguas cofradías, cumpliendo el mandato divino, de fraternidad y unión con el hermano, hacen juntas su desfile procesional, constituyendo un impresionante espectáculo de fe y catequesis, que hacen vibrar al pueblo, removiéndole, quizás, a algunos, su adormecido sentir religioso.

 

Si queréis comprobarlo, acudid esa tarde al Triunfo de San Pedro, y entre el gentío, expectante, que abarrota la plazuela y las calles adyacentes, veréis la impresionante salida del CRISTO DE LA MISERICORDIA, esa patética imagen del siglo XVII, que representa a Cristo crucificado y muerto en la Cruz. En su rostro hay dolor, amargura y aceptación del sacrificio que ha tenido que consumarse para poder, hoy, ir derramando sobre nosotros su Misericordia divina.

 

Le acompañan al pie de la Cruz, la Virgen de los Afligidos, San Juan y la Magdalena, fieles seguidores y testigos de su muerte, que no le fallaron en el momento supremo. Contemplarlo caminar por calle  San Pedro, bajo la luz de los cirios de sus cofrades, impacta.

 

En la Cruz viene clavado

CRISTO en su muerte serena,

frente a ÉL la Magdalena

su MADRE y el Hijo Amado,

acompañándote, SEÑOR,

junto a tu Cruz y dolores

que derrama a los pecadores

MISERICORDIA  de un DIOS.

 

Porque con su muerte logró

del pecado rescatarnos,

además de regalarnos

la gloria bendita de DIOS.

 

Si emotiva ha sido la salida del Cristo de la Misericordia de su templo, la salida del "paso" de la VIRGEN DEL CONSUELO es espectacular; es el delirio del público allí congregado, que la recibe entre aplausos, mientras sus "hermanacos" la mecen y bailan al compás de la música.  Hay que completar la exaltación filial de la Madre, pues no basta que pase como en volandas sobre el mar de cabezas de sus devotos, sino que quieren estos que dance de alegría para que olvide el dolor del Hijo que lleva delante muerto en la Cruz.

 

Aunque la actitud de la VIRGEN DEL CONSUELO es dolorosa, hay un contraste en su dolor y en el conjunto del "paso", que podríamos decir que resulta más suave y llevadero su dolor. Hay una mezcolanza de pena y alegría, quizá, por el CONSUELO que va derramando sobre todos nosotros.

 

El oro juega en el grana

de tu palio y de tu manto,

cambias en sonrisa el llanto

al sentirte antequerana.

 

Aires sevillanos tienes

Virgencita de San Pedro,

que van rondando tu cuerpo

de los pies hasta las sienes.

 

Bella amapola que cruza

la calle de acera a acera,

y eres en Antequera

su Virgen más andaluza.

¡Mecerla, por Dios, hermanacos!

mecerla con suavidad,

que olvide por un momento

tanta pasión y crueldad.

 

Aunque sufres MADRE buena

y llevas blanco pañuelo,

eres alegría en las penas

y te llaman el CONSUELO.

 

¿Qué ocurre en calle Belén que está abarrotada de gente?. ¿Qué pasa en la Cuesta Merino que se ha convertido en una tribuna, repleta de público?. No pasa nada. Es que hoy es Jueves Santo y sale la Cofradía de los Servitas, de su conventual Iglesia de Belén. El pueblo no quiere perderse este emocionante momento, que lleva sucediéndose cerca de tres siglos.

 

Ya no pueden ver en el patio de Belén a los hortelanos y matarifes, que en el siglo XVII, se constituyeron en Hermandad para venerar a sus Cristos y a su Virgen de los Dolores, pero como ellos eran unos buenos hortelanos, supieron dejar plantada, bien honda su semilla, y generación tras generación se han podido ir recogiendo nuevas plantas, nuevos productos de la huerta, hasta llegar a nuestros días, en que si no veis a aquellos cofrades gremiales, sí podréis contemplar a auténticos cofrades, de todos los estratos sociales, que han sabido ir recogiendo el testigo de sus antepasados, y acrecentar su fe y devoción hacia sus Sagrados Titulares.

 

Ha dado comienzo la salida y en el barrio de Santiago, donde en las noches de luna, parece oírse el chasquido de las espuelas, y en cualquier esquina se nos puede imaginar la visión fugaz del revuelo de una capa santiaguista, nos llega la estampa estremecedora del CRISTO DE LA COLUMNA. Esa maravillosa obra de Andrés de Carvajal -siglo XVIII-, sobre dorada peana, que representa a Cristo, flagelado y atado a la columna.

 

Sobrecogedora imagen que denota equilibrio, armonía entre la bellísima forma humana doliente y la mesura de la majestad divina que acepta, por voluntad propia, el sacrificio y el dolor.

 

En la columna vas atado

con la mirada hacia el PADRE,

con tu cuerpo flagelado

y las carnes se te abren.

 

Tu cuerpo empieza a sentir

tanta ignominia y dolor,

tu cuerpo empieza a sufrir

el exceso de tu amor.

 

¡JUANI! ¡Despacio! ¡Por favor,

que vayan todos a una!

que no sufra más dolor,

EL CRISTO DE LA COLUMNA.

Tras la contemplación impresionante de este "paso", y en este caer de la tarde, vemos avanzar paralelas filas de penitentes que acompañan al CRISTO CAIDO DEL CONSUELO, que ha salido de Belén, caído en tierra, pesadamente caído, tanto, que su mano derecha ha quedado casi impresa en la piedra en que la descansa.

 

Imagen estremecedora la de este Cristo, obra del insigne José de Mora, que en 1.674, la talló como imagen de candelero, y que en 1.742, Andrés de Carvajal la transformó en talla completa, tallándole el cuerpo.

 

Efigie de Nazareno, caído en tierra, como una flor dolorida que se abate, representando un momento piadoso de una de sus caídas en su Vía Crucis.

 

¡CRISTO DEL CONSUELO!. ¿Qué importa que te acompañe, que te rodee, el desgarrador silencio de la noche, si al verte caído por el peso de los pecados de los hombres, el grito de tu muda y sostenible mirada, es más alto y desgarrador que cualquier otro?.

 

¿Por qué en tu rostro el dolor?

 

¿por qué crispadas tus manos?

¿por qué con la Cruz te cargamos

si te estás cayendo Señor?

 

¡Si estás caído en el suelo!

Cumple, Señor, mi deseo,

ser ayuda y Cirineo,

de mi CRISTO DEL CONSUELO.

 

Ya sus "hermanacos", con destreza y delicadeza, y ante la admiración y aplausos de un pueblo enfervorecido, han sacado a la calle a su VIRGEN DE LOS DOLORES. Ya está en plena calle Belén la Reina de Santiago.

 

Ya viene avanzando con esa finura y señorío que le adornan, la Soberana del Dolor antequerano.

 

¡Qué belleza, qué elegancia tienes, Madre Mía!, TÚ no eres sólo producto del genio, por mucho arte y delicadeza que tuviera Miguel Márquez, TÚ eres obra de la inspiración divina, porque ningún humano es capaz, por sí solo, de realizar tanta perfección.

 

Flor de pena abierta en la noche, para traspasarnos el alma con el puñal de congoja de tu llanto; dulce porque en él hay amorosa queja; transida de asombro, porque en él se refleja el inmenso dolor asombrado de una MADRE de Misericordia que no comprende que a tanto pueda llegar el odio de los hombres.

 

Cuando pasa la VIRGEN DE LOS DOLORES, cuando la vemos llegar bajo su palio real, sobre varales de plata repujada, con amplias caídas, ingrávidas, que cubren en señal de respeto y señorío su caminar doloroso; flores, muchas flores, que rivalizan en hermosura y fragancia con la azucena de su rostro, cuando la oímos hablar -porque ELLA habla- ¿quién dijo lo contrario?, con sus hijos antequeranos, quisiéramos ser cirio encendido para arder sin consumirnos a sus plantas.

 

Que hermosa vas ¡Madre mía!

bajo tu palio de plata,

aunque te veo día a día,

hoy, me pareces más guapa.

 

Mis labios quedan suspensos,

DOLORES, para cantarte,

se me hace un nudo en el pecho

y sólo atino a rezarte.

 

Porque TÚ no necesitas

 

recrearte en mis cantares

para ser ¡Madre bendita!

alivio de mis pesares.

 

Porque TÚ no necesitas

ni de lujos ni riquezas,

ni de cosas exquisitas

para realzar tu belleza.

 

Aunque nada necesitas

para ser TÚ la más bella,

yo quiero que no te falte

una corona de estrellas,

toca de finas holandas,

vestido de rica seda,

un collar de esmeraldas,

la media luna a tus plantas,

entre una corte de ángeles

con sus palmitas de plata.

 

Un manto bordado en oro

de Reina y de Soberana

y que no falten en tu trono

flores blancas perfumadas,

ni un manojo de espárragos

de la tierra antequerana.

 

Porque todo y más merece

la fuente de mis amores,

donde mi fe fortalece,

¡MI VIRGEN DE LOS DOLORES!

 

Tiene el Jueves Santo, aparte de cuanto acabo de recordaros, varios momentos significativos en nuestra Semana Santa. Es el primer día que las cofradías corren sus tradicionales "vegas"; una en la Cruz Blanca y la otra en la Cuesta de Archidona. Momentos de gran emotividad en los que el pueblo participa activamente acompañando en su subida a los "pasos". Primero en la Cruz Blanca, trasladándose seguidamente, sin reponerse aún de su jadeante carrera, a la Cuesta de Archidona para no perderse la emoción de la grandiosa subida a los "Cerretes”.

 

Pero si este espectáculo es digno de verse, la emoción y el fervor tiene su mayor expresión, en el encuentro que hacen las dos cofradías en la plaza de Santiago, para comenzar juntas su estación penitencial.

 

 

Simplemente os resumo este impresionante encuentro.

 

Los DOLORES y el CONSUELO

se mezclan entre la gente

y hay en la plaza un revuelo

que resulta impresionante.

 

ANTONIO mece al CONSUELO,

JUAN FERNANDO a los DOLORES

entre el aplauso del pueblo

que no cesa en sus clamores,

hay un abrazo fraterno

de los Hermanos Mayores.

 

¿Qué más se puede pedir

a un pueblo enfervorecido

que ya no puede resistir

la emoción que ha vivido?.

 

¡Bendice MADRE a tu pueblo!

¡Concédele tus favores!

Unos te piden CONSUELO,

otros, alivio en sus DOLORES.

 

VIERNES SANTO.

 

Día cumbre en nuestra Semana Santa, en que tres importantes Cofradías, hacen su desfile procesional. Día de luto en el que todo está impregnado de la muerte de Cristo.

 

Día que parece que el público se ha multiplicado, hay gente por todos sitios. Las cuestas son un hervidero humano. Un subir y bajar interminable, visitando Santo Domingo, Jesús y el Carmen.

 

Es día en que Antequera recuerda y vive su pasado, ese pasado glorioso de los siglos XVII y XVIII, en que los antequeranos de aquellas épocas, supieron volcarse en sus Cofradías, para dejarnos a sus sucesores, ésta riqueza tan maravillosa de la que vamos a disfrutar en este hermoso día de nuestra Semana Santa.

 

Tras el impresionante desfile de las "armadillas" de las Cofradías de “Abajo” y de “Arriba”, el pueblo les sigue, unos para ver salir de Santo Domingo a los de la Paz, otros continúan subiendo las cuestas para ver salir a los del Socorro, y el resto espera impaciente en la Plaza de San Sebastián para recibir, en su momento, a ambas Cofradías.

 

Nos encontramos ya en la Plazuela de Santo Domingo, mezclados entre la gente, que apiñada, espera la salida de la Cofradía del Dulcenombre de Jesús y Nuestra Señora de la Paz. Momento solemne y emotivo, en que los cuatros "pasos" que procesiona esta Cofradía, van saliendo de su basílica, majestuosamente, gracias a la pericia y delicadeza de sus hermanos mayores y a la maestría de sus "hermanacos", entre los aplausos y vítores del pueblo allí congregado

 

El primero en salir es el NIÑO PERDIDO, esa magnífica talla de Jesús Niño, atribuida a la Roldana, y que es imprescindible, en todas las cofradías creadas bajo la tutela de la Orden Dominicana. Esta lleva su Cruz, en otros sitios la bola del Mundo o cualquier otra alegoría, pero nunca falta la imagen de Jesús Niño, como para recordarnos que tuvo que nacer y criarse entre nosotros para poder llegar a consumar su gran sacrificio para salvarnos.

 

Le sigue el impresionante "paso" del DULCENOMBRE DE JESÚS. esa maravillosa talla de Diego de Vega, siglo XVI, causa del archiconocido y largo pleito, que representa a Jesús, cargando su CRUZ, en su penoso camino hacia el Calvario.

 

Es la efigie de Dios, que amorosa y misericordiosamente, ha tomado la Cruz y cargado sobre las espaldas el dolor cansado del mundo.

 

A continuación nos llega el estremecedor "paso" del CRISTO DE LA BUENA MUERTE, bellísima imagen de Diego de Vega, siglo XVI. El Cristo viene muerto, colgado de la Cruz el cuerpo exánime, con el perfil desnudo y su sudario. Cuando se acerca a nosotros, y levantamos la mirada arriba para contemplar su faz, aprendemos que así debió ser de buena y mansa la preciosa muerte redentora, y que así también, en ese dulcísimo sueño, debió de rematar su vida el Hijo de Dios.

 

Al contemplar el desfile procesional de estos tres “pasos", quedo impresionado de tal forma, que sólo acierto a decir:

 

El NIÑO estaba PERDIDO

mientras pensaba en su Cruz,

y apareció convertido

en DULCE NOMBRE DE JESÚS,

que carga con su martirio

para salvar a los hombres,

camino de su Calvario

va JESÚS DEL DULCENOMBRE.

Llevarle muy despacito

y ayudarle a caminar,

 

que es pesada, ¡pobrecito!,

la Cruz que ha de arrastrar.

 

Ayudar al DULCENOMBRE,

DULCENOMBRE de la PAZ,

que de NIÑO hasta el Calvario

lleva la Cruz por señal.

 

Vilmente sacrificado

y abandonado a su suerte,

expira crucificado

EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE

 

¡Qué buena muerte has tenido

Dulcenombre de Jesús!

Claveles han florecido

en el árbol de tu CRUZ.

 

Desde tu Cruz y agonía

bendice, SEÑOR, a Antequera,

ayúdale día a día

¡y que Antequera no muera!

 

Cierra el desfile procesional de esta Pontificia Archicofradía el deslumbrante "paso" de la Virgen de la Paz. Esa bellísima talla de Miguel Márquez, hermana de la Virgen de Los Dolores, pues es hija del mismo padre y de la misma gubia, por eso porta los matices de su casta, señorío, elegancia y finura.

 

Va coronada como merece su majestad dolorosa, entre las varas de plata de su palio, corona imperial en sus sienes, saya tejida en oro, riquísimo manto azul de cola, de proporciones justas, como si quisiera con él cubrir las desnudeces y penas de sus devotos, que caminan tras su senda luminosa marcada por artísticos candelabros

.

Su preciosa cara de dolorosa refleja un llanto sosegado, de conformidad, de esa paz que ELLA demanda día a día sobre sus hijos antequeranos y en su majestuoso recorrido procesional por nuestras calles, va cautivando la admiración y devoción de su pueblo, que la vitorea embriagado con el perfume de las delicadas y aromáticas flores que adornan su trono real.

 

¡Virgencita de la Paz!

bonita te talló Márquez,

rosa blanca de un rosal,

eres dolor y eres arte.

 

Eres nardo y azucena

y tu olor va perfumando

las calles de tu Antequera

la noche del Viernes Santo.

Joya de azul y grana,

bella flor primaveral,

en tus pétalos derramas

tu bendición celestial.

En tu rico manto vuela

la paloma de la paz,

y cuando llega la "vega"

ella te ayuda a volar

y a tus "hermanacos" da alas

para poder aguantar

la subida empinada

de la Cuesta de la PAZ.

 

¡Hermanacos, ya está arriba

nuestra Reina de la Paz!.

¡Tened cuidado al entrarla!,

que el quicio de la puerta

no roce ningún varal,

porque su pueblo no quiere

que ni el aire vaya a rozar

a su VIRGEN CORONADA,

¡a su VIRGEN DE LA PAZ!.

 

Si hemos quedado impactados con el desfile procesional de la Cofradía de la Paz, preparad vuestros ánimos, porque el Viernes Santo es día de grandes emociones, y no exagero, no. Ustedes lo van a comprender cuando contemplen extasiados, el desfile de penitencia de la Cofradía del Socorro.

 

Abre el camino la SANTA CRUZ DE JERUSALÉN, Cruz insignia de ésta Real Archicofradía, que labró en plata el orfebre antequerano Francisco Durán -siglo XIX-, acompañada de dos soberbias esculturas de ángeles, que junto al exorno del trono que la porta, constituye un delicioso "paso" procesional.

 

Le sigue una ordenada fila de penitentes, alumbrando el "paso" impresionante de JESUS NAZARENO, ayudado por el CIRINEO, ante la piadosa mirada contemplativa de la VERÓNICA.

 

La efigie que representa este instante evangélico, y que procesiona ésta Cofradía, es una talla de buena traza barroca -siglo XVIII-, de autor desconocido. Luce una túnica de riquísimo bordado. La Cruz que abraza el Señor es una obra primorosa de plata.

 

Su paso es corto y angustioso; sus manos en increíble tensión muscular, se abrazan con ansiedad a la pesada Cruz que sobre su débil hombro gravita. El peso es superior a sus fuerzas, mas no importa, caerá, quizás, bajo el pesado madero, pero se levantará hasta consumar el sacrificio, y no porque detrás le ayude el Cirineo, sino porque lo asegura su rostro, su cara revela que rematará la obra, que llegará hasta el fin.

 

Bajo el peso del madero

intentas, Jesús, caminar,

pero es tan grande el esfuerzo

que tienes que realizar,

que ya no te quedan fuerzas

para dar un paso más.

 

¿Quién pudiera Nazareno

tus dolores mitigar,

siendo tu fiel Cirineo

que aliviara tu pesar?.

 

Porque el peso del pecado

del que nos redimes TÚ,

es bastante más pesado

que el madero de tu CRUZ.

 

Las horas de la noche van avanzando, envolviendo el ambiente reinante en la Ciudad, el fervor y la fe de un pueblo, que absorto ante la maravilla que va desfilando ante sus ojos no sabe a cual admirar, ni cual de las imágenes evangélicas que se le presentan, les remueve más su sentir religioso o los afectos de su particular devoción.

 

El paso que cierra el desfile procesional de esta Cofradía, no es nada más, ni nada menos, que la VIRGEN DEL SOCORRO, la "SOCORRILLA", como cariñosamente le llama el pueblo.

 

Como Reina del Dolor, va ricamente vestida, cubierta con largo manto bordado y sobre sus sienes, exuberante corona de oro, que embellecen su figura, que majestuosa va sobre la rica peana de su trono, cortejada por un coro de ángeles, para pasear por las calles de Antequera, con la dignidad que merece su majestad dolorosa, entre las varas de plata de su grandioso palio.

 

En la noche del Viernes Santo cae de rodillas el corazón de la Ciudad, porque sólo arrodillados podemos esperar el paso de la Reina Coronada del Dolor, que llamándose SOCORRO, es bálsamo consolador para nuestros pechos atribulados, que saben que por ELLA podemos esperar confiados, ser algún día, libres de pecado y pedestal para su trono glorioso.

 

Ante la presencia de la "SOCORRILLA", ésta joya de nuestra Semana Santa, que sobrecoge el ánimo de cualquier antequerano, el pregonero, utilizando los escasos y modestos recursos de que dispone, exclama:

 

La tarde del Viernes Santo

una Reina nos visita,

viene derramando encanto

nuestra SOCORRO bendita.

Viene bajando las cuestas

recreándose, sin prisa,

majestuosa y apuesta

con lágrimas y sonrisas.

 

Bajo varales de plata

y ricos bordados en oro

se va acercando a la plaza

¡nuestra Virgen del SOCORRO!.

 

¡Dejad sitio en la plaza !

¡Dejadle la plaza entera !

que viene la Soberana

que ama toda Antequera.

 

Ella sabe que la quieren

que la adoran y la veneran,

y que en ELLA sólo tienen

el Socorro que ellos esperan.

 

Cortejada de ángeles,

como Reina Coronada,

vas recorriendo las calles

de tu Ciudad tan amada.

Cuando subes a la "vega"

por cuesta de Caldereros

parece ser que te alejas

caminito de tu cielo.

 

¡No te vayas Virgen bendita !

¡Quédate en el Portichuelo!

que Antequera necesita

al SOCORRO de su pueblo.

 

A últimas horas de la noche, confortados y motivados por la agradable impresión recibida en la contemplación de las dos Cofradías que han realizado su

Estación Penitencial, iremos al encuentro de la QUINTA ANGUSTIA, el SANTO ENTIERRO DE CRISTO y la VIRGEN DE LA SOLEDAD.

 

Sólo entre los negros paños mortuorios de la noche estremecida del Viernes Santo, concebimos la fantasmal presencia de ésta Cofradía, que recorre su itinerario bajo el silencio y la oscuridad de la noche, rezo funerario del santo Rosario con el monorrítmico contrapunto del redoble entrecortado, breve y machacón, como un lamento, del tambor, bisbiseo de palabras a las que la visión del patético conjunto, pone sordina de angustia para todo lo que no sea oración acongojada.

 

Su primer "paso" nos presenta la bellísima imagen de la QUINTA ANGUSTIA, siglo XVI, de tamaño menor del normal, que nos presenta a la Virgen recogiendo en su regazo, el cuerpo exánime de su Hijo, que ha sido desprendido, muerto, del madero de la Cruz.

 

Aunque tu Angustia es pena,

es una angustia distinta,

porque ella es la QUINTA

que sufre una MADRE buena.

 

SU Cuerpo Santo reposa

en tu regazo querido,

después de lo que has sufrido

tu corazón ya se agota.

 

Ya no puedes continuar

viendo a tu HIJO inerte

con el frío de la muerte,

sin poderlo reanimar.

 

Deja su Cuerpo mortal

en su urna funeraria,

que tus lágrimas y plegarias

le harán descansad en paz.

 

Tras ella avanza la maravilla imaginera de Cristo en su SANTO ENTIERRO. Su cadáver duerme y reposa en vistosísima y cristalina urna funeraria, estilo rococó, siglo XVIII, llevada por todos esos Nicomedes y José de Arimatea, que son los piadosos hermanos de ésta Cofradía.

 

Culminaremos esta jornada con el último palio y la última esperanza; LA VIRGEN DE LA SOLEDAD. Esa hermosísima imagen dolorosa, atribuida a Miguel Márquez García, que porta en sus manos los tres clavos de la Cruz y la corona de espinas de Cristo.

Me imagino a la VIRGEN, una vez enterrado su Hijo en el sepulcro nuevo de que habla el Evangelio, volviendo la vista hacia el mundo, inmenso y cruel, viéndose sola.

 

¡Qué sola en su doliente soledad, se vería la Virgen!

 

Así la imagino, y así la imaginó Antequera y previendo tal circunstancia, con el Entierro de su Hijo, le acompaña con devoción y respeto, para que cuando se cierre la piedra del sepulcro, no quede sola.

 

El “paso" de la Virgen está hecho para que le acompañemos, no llega ni se va, sino que nosotros caminamos con ELLA. Y caminamos con ELLA porque necesitamos apremiantemente consolarla. En esta idea para tenerla cerca confinamos su espacio con los varales y el palio, y más todavía con los candelabros para que vea bien que estamos allí sus hijos, que si de una soledad sufre nosotros queremos ofrendarle nuestra humilde compañía.

 

Por eso cada año, cuando la Semana Santa toca su fin, en su soledad espantosa, la más impresionante y abrumadora soledad que criatura alguna pudo jamás experimentar, la acompañamos solícitos hasta ese rincón tan nuestro de la plaza del Carmen, para ofrendarle con su despedida, la promesa de que el año que viene, acudiremos una vez más a acompañarla en su dolor.

 

Hay luto en las esquinas,

luto en la brisa y en el aire,

luto y silencio en la plaza,

luto en todos los lugares,

luto en la acera que llora

cuando tu pena desnuda

viene cruzando la calle.

Hasta las luces se apagan

para no verte llorar,

sólo la luna te alumbra

¡MADRE MÍA DE LA SOLEDAD!.

 

¡Paco Gámez, por caridad!

párala sólo un momento,

que podamos admirar

la belleza y el encanto

que tiene LA SOLEDAD.

 

No vas sola ¡Madre mía!,

tu Antequera va detrás,

aunque TÚ no logres vernos

ante tanta oscuridad,

 

sientes TÚ que te seguimos

en tu triste caminar

y al Carmen acompañamos

tu doliente SOLEDAD.

 

RESURRECCIÓN.

 

¡Aleluya, Aleluya! ha llegado el día de nuestra fe, día en que los cristianos conmemoramos el triunfo de Cristo sobre la muerte, porque todos sabemos que un Cristo muerto ha dado paso a un Cristo vivo, resucitado.

 

Por eso la Antequera Cofrade celebra con júbilo este hermoso día, y en la mañana soleada del Domingo de Resurrección, saca a sus calles el anuncio prometedor de su RESUCITADO, para que Antequera sepa que no nos quedamos sólo en la Pasión y Muerte, que hay una Resurrección, que hay un Cristo vivo al que rezamos y pedimos y en el que esperamos resucitar para gozar de su gloria.

 

¡Cofrades Antequeranos!, tenemos que tener presente que sólo triunfa el que cruza con coraje la raya del Viernes Santo.

 

En este sentido, tenemos que esforzarnos constantemente, para que las Cofradías de Penitencia sigan siendo cada día luminaria de fe, y baluarte seguro de amor, para que Antequera sea siempre la Antequera Cofradiera de los días de la Pasión, y la Antequera gloriosa de la Resurrección, y llenos de alegría podamos cantar con el pueblo de Dios, en los Oficios del Sábado Santo:

 

¡Aleluya, Aleluya!

¡Cristo ha resucitado!

¡Victoria, Victoria

de la raza humana!

 

Muchas gracias.

 

 

Attachments:
Download this file (1997.pdf)(1997) D. Agustín Puche Pérez[(1997) D. Agustín Puche Pérez. Presentación, Datos biográficos, El Pregón]


 
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