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PREGÓN Cuando por la Agrupación de Cofradías se me confió la tarea de decir el Pregón de la Semana Santa de 1.998, dos pensamientos vinieron a mi mente: uno, de ilusión y agradecimiento por el honor que para un cofrade antequerano supone pregonar las excelencias de la Semana Santa en su ciudad natal, otro, de grave responsabilidad al tener que dirigirme a tan selecto auditorio para hablar del hecho más importante ocurrido a la Humanidad, hace ya casi 2.000 años, cuando DIOS PADRE, abriendo senderos de esperanza para un mundo sumido en sombras y tinieblas, tuvo la VOLUNTAD de enviar a su HIJO UNIGÉNITO para que, con su muerte, llevase a cabo la tarea de la REDENCIÓN.
Difícil era el encargo que se me confiaba, pero se trataba de un claro desafío: expresar en alta voz las vivencias de largos años al lado de vosotros, mis apreciados hermanos cofrades, sobre Cristo, su Doctrina contenida en los pasajes del Evangelio, su Pasión, su Muerte y su Resurrección, y sobre MARÍA, su Madre. En definitiva, pregonar los misterios de la PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO, tomando para ello el ejemplo vivo y testimonial de nuestras Hermandades y Cofradías, de sus actividades y de sus desfiles penitenciales.
Acepté, y heme aquí convertido, por vuestra generosidad, en pregonero de la Semana Mayor de la muy noble y muy leal ciudad de Antequera.
Y yo te pediría ¡Señor!, al ser hoy tu pregonero, ser campana para lanzar al viento el cántico de mi atrevimiento, saeta para hacerlo llegar certero al corazón del cofrade venidero, y cirio que, iluminándole por dentro, haga que tu amor lo acerque a este mundo nuestro.
Ilmo. Sr. Alcalde, dígnisimas Autoridades, Reverendos: Capellán de la Agrupación de Cofradías y Párroco de nuestra Parroquia de San Sebastián, Sr. Presidente y Junta Permanente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa, apreciados Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno de las Cofradías antequeranas, estimados cofrades, amigos, señoras y señores:
Debo agradecer en primer lugar los inmerecidos elogios que nuestro anterior pregonero D. Agustín Puche Pérez, Agustín para nosotros, ha hecho y dicho de mí, sé que ha sido llevado más por la amistad que nos une que por los méritos contraído por el que os habla.
Apreciado Agustín, muchas gracias por tus palabras,
Recojo el testigo que me brindas y procurando serenar el espíritu y los nervios, estos últimos con vuestra benevolencia, con la misma ilusión que al ser nombrado Hermano Mayor del Paso de Jesús en la Oración del Huerto, allá por el año 1.959, me dirijo a vosotros para tratar de anticipar con mis palabras lo que supone las fechas que se aproximan.
Siguiendo el orden de agradecimiento, lo hago público al Presidente de la Agrupación de Cofradías, a los Hermanos Mayores de Cofradías de Semana Santa y a la Junta de Gobierno de la Agrupación por la oportunidad que me brindan de hacerlo desde esta tribuna de mi Iglesia de San Agustín y digo mía por ser la sede de la COFRADIA a la que me honro en pertenecer y porque desde muy pequeño, de manos de mis padres, he sido asiduo asistente a los actos y cultos que en ella se celebraban; he correteado mucho y más en el recinto cerrado de su entrada, cuando aún existía la balaustrada de ladrillo y reja en lugar de los escalones que hoy presenta, teniendo en cuenta la proximidad del hogar familiar.
Muchos y gratos recuerdos se agolpan en mi cabeza al rememorar la niñez y la juventud transcurridas en esta zona de Antequera, en su Parroquia de San Sebastián, y en aquellas reuniones parroquiales donde conocí a tantos y tantos cofrades, cuyo ejemplo me hizo dar los primeros pasos cofradieros.
También mi agradecimiento al Hermano Mayor y Junta de Gobierno de mi Cofradía, que con su esfuerzo y trabajo nos han permitido estar hoy hablando de nuestra Semana Santa en un recinto totalmente remozado, en el que ya no miramos al cielo ¡por la lluvia!, ni al suelo por la destrozada ¡solería!, sino solamente al Altar para dar gracias a Dios, y a María de Consolación y Esperanza, su intercesora, por la ayuda que nos han dispensado y que ha permitido la consecución de lo que parecía una quimera, un imposible.
Gracias al apoyo divino y también al humano: de nuestro Alcalde; de las Autoridades de la Junta de Andalucía; de las personas que han trabajado físicamente día a día en la reconstrucción del Templo; al numeroso grupo de personas que han colaborado con aportación económica y en especie; a todos los que han hecho posible que la Iglesia de San Agustín pueda continuar su andadura como Casa de Dios al servicio de la comunidad cristiana, muchas gracias por vuestra generosidad.
Un recuerdo muy especial para todos los hermanos cofrades que lavaron sus túnicas penitenciales en la sangre del Cordero con el ejemplo vivo y testimonial de su vida, ofreciendo durante años su dedicación y esfuerzo en pro de nuestras Hermandades y Cofradías, hoy ausentes pero espiritualmente presentes, que nos esperan en la Jerusalén eterna.
Antequera, Antequera,
Haz de luz y sombra en la noche cerrada, se convierte en espectro fantástico que danza con zumbido de viento en oleada, sobre los tejados y calles de la ciudad adormilada.
Juega con las torres y espadañas de la arquitectura que monumental el alarife tallara, dejando miles de reflejos de cimitarra como si de brillante metal se tratara.
Huyendo despavorido cuando apunta el amanecer deslumbrado por el sol que anuncia, aún antes de aparecer, la venida de un nuevo día sobre la ciudad de nuestro querer, ¡Antequera!, Siempre en ti quiero permanecer.
Tú, ANTEQUERA, encrucijada de caminos, ciudad milenaria, que ofreces al bienandante rincones bellísimos; paisajes de leyenda; pequeñas placitas de encaje y filigrana donde se compensa la blancura de la cal y el yeso, el rojizo del ladrillo, el amarillo de la tosca, con la piedra dura y roja de nuestro Torcal; cuestas empinadas, cuan ruta de escalador, que sin demora se dirigen serpenteando monte arriba hacia tu mejor mirador: el de las Almenillas, desde él sobrecoge la visión de tus torres, de tus campanarios y espadañas, de tus calles sútilmente trazadas, de tu notable arquitectura en casas, Iglesias y Conventos, y de tu vega, cuyo verdor te rodea, en la que nuestra Peña de los Enamorados, como buque insignia, navega en un mar bravío de campos, trigales, huertas y olivares como nave presurosa que se dirige a buen puerto, sabiendo que en él encuentra posada el peregrino, descanso el caminante, saciedad el hambriento, amistad el visitante.
Y es que ¡tú!, ¡ANTEQUERA!, con tu pasado y tu presente, te entregas, cuan dádiva generosa, a quien llega, como madre amorosa al hijo ausente.
Ya decía Juan de Vilches, en su oda dedicada a Antequera “Ad eundem de Antikaria patria sua”, que construye sobre un famoso esquema horaciano: el elogio de la vida pacifica en Tibur. ANTEQUERA se carga, gracias a esta imitación, de una serie de connotaciones: se hace equivalente a una ciudad de la Antigüedad, el pasado se hace presente a través de la forma. Al mismo tiempo se convierte, al igual que el Tibur de Horacio, en un lugar ideal para el varón justo que busca la paz.
Y así, Desde el periodo Mioceno al Cuaternario con su Torcal, claro ejemplo de disolución kárstica en la que se multiplican toda clase de curiosas formas con que la naturaleza ha querido obsequiar nuestra vista.
Desde la Edad del Cobre y del Bronce, con sus monumentos funerarios de Menga, Viera y Romeral.
Desde el periodo de romanización de Antikaria, Singília Barba, con importantes testimonios arqueológicos depositados en su Museo Municipal.
Desde el bajo imperio y el dominio de bizantinos y visigodos, con notables restos de estas culturas.
Desde los asentamíentos árabes de la tribu de Yudám, con su Castillo de Papabellotas, muralla, almenas musulmanas, torre del asalto.
Desde sus Iglesias, con reminiscencias góticas, mudéjar, renacentistas, manieristas, barrocas, dóricas y jónicas, en las se pueden admirar innumerables y magníficos retablos, imágenes, lienzos, espléndidas capillas, notables pinturas en techos, bóvedas y paredes, orfebrería religiosa,
Desde sus torres y miradores.
Desde el maravilloso amanecer, sobre su Peña de los Enamorados, contemplado desde la atalaya del Arco de los Gigantes.
Desde su gastronomía, con platos típicos y festejados como la porra, las migas, la chanfaina, el mollete con chicharrones, el pío; exquisitos dulces como el bienmesabe, el tocino de cielo, los mantecados.
Hasta sus fiestas religiosas, patronales, populares y, en especial, su ¡SEMANA SANTA!.
ANTEQUERA se ofrece como agua del nacimiento de la Villa que, aliviando la sed, refresca la sequedad del camino y sacia al visitante. Este queda atrapado por la singular belleza de este rincón de nuestra Andalucía en el que se entremezclan ¡tal diversidad de culturas! que la dan el regio abolengo que la distingue.
Pero el encargo recibido hoy, es de, con palabras, ofrecer una visión de nuestras Hermandades y Cofradías, de sus actividades, de sus desfiles procesionales, que permitan descubrir a ANTEQUERA en su SEMANA SANTA. Descifrar los verdaderos sentimientos cristianos de un pueblo que, desde el Domingo de Ramos al Viernes Santo, desarrolla en sus calles un solemne Vía Crucis, manifiesto plástico de la Pasión y Muerte de Cristo, y un Domingo de Resurrección triunfante.
Por ello:
El pregonero a todas las esquinas quiere salir, Carrera, San Pedro, Lucena, Cantareros, plaza de San Agustín, Diego Ponce, Infante, Encarnación, Vega, Viento y Zacatín, Caldereros, Cuesta de la Paz, Portichuelo, Laguna y Albaicín, Río, Plaza del Carmen, Porterías, Belén y hasta el Cerro de San Joaquín, para decir que la Semana Santa, ¡ya está aquí!, y que pronto sus Cofradías, con orden y puntualidad, darán testimonio de fe con recogimiento y religiosidad.
Para dar a conocer la realidad de nuestras Hermandades y Cofradías quiero proponer le acompañéis en otra visita a Antequera, visita para la que es necesaria cierta disposición interior, hay que agudizar los sentidos espirituales, más que los corporales, que nos servirán de guía para conocer una singular galería en la que no se exponen cuadros, lienzos, joyas, ni tesoros, solamente el amor y el servicio de unos hombres y unas mujeres que protagonizan y ejercen de actores en una muy especial obra que nada tiene que ver con el teatro, ni con la ficción, y sí un mucho con los sentimientos religiosos más profundos del corazón humano, ¡la obra de la comunidad cofrade antequerana!.
En nuestro recorrido encontramos al principio a los más pequeños que, alborozado el corazón de gozo al recibir su túnica, se apresuran a vivir intensamente el desfile procesional.
¡Qué temprano salen a la calle, niños y niñas vestidos de “pollinicos”!, futuros aspirantes a cofrades, creen que siempre se hace tarde para acompañar a la Borriquita. ¡Qué sentimientos al recibir la palma!. ¡Qué firmeza al tomarla!. ¡Qué ilusión al formar parte del cortejo procesional!.
Más tarde, su deseo es cubrir el rostro con el capirote de penitente que ven en los mayores, en un deseo de acompañar a nuestros Cristos y nuestras Vírgenes luciéndose, ocultos, con la túnica penitencial que tratarán de conseguir en casa del Mayordomo.
Tardes y tardes de camaradería y amistad, de jóvenes que se disponen a participar en el desfile procesional, unos por tradición familiar, otros por promesa que deben cumplir y todos para proclamar su amor a la Cofradía.
Podemos decir, sin duda, que empieza a vislumbrarse al cofrade que, incorporado de niño en la Pollinica y después en ella o en otra, va convirtiéndose en adulto con un concreto ideal cofradiero.
Cornetas lanzan al viento los estruendos de su sonido que anuncian el acercamiento de un Cristo jamás vencido, y delante de ÉL, caminando con cirios, capirotes blancos, rojos, azules, negros o morados, iniestos y puntiagudos, avanzan por las calles encubriendo el motivo de descalzos penitentes, ofrenda de arrepentidos. ¡Dios mío!, tú que en la Cruz eres imagen de lo invencido, tú que siendo el poderoso te ves muerto y encarnecido, ¡Límpiame de mis pecados! ¡Hazme penitente contrito!, que perdonado, ¡quiere acompañarte en tu camino!.
Penitentes, cortejo comprometido que acompaña el desfile procesional; manifestación de un pueblo que quiere mostrar con su presencia y con las lágrimas de sus cirios penitenciales el dolor profundo de la muerte del Redentor.
También penitente la mujer, túnica y capirote cubren su cuerpo y su rostro escondiendo la esencia de su feminidad, pero no la fortaleza de su espíritu y de su corazón. Pies descalzos y paso firme son atributos de la mujer penitente antequerana.
Por tanto, tú, ¡Mujer!, ocupas, sin lugar a dudas, un puesto importante en esta nuestra galería cofrade.
¡Qué belleza y naturalidad!, cuando decidida te presentas tocada con la mantilla española.
Viene a mi memoria un poema de Jesús Huerta, que dice:
Esa mantilla en torno a tu cara, y ese carey que cual corona pones, vuelve a lucirlos tú, que es maravilla, y es perfume y es manto que te ampara como un piropo en flor de corazones, que es rosa y es clavel en tu mantilla...
Es hacer tu verdad más verdadera,
es lucir más lucir de tu hermosura, y es cadencia ese andar que te engalana, es Abril que estalla en primavera, es mostrar ante Dios tu fe más pura, es de ángel tu mirar en la mañana.
Así eres tú mujer que en este gozo, eres loco torrente en que me anegas bajo el rayo del sol que a ti te baña, y paz, y gloria, y férvido alborozo, y brillante lucero en que me ciegas, no eres sólo mujer, eres, ¡España!
Hoy la mujer antequerana luce la mantilla, y lo hace para acompañar a la Cofradía de los Estudiantes y la del Señor del Rescate, dando con su presencia un toque de recogimiento, sobrio silencio y distinción a la noche del Lunes y Martes Santo.
Pero el papel de la mujer no termina de penitente o con mantilla. También desempeña la figura de Camarera de Paso, con las obligaciones de conservación de mantos, túnicas, vestidos, tocados, joyas; aderezo y altares, manteles, encajes, y una muy particular, el exorno de los pasos de nuestros Cristos y nuestras las Vírgenes.
Abril gozoso despierta, desde el Torcal hasta el llano, las flores que son su huella va dejando a su paso.
¡Qué colorido! ¡Qué delicadeza! ¡Cuánta gracia y cuánta belleza dan al trono las flores de primavera!.
Cuando la luna del Parasceve ilumina las noches y el olor de las flores se propaga al cielo, tiene en su soledad la violeta el consuelo de mitigar con su aroma los dolores.
Brota la paz como fuente de azahares esparciéndose como perfume de gladiolo, para llevar la esperanza a un mundo sin dolo donde reine la piedad y los amores. ¿Qué tiene el clavel de pasionario dolor? que del blanco pasa al rojo cuando a la vera de la Cruz se encuentra,
¡tomar el color de la sangre del Redentor!, que siempre es y será socorro para el que confiado en ella, espera.
De lo que más nos congratulamos es de la integración de la mujer en la Cofradía o Hermandad, ocupando puestos de responsabilidad como integrante de la Junta de Gobierno, pasando de una mera presencia figurativa a participar intensamente en sus actividades.
¡Si en la familia, eres bastión importante!, ¡Si tu condición, es femenina y constante! ¡Si en la Cofradía, eres servicial y afable! el pregonero no duda un instante en proclamarte ¡EXCELENTE COFRADE!, y por tu presencia, permanencia y buen hacer, muchas gracias, muchas gracias, ¡MUJER!
Siguiendo nuestro recorrido un nuevo personaje se nos presenta: EL HERMANACO.
Figura popular, amigo, hermano, hombre fuerte y viril que sostienes sobre tus recios hombros el peso de los tronos que llevan a JESÚS y a MARÍA, y lo haces con alegría, con deseo y humildad, que es ligera su carga, ¡fácil de soportar!, cuándo se tiene ¡un corazón sin igual!.
En las familias antequeranas está muy arraigado este menester, pasa de padres a hijos considerando un gran honor suceder, bajo las andas del trono, al que cansado por el peso de los años no lo puede sostener.
Decía el poeta y cofrade Baltasar Peña,
Deja, Señor, que alivie el recorrido de este tu caminar lento y postrero abrazado con ansias a tu madero que sólo espera tu último latido.
¿Cómo Tú, el vencedor, vas tan vencido? Quién apagó la luz de aquel lucero que fue‚ en el cielo nuncio y pregonero de este mismo Jesús recién nacido?
Aliviarte, Señor, es mi deseo, aunque mi carne sangre y mortifique para pagar tus ansias celestiales.
Ya que no puedo ser tu Cirineo, permíteme, Señor, que santifique mis hombros con las Cruz de tus varales.
¡Como luce el paso y que bien lo lleva su Hermano Mayor!.
Nuevo personaje de nuestra galería, carga sobre sus hombros la responsabilidad del trono compartiendo con sus Hermanacos la sublime satisfacción de llevar a su Cristo o a su Virgen, por la calle, en la estación penitencial. Lo compararía con el Director de Orquesta, figura imprescindible para que la música se interprete con armonía y perfección.
En nuestra tierra, Andalucía, la música por excelencia, en la Semana Mayor, es la SAETA, la gente aplaude y reza cuando la oye cantar al paso del trono procesional.
Cantar del alma, sentimiento “rasgao” del fondo del corazón del pueblo ANDALUZ, “quejio” grave que atraviesa nuestras entrañas, copla, piropo, sonrisa y lágrima, deseo, amor, paz y consuelo, soledad y socorro, piedad y cruz, esperanza y dolor,
¿Qué puede provocarla? Si no tan sólo la pasión y Muerte del Redentor, suena en la noche serena acompañada por el redoble seco del tambor.
Miradlo, por allí viene, con la túnica morada, la sien ceñida de espinas y la cruz sobre la espalda.
Dice Hipolito Rossy, en su tratado de la Teoría del Cante Hondo, que la saeta antigua en canto dórico y algunas en modo mayor ha llegado hasta las primeras décadas de este siglo como canto popular –no flamenco -, consiste en una cuarteta octosilábica para cinco fragmentos cadenciales a ritmo libre, y apostilla:
Recuerdo la última que oí cantar, en Antequera, la noche del Viernes Santo de 1.919, a un campesino enjuto, rubicundo y cuarentón, quién sombrero en mano avanzó un paso hacia la imagen de la Virgen de la Quinta Angustia, y mientras las lágrimas de sus ojos corrían por su rostro curtido y rugoso, conmovía a los oyentes con esta saeta:
La Virgen de las Angustias tiene el corazón partío de ver a su hijo muerto y en el sepulcro metío.
Y siguen y siguen las saetas en las tardes y en las noches primaverales y perfumadas de la Semana Mayor antequerana, me llama la atención una muy especial: la que entonan los Estudiantes, en el patio del Monasterio de San Zoilo, la tarde del Lunes Santo,
Porque ellos, también,
Piden prestada una escalera para subir al madero, y colocar el INRI del JESUS NAZARENO en lo más alto, ¡allá en el cielo!.
Y nos encontramos al personaje con el papel más difícil de desempeñar, cuestionado y criticado, en él recae estatutariamente el funcionamiento de la Cofradía y es el depositario de la obra legada por nuestros mayores, con ineludible obligación de mantener y acrecentar el patrimonio de la Institución y ser ejemplo de vida cristiana y amor fraterno.
El Hermano Mayor de la Hermandad o Cofradía con su Junta de Gobierno. Todos adquieren la responsabilidad de cargar sobre sus hombros, valga el símil, el peso que supone regir la Corporación, siendo los máximos responsables de su funcionamiento y organización.
¡Qué alegría se siente al llevar sobre el pecho o colgada al cuello la insignia o medalla que acredita su condición de directivo!, pero, ¡Qué duro se hace!. ¡Cuánto pesa la túnica penitencial de ese traje negro o azul que vestimos!. ¡Cuántos desvelos, cuántos sacrificios y cuántos problemas!.
Quizás, el que opina desde la acera, piensa: ¿Cómo se luce el directivo en el Guión?. Es bien probable que ignore que, además de ser obligación estatutaria, comporta trabajar 365 días al año, ¡sin horas! al servicio de un ideal, desconociendo, igualmente, el esfuerzo que supone, sin hablar de lo económico, el hecho de llevar ese distintivo y asumir la responsabilidad a que obliga.
Pero lo que no sabe, en verdad, es la paga que se recibe, la contraprestación que se abona en nuestra cuenta corriente, y sale mi profesión bancaria, como interés percibido por el depósito de nuestro trabajo y sacrificio:
Nada más y nada menos que ver cara a cara, muy cerca a nuestra Madre y poder decirle bajito en la soledad de nuestro interior: No te aflijas, Madre del alma. no reflejes en tu rostro el quebranto, enjuga esa dulce lágrima que desde el Domingo de Ramos al Viernes Santo, al igual que todos los días del año,
estamos a tu lado, y tu Hijo, nuestro Jesús amado, después de la Pasión, estará vivo, ¡RESUCITADO!.
Y poder sentir:
Andaba por calles manchadas de cera de tantos días santos, vi venir el palio de una Virgen, su belleza y dulzura, junto a mi devoción y anhelo, me conmovieron, las flores de su paso las regué con mil lágrimas que de mis ojos salieron, y mis emociones a la orilla de su manto se adormecieron. Que mejor premio para el cofrade que llevar a su Madre ¡muy dentro!, pasearla por las calles para que las vea ¡el pueblo!, adorarla y ensalzarla como algo ¡muy nuestro, muy nuestro!.
Nueve Cofradías de Penitencia, en torno a su Agrupación, forman el elenco cofradiero de nuestra ciudad. Todas con el cometido de poner de manifiesto, plásticamente, el hecho fundamental de nuestra religión: LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO y a la par el mensaje de Jesús: amor fraterno y solidaridad con el que sufre.
Profundizando en el fenómeno de "religiosidad popular", nuestras Cofradías abordan, año tras año, primero celebrar sus cultos Cuaresmales: triduos, quinarios, septenarios, mediante la orientación de su Director Espiritual, Capellán o Párroco, siendo notable la participación de los Cofrades en estos actos de carácter comunitario que culminan con el besapiés o el besamanos de Jesús y María.
Mira Jesús, a tus pies, postrado, a este pueblo sumiso, reverente que inclinando ante ti la frente tu santa bendición ha solicitado.
Acogiéndose a tu cuidado con su alma plena de amor ardiente, se viste en Pasión de penitente para limpiar de su alma el pecado.
Si al llamar a tu Madre: ¡Madre mía! Si con todo amor, en ella se confía, y pidiéndolo con fe, todo se alcanza, tenemos Jesús la esperanza, de que besando su mano protectora, todos alcanzaremos tu gracia redentora.
Semana Santa, divina y humana. Divina porque expresa los sufrimientos de un Cristo, de un Dios hecho Hombre, Encarnación del Verbo Divino en el seno virginal puro e inmaculado de MARÍA. Y humana por haber nacido de una Madre de la tierra, bella y virginal pero humana. Divino y Humano a la vez, Dios y Hombre verdadero, que se encarnó con el sublime fin de redimir al mundo con su muerte
En estos días, para vivir un auténtico Vía Crucis, se acomete la ingente pero deseada tarea de procesionar a nuestros Sagrados Titulares.
En la calma de la noche Antequera no está dormida, va a vivir el Vía Crucis de Jesús y de su agonía. Brillan en el cielo los luceros que alumbran con sus pupilas, y es mayordomo la Luna de celestial cofradía. Espera con impaciencia la pronta amanecida, para llenar sus calles de gentes de luz y bienvenidas, ¡Qué ya es Domingo de Ramos! ¡Qué ya llegó la primavera! que hoy comienzan sus cofradías ¡la Semana Mayor de Antequera!
Ha llegado la hora,
Desfile de armadilla y preparación para ¡la salida procesional!. Momento importante en la vida de la Cofradía, por él se ha trabajado todo un año con máximo esfuerzo, sin regatear sacrificio.
“Acercándose a Jerusalén, luego que llegaron a la vista de Betfage, al pié del monte de los olivos, envió Jesús a dos discípulos, diciendo: Id a esa aldea que se ve enfrente de vosotros y sin más diligencia encontrareis una asna atada, y su pollino con ella: desatadlos y traedmelos, trajeron el asna y el pollino, lo aparejaron con sus mantos y le hicieron sentar encima.
Una gran muchedumbre de gentes cortaba ramas, extendían sus vestidos en el camino y aclamaban ¡Hosanna, salud y gloria al Hijo de David!. ¡Bendito es el que viene en nombre del Señor!
DOMINGO DE RAMOS se abre el pórtico de la Semana Mayor. Comienza la celebración litúrgica y penitencial de la Semana Santa, en nuestras Iglesias la bendición de ramos y palmas conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén.
La mañana amanece hermosa, con un sol radiante que luce sus mejores galas en el cielo azul de nuestra Andalucía. El cántico de los pájaros se oye por doquier, los arboles abren sus brotes y los jardines se llenan de flores, rosas, claveles y alhelíes, presagian que la primavera ha de enmarcar la procesión más popular y alegre de nuestra Semana Mayor, la de los niños, a la que ellos prestan su candor e inocencia en la tarde del Domingo de Ramos.
Hay una aurora luminosa en la mañana que envuelve la ciudad con su resplandor, el incesante tañir de una campana nos llena a todos de temblor. La campana nos despierta con sus sones llamándonos a la oración, que hoy es Domingo de Ramos de palmas y olivos la bendición. Matinal en San Agustín esplendorosa, y por la tarde cuando la procesión haya salido, al cruzar la calle fervorosa, la Luz de la Esperanza habrá encendido.
Aún el sol no está en su ocaso, la COFRADÍA DE NUESTRO SEÑOR A SU ENTRADA EN JERUSALÉN Y MARÍA SANTÍSIMA DE LA CONSOLACIÓN Y ESPERANZA, se prepara para realizar su estación penitencial en la Semana Santa antequerana.
Es la Cofradía que tiene el honor de abrir los desfiles procesionales de nuestra Ciudad en el primer Domingo del mes de Abril.
Por la calle Infante D. Fernando, dirigiéndose a la Iglesia de San Agustín, aparece el Guión que, al igual que el estandarte, va diciendo que la Cofradía ha comenzado su caminar; acompañan niños y niñas todos con un pensamiento común:
Cuando la túnica me he puesto y el cíngulo he amarrado con calma, dentro de mí el corazón salta cuando a la Iglesia me acerco.
Pobre e indefenso me siento, pero al tomar en mi mano la palma presiento muy dentro del alma la proximidad de tu encuentro.
Y al ver tu majestuosa figura en un humilde jumento, en San Agustín triunfante, de mis ojos brotan lágrimas de alegría y de mi boca un juramento: querer siempre acompañarte.
La placita de San Agustín se ve repleta de gente que espera ver salir a Cristo y de su Madre, poniendo de manifiesto la ilusión y el amor de unos cofrades que, tras ímprobo trabajo, ven colmados sus deseos de procesionar a sus tres Titulares.
Después, silencio, se oye el tintineo de las bambalinas de un palio, un murmullo recorre la tarde y una voz entrecortada grita: ¡la Virgen saliendo está!, Conmoción general: campanas que repican, música, saetas, tambores y cornetas, oraciones y piropos, lágrimas de corazón, la voz del Hermano Mayor, ¡arriba!, María ya salió, tras Cristo irá, cerrando la procesión.
Antes, en su aposento de San Agustín sus cofrades le DECIAN:
Si eres, ¡luz del mediodía!. Si eres ¡Esperanza!, para quién en Ti confía. Si eres ¡Consolación!, para el que sufría. También eres, María, ¡Esperanza y Consolación mía!. Si ayer ¡te vestimos de Reina!, y hoy venimos a buscarte con ¡música, palmas y algarabía!, a pesar de que en Getsemaní hay pena y no alegría, es porque te queremos ¡María!
Y el pregonero le cantaría: Si coronas se hicieran con rosas y jazmines. Si mil serafines labraran diademas y pendentíes. Si del fondo de los mares se sacaran los corales y del centro de la tierra diamantes, zafiros y turquesas. No hubiera joya digna para engalanar tu belleza. Si no hay flautas ni dulzainas que puedan con sus sones, bordar bellos primores que expresen la dulzura de tu rostro y tus emociones,
bien hacemos todos llamándote ¡Señora! Y yo ante ti inclino mi frente pecadora, y en nombre de tus cofrades que te quieren y que te adoran, vuelvo a llamarte: ¡MADRE! y ¡SEÑORA! Niños y niñas ataviados con túnicas blancas y capas verdes, símbolo de la esperanza que inunda sus corazones, acompañan a María.
Y de nuevo, en el dintel de la puerta, CRISTO está otra vez. Redoblan los tambores, suenan las trompetas y la Banda interpreta la marcha real, y sale Jesús del Templo para hacer su recorrido triunfal, enseñándonos con su ejemplo lo efímero del éxito momentáneo y la adulación de la sociedad, ya que poco después los mismos que incesantemente le agasajaban como Rey, con hosannas, palmas y ramos, con la máxima osadía pedirán insistentemente su “muerte” a Pilatos.
He visto la procesión desde la esquina de Maderuelos y nunca podré olvidar lo que mis ojos vieron.
Vieron a un Hombre triunfante subido en un jumento al que aclamaba la gente con hosanna y ofrecimiento.
Vieron la alegría en su rostro al contemplar a su pueblo, pero también vieron en sus ojos lágrimas de sufrimiento.
Como Rey y como príncipe por todos considerado, y, sabía, que poco después sería por todos condenado.
Y Él como Hombre sintió miedo y temor, pero como Dios a todos perdonó.
Queriendo, por voluntad del Padre, con palmas y ramos ser agasajado, para más tarde ser crucificado y perdonar para siempre nuestro pecado.
“Entre tanto llegó Jesús con sus discípulos a una granja llamada Getsemaní.
Caído en tierra sobre su rostro oraba diciendo: Padre si es posible aparta de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú."
Jesús en la Oración del Huerto. Segundo paso que hace su recorrido penitencial con la Cofradía de la Pollinica.
Niñas y niños, con túnica blanca y capa roja, acompañan a Cristo en su triste soledad, queriendo, con sus almas inocentes, disipar los negros nubarrones presentes en el Huerto.
Apenas si alcanzó la luz a doblar la esquina de San Luis, la sombra se engrandece y la claridad del mediodía desaparece, cuando la ciudad, en ese atardecer del Domingo de Ramos, se ve alterada por el paso de Jesús que cambia la alegría y el triunfo de la entrada en Jerusalén, por la pena y la tristeza del Huerto. En la Alameda de su soledad arrodillado, sudando sangre en el Monte Sión de su agonía, “ofrece ruegos y súplicas a quién podía salvarlo del suplicio y de muerte que se aproxima, “Padre si es posible pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Cristo nos da otra gran lección, “conformidad con la voluntad del PADRE”.
Que amargo temor a nublado tus ojos Cristo arrodillado y dolido, ¿Por qué te encuentras tan afligido?, que ¡sangre derramas de hinojos!
Puede ser que la culpa de todo, aunque no nos demos cuenta, sea nuestro pecado que te afrenta y a la humanidad cubre de lodo.
Quiero ser la mano amiga, que pudiera sostenerte en este momento de dolor ingente, cuando más dura es tu congoja ante el cáliz de la muerte
y el desprecio de la gente.
“Estando Jesús en Getsemaní, haciendo oración, llegó Judas, uno de los doce, seguido de una gran multitud de gente armada. Se acercó y besándole le dijo: ¡Dios te guarde Maestro!, Jesús le contestó: ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?. Le prendieron y le condujeron a casa de Caifás”.
Va declinando la tarde, el sol prácticamente se ha puesto, desde todos los puntos de la ciudad empieza a congregarse este Martes Santo, luciendo la clásica mantilla española, la mujer cofrade antequerana que, en la ya casi noche cerrada, se apresta a acompañar en su estación de penitencia a la COFRADÍA DE NUESTRO PADRE JESÚS RESCATADO Y NUESTRA SEÑORA DE LA PIEDAD, cientos de cirios encendidos alumbran, orando veladamente en el drama de Jesús prendido en espera de la sentencia.
Todo el pueblo de Antequera ve con dura cuerda amarrado, pasando por calle de la Vega, a nuestro Padre Jesús Rescatado.
Cientos de cirios le acompañan, que en lágrimas de luz se convierten, para unir su dolor al del Antequera viendo a Jesús maniatado y paciente.
¿Cómo es posible Dios mío, que en esta noche de sombra y vileza al igual que Judas, te condenemos a horas de soledad y tristeza?.
Por tu prisión y escarnio, por tu infinito abandono, por el beso que te ha condenado, yo te suplico ¡Dios mío¡ perdones mi pecado y pueda ser rescatado.
Primer paso de esta Cofradía. Jesús se convierte en el rescatador de la humanidad en virtud de su Pasión, Muerte y Resurrección.
Ya de noche, la marcha de la procesión recorre en silencio el itinerario penitencial, y a su paso la multitud, callada y respetuosa, contempla la estampa de un Cristo, allá en lo alto del trono, cuya mirada dulce y confortante nos invita a que nos alejemos del secuestro que supone el pecado y una MADRE, María de la Piedad, que sigue intercediendo con su dolor por la causa de la Redención.
Santísima Virgen de la Piedad cuan duro y escabroso es el sendero, que en beneficio de la Humanidad recorres tras tu Hijo prisionero. Cuando desde la Cruz Blanca te vi venir por la calle de Lucena, dentro de mi alma sufrí el no poder consolar tu pena. y mi corazón, arrepentido de mis muchas faltas y pecados tembló al contemplar la dulzura de tu rostro apenado. Pero al escuchar las saetas que te cantaban los cantores, y las rimas que versaban los poetas, supe que desde el Cielo te consolaba, con sus trinos y sus canciones nuestra siempre recordada, ¡Niña de Antequera!.
y la Cruz Blanca se llena de gozo, todo es gentío y alborozo, que nuestro Padre del Rescate y su Madre María de la Piedad ya están llegando a la Iglesia de la Trinidad, y en la puerta del Convento, donde tienen su alojamiento, se producen escenas de gran emoción cuando Cristo y su Madre van hacia el interior del Templo. Sus cofrades y devotos, que tras ellos han caminado, sienten en sus corazones la gran satisfacción de que a nuestro Padre Jesús Recatado en la Trinidad podrán visitar, rezarle y pedirle por el bien de la Humanidad, y muy pronto, muy pronto, casi un año nada más, lo verán de nuevo en las calles, en las calles de nuestra Ciudad, haciendo en Semana Santa su estación penitencial. “ Tomó entonces Pilatos a Jesús y mandó azotarle”
Jesús fue atado a la columna del Pretorio romano, con las manos amarradas, tronco flexionado, quedando condenada su sacratísima espalda al furibundo golpe del flagelo, provocando heridas, dislacerando tejidos y rompiendo vasos y nervios.
El primer paso de la VENERABLE COFRADIA DE SERVITAS DE MARIA SANTISIMA DE LOS DOLORES, que hace su salida penitencial el Jueves Santo antequerano, nos hace recordar lo cruento del padecimiento de Cristo al ser azotado.
Escondido tras el muro de gente que se agolpa en la Plaza de Santiago, vi salir de Belén, no ha un niño recién nacido a quien adoraban los pastores, si no a un Dios hecho Hombre que amarrado a una vil columna era terriblemente azotado para contentar a la gente enardecida y manipulada, y yo me vi retratado en la escena de la flagelación por culpa de mi pecado que Cristo con su muerte perdonó, y ¡mi alma conmovió!
Cristo Jesús atado a la columna, ¡Cómo desgarró el látigo tu piel!, ¡Cómo tu sangre fue derramada! para pagar mis culpas de infiel.
Amarrado a tu columna, liberado quiero ser de la muerte y del pecado, y del abismo cruel.
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¡Cómo de ti se mofaron!. ¡Cómo te encontraste solo y abandonado!. De espinas coronado. De rodillas flagelado y torturado como el más abyecto malhechor. ¡Qué gran suplicio padeció tu cuerpo!. ¡Eres la viva imagen del Mayor Dolor!
Largas filas de penitentes, rodeada su cintura por espartos de sigilo y penitencia, con túnica negra y corazón palpitante, recorren las calles en total silencio sólo roto por el viril canto y música que les acompaña, y en frenética carrera, por la llamada de su Cristo y de su Virgen se dirigen prestos y diligentes hacia la Colegiata de San Sebastián.
Cuando la noche empieza a dominar la plaza, la REAL, PONTIFICA E ILUSTRE COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DEL MAYOR DOLOR Y NUESTRA SEÑORA DEL MAYOR DOLOR ultima los preparativos de la noche penitencial del Miércoles Santo.
Frente a una puerta grande de la calle Encarnación, tras penitentes enlutados vi pasar una procesión. Llevaban a un Cristo vencido pletórico de Amor ¡Cristo amado y bendito! ¡Cristo del Mayor Dolor! Y por aquella puerta grande de la calle Encarnación, también salió su Madre,
transida de dolor, que tras el Hijo caminaba cerrando la procesión.
La noche se hizo para que la cruzara la Cofradía rompiendo sus sombras y alterando su silencio. Tú y yo la vimos venir de lejos, en larga fila los nazarenos, sonando tambores y cornetas que lanzan al aire sus redobles, nos quedamos en la acera callados, mudos, para verla pasar; la música pieza sacra sonando está que quiere a Cristo en su agonía acompañar; siguen tarjeteros, maceros y el guión presidencial; penitentes quedos, hieráticos, alumbrando con sus cirios el desfile procesional, y de pronto a nuestra altura Cristo del Mayor Dolor parado está, reflejo de amargura, sufrimiento y pesar; su cuerpo, ¡dolorido y sangrante!, que por nuestros pecados quiso Dios penar y ofrecerse en sacrificio para nuestros males remediar. ¿Quién no se conmueve con imagen tal?, Brota un sentimiento que nos hace balbucear una oración llena de pesar, pidiendo perdón por nuestra iniquidad.
Hoy que la vida me dio sentido de comprender tu inmenso Dolor, a mí que a veces fui cobarde como Pilatos, indigno como Judas, medroso como Pedro, me pesa no poder alegar nada en mi favor, reconozco que esta culpa mía fue el llanto que llena tus mejillas y la pena que inunda tu corazón, ¡Oh Virgen del Mayor Dolor! escucha la oración de este culpable que añadió a su corona más espinas y que con furia su cuerpo golpeó, y que ahora, arrepentido y contrito, pide por tu mediación PERDÓN.
Y, de vuelta, llega la procesión a la Plaza de San Sebastián, tras largos momentos de sublime emoción, sus cofrades y los antequeranos que en multitud allí se han concentrado, se despiden de Cristo del Mayor Dolor y de María, su Madre, del Mayor Dolor, rezando y rogando que por su infinito amor nos liberen de las penas y tristezas de nuestra humana condición, para que lo mismo que todos los días les visitamos en la interioridad de su Altar, mañana, cara a cara, en el Cielo nos los podamos encontrar.
"Después de haberse mofado de Él, escupido y ultrajado, puestos de nuevo sus vestidos, lo sacaron a crucificar y, llevando sobre sus hombros la pesada carga del madero, fue caminando hacia el suplicio a un sitio llamado de la calavera, calvario, osario o Gólgota en hebreo"
Tarde límpida de luz y claridad, jóvenes ansiosos cruzado el pecho por vistosa banda verde y con el corazón henchido, se dirigen hacia su templo, el Real Monasterio de San Zoilo. Son los cofrades de la ARCHICOFRADIA DE NUESTRO PADRE JESÚS DE LA SANGRE, SANTÍSIMO CRISTO VERDE Y NUESTRA SEÑORA DE LA VERA CRUZ.
Al atardecer del Lunes Santo, la excelsa figura del NAZARENO DE LA SANGRE está en el pórtico de la Iglesia de San Francisco:
Cristo bendito Jesús de la Sangre ¿dónde vas con ánimo encogido llevando sobre tu hombro dolorido ese madero tan duro e infame?.
¡Camino, por el bien del hombre, hacia la cima del Monte Calvario donde seré inmolado, siguiendo los designios de mi padre!.
Y yo, de Ti que hiciste de la muerte, vida, de la tiniebla, luz, y de la pena, alegría, siempre, siempre desearía cargar, sobre mi espalda, tu trono y tu agonía.
Primer paso con el que inician su andadura los jóvenes estudiantes, llevando en sus hombros la destrozada humanidad de Aquel que, al dar su vida por nosotros, camina por la senda ultrajante que más tarde se convertiría en senda triunfante.
Cuándo el sol ya ha besado la Plaza de Santiago, el bronce de las campanas y las encaladas tapias del Convento de Belén y la tarde se va con las primeras estrellas, la ciudad parece recortarse en un cielo trasparente, y en este Jueves Santo:
Lenta y sola vagaba mi alma, por las calles de Antequera, pasando por el Coso Viejo hacia la puerta Granada, a veces miraba al cielo sin saber lo que buscaba. Después de la Carrera, al hacer en Belén parada, admiró la belleza de una Virgen Inmaculada,
y se colmaron sus ilusiones de gozo al contemplarla, es ¡mi Madre de los Dolores!. ¡Cuánto he tardado en encontrarla!. Por las calles de Antequera, mi alma no va ya lenta, ni triste, ni solitaria. y cuando miro al cielo de estrellas y luceros vestido, y miro al suelo de negra noche rodeado, pienso que Tú, Bien Divino, nunca fuiste perdido ni olvidado, sólo quisiste con tu ejemplo, decirnos: que por ocuparte de nuestra salvación tenías con los Doctores discusión, y como enviado de Dios PADRE, aún con corta edad, dabas tu primer paso a favor de la Humanidad, que sería liberada, más tarde, por tu muerte y resurrección, del pecado y la condenación.
Poco tiempo ha transcurrido desde que Jesús-Niño perdido en el templo en conversación con los Sabios y Doctores, momento que conmemora con el bellísimo paso del NIÑO PERDIDO la PONTIFICIA Y REAL ARCHICOFRADÍA DEL DULCE NOMBRE DE JESÚS Y NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ, hasta hoy en que, finalizando su vida pública, Jesús camina por la calle de la amargura.
Tarde del Viernes Santo, en el dintel de Santo Domingo, el Dulce Nombre de Jesús está dispuesto a beber hasta la última gota del suplicio e inmolarse por la redención del género humano.
Te echamos al hombro, Dulce Nombre de Jesús, la herramienta de tu muerte, y como era tu cruz, no la llevaba ni esbirro ni sirviente: sólo tenías que ser tú. Caminando en solitario, más y más se clava la cruz. caminando en solitario, hacia el monte vas Tú. Di que no, Jesús, que no, que no, ¡Sacúdete tu cruz!
No andes ese camino, No trabajes por tu muerte, tú. Pero ¡si la tiras, Dios mío!, ¿Qué será de nosotros? ¿Quién nos salvará, Jesús?
“Abrumado por la perdida de sangre, el peso y la fatiga, Cristo ¡no puede más! y de bruces da en el suelo”.
Jesús Nazareno del Consuelo, de la Cofradía de Servitas, ya se encuentra en calle Belén, las campanas de Santa Eufemia tañidas por delicadas manos anuncian a todo el gentío que se aglomera en la Plaza de Santiago, la Cuesta de Archidona y la Carrera, que Cristo deja su retablo de Belén para iniciar una silente oración penitencial.
La calle es un río de amargura que el Nazareno tiene que atravesar. Cae una y otra vez más por culpa de nuestro pecado que Él tiene de condonar. Cristo bendito del Consuelo, mis ojos lloran de pesar al ver tu cuerpo sangrante y tu demudada faz. Pero siento alegría viendo a tus hermanacos pasar, ¡Qué sigilo!, ¡Qué prudencia!, ¡Cómo te ayudan en tu caminar!, se nota que ellos también, tu cruz quieren soportar.
María de los Dolores busca el consuelo para todos, y como Madre amorosa, aún con el corazón traspasado por el dolor, suplica al Altísimo favor para el pecador implorando su clemencia a pesar de la sentencia a muerte del Redentor. Madre, yo he visto, cómo tiembla en tu mano, movida por el viento, la fina batista de tu pañuelo. También he visto como guardabas, un suspiro de tu pecho en el fino encaje de ese pañuelo, y he visto que un clavel de tu trono, con el cáliz abierto, esperaba con ansiedad
poder recogerlo. Y también he visto como caía de tus bellos ojos una lágrima que mojaba el pañuelo, y he visto que otro clavel del trono, blanco y discreto, exhalaba su perfume para darte consuelo. Y he visto como un cirio encendido, derramaba sus lágrimas de cera alumbrándote el camino. Y yo, siento envidia del pañuelo, del clavel, del viento y del cirio, ¿quién fuera como ellos? ¡siempre contigo!.
Después se produce el encuentro con la Cofradía del Consuelo que, desde el Templo de San Pedro y por la calle de su mismo nombre llega a la Plaza de Santiago, momento crucial de estas dos Cofradías hermanadas en un Jueves Santo digno de recordar, María del Consuelo y María de los Dolores ¡dos advocaciones distintas y complementarias!, dolor profundo de nuestros pecados y consuelo infinito por el perdón que CRISTO con su MUERTE nos alcanzó.
Para conducirle al suplicio echaron mano de un tal Simón, natural de Cirene, que venía de una granja, y le cargaron la cruz para que la llevara ayudando a Jesús”
Tarde del Viernes Santo, allá en el Portichuelo, la multitud se congrega en la placita pequeña de la Iglesia de Santa María de Jesús, espera expectante que la REAL E ILUSTRE ARCHICOFRADÍA DE LA SANTA CRUZ EN JERUSALÉN Y NUESTRA SEÑORA DEL SOCORRO comience su estación.
Lo primero que ven sus ojos es el paso insignia de la Cruz de Jerusalén, finamente adornado y precioso en su concepción, distintivo de la Cofradía de “Arriba”, llevado por 42 Hermanacos con túnicas y capuces negros.
“Jesús cae de nuevo y como temen no pueda continuar requieren la ayuda de Simón”.
Momento que la Cofradía ha plasmado en ese maravilloso paso de Cristo ayudado por el Cirineo y que rememora un momento crucial de la Pasión, conminándonos a todos a que seamos verdaderos Cirineos para nuestros hermanos más necesitados.
No fue tu cruz de madera pulida, fue de árbol mal descortezado. Fue un infame madero, tosco y pesado, que sobre tu hombro divino
poco a poco lo ha llagado. Era tan tanto su peso, tan duro de soportar, que Simón el de Cirene te tuvo que ayudar. Y tus cofrades de ”arriba”, queriéndole imitar, quitaron peso a tu cruz y de plata la hicieron forjar, grabando en ella y en su corazón ¡seamos cirineos para los demás!, aunque su carga sea dura entre todos ¡la podremos llevar!.
Aparecen en la puerta de Santa María de Jesús los primeros varales de palio, un escalofrío recorre al gentío que se agolpa en el Portichuelo al ver salir a su ¡Reina!, una mujer vestida de sol y con la luna a sus pies, coronada de estrellas y de oro y con ángeles y flores en su trono, es la ¡Madre de Cristo!, ¡la que quieren sus cofrades y adoran sus devotos!.
Virgen de sol ataviada, con la luna a tus pies divinos, tu sien con luz eterna coronada y los ojos por lágrimas enrojecidos. El silencio de la noche se ha roto con el tañer de los tambores, anunciando que la Madre del Socorro aparecerá en su trono lleno de flores. Se oyen repiques de campanas, ¡La Virgen sale del templo!, y presagiando futuras vegas ¡las cuestas baja corriendo!, como reina preciosa, llevada con prisa, la Virgen viene llorosa mientras le acaricia la brisa. Y las estrellas le alumbran que quieren ser su luz, que quieren ser su manto, que quieren enjugar sus ojos en esta noche del Viernes Santo, Y, tras viejas celosías, a su paso, unas monjitas rezaban, seguras de que en la tierra, con su vista, han gozado alboradas celestiales
con las que siempre soñaron.
"y habiendo llegado al sitio de la calavera o Gólgota, Jesús fue crucificado.
Estaban al mismo tiempo junto a la cruz de Jesús su Madre, María de Cleofás y María Magdalena, y Jesús dijo a su madre: Mujer ahí tienes a tu hijo, y mirando al discípulo amado dijo: Hijo ahí tienes a tu madre.”
Cristo de la Misericordia, que colgado del madero a tu Madre nos diste por Madre alcanzándonos su Consuelo. . Queremos tus cofrades, en esta hora suprema, siempre agradecerte que nos dieras a tu Madre, por Madre, y nos salvaras con tu muerte. Y cuando gritaste “Eli, Eli, lema sabachtami” “todo está consumado”, gravamos en nuestro corazón que gracias a Ti el mundo fue salvado.
Tarde del Jueves Santo para la HERMANDAD DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA MISERICORDIA Y NUESTRA SEÑORA DEL CONSUELO.
La plaza se va llenando de gente que quieren ver salir a su Cofradía y entre aplausos, vivas y música el Cristo de la Misericordia y la Virgen del Consuelo salen, desde la Iglesia de San Pedro hacia la Plaza de Santiago donde espera la Cofradía de Servitas para celebrar el encuentro. Misericordia y Dolor, dolor del Cristo atado a la columna y caído y misericordia del Señor en la cruz. Dolor y Consuelo, María de los Dolores y María del Consuelo.
¡Como se abrazan, Dios mío, el dolor, la misericordia y el consuelo!, apretados en estrecho abrazo quieren llegar a todo el pueblo, como paloma que levanta el vuelo desde Belén hasta San Pedro, desde San Pedro a Santiago, para librarles del dolor y del pecado con su misericordia y su consuelo.
.... después de recorrer el itinerario procesional, después de finalizar la vega en la Cruz Blanca, la Virgen del Consuelo y el Cristo de la Misericordia vuelven de nuevo a la pequeña placita de San Pedro, el pregonero quisiera tener alma de poeta para poder cantar lo que ocurren en este lugar en la noche del Jueves Santo:
.... ante el Templo los pasos se mueven, se levantan, se bajan y se vuelven a levantar, se dirigen a la puerta pero no quieren entrar; vuelven de nuevo a la calle que la gente pidiéndolo están; suenan clarines y cornetas, redoblan los tambores en frenética marcha procesional y el cofrade se conmueve, fuerte nudo en la garganta y muchas ganas de llorar; más de uno lágrimas tendrá cuando ve a Cristo y a su Madre que parece no querer marchar, pues han encontrado en su pueblo almas de recto mirar, fieles y comprometidas que tras ÉL por la vida caminando van.
“ Entre dos ladrones como oprobio de la humanidad, y, ya muerto, de su corazón traspasado brotó sangre y agua"
Santísimo Cristo Verde, hoy Lunes Santo tus estudiantes vienen a verte. Vienen de todos los puntos cardinales con él animo alegre, y es que para sacarte, ¡vuelven!, que las calles de Antequera esperan para verte, para contemplar tu cuerpo llagado y tu rostro macilento por el sopor de la muerte. Para rezarte ¡Cristo Verde!, ¡Las calles de Antequera esperan verte!.
Y al salir de San Francisco, una voz queda, temblorosa, profunda, susurra:
Que le mesan suavísimo, por hondas callejas donde la sombra mora, por calles iluminadas de sol de aurora, por senderos sigilosos donde crece la amapola, por cañada y camino que en el monte aflora, por campos con musgo y flor silvestre y por aquellos donde el trigo ya está verde. Estudiantes, suavísimo, que lleváis a Cristo muerto, a Aquel que todo lo vence, que ¡por culpa de nuestros pecados hoy lo lleváis inerte!. Que le lleven suavísimo ¡Estudiantes, que le lleven!
Venid conmigo, venid, acompañadme, veamos, codo con codo, a la Virgen de la Veracruz que, por la calle Diego Ponce, viene llorando desconsuelos y quebrantos infinitos en la soledad de su cruz. Vamos, aprisa hermano, venid conmigo, venid, ya es noche cerrada y la Cofradía está allí, en la Plaza de San Francisco, con Jesús de la Sangre muerto ya en la cruz, y nosotros queremos estar con María, su Madre, Nuestra Señora de la Vera Cruz.
Que angustia ¡Madre mía! ver al hijo amado vilmente asesinado y en un madero colgado. Que pesar, ¡Virgen bendita! debió atravesar tu alma, ¡más que un puñal afilado! te tuvo que doler la vista de tu Hijo ejecutado. Pero tú ¡Madre dolorosa! aún con perder al Hijo amado, fiel a tu promesa, todo lo habías aceptado. ¿Cómo se hubiera producido la obra de la salvación?, si no nos hubieses entregado al Hijo de tu corazón. Por tanto dolor asumido, por tu Hijo muerto y escarnecido, te rogamos ¡oh Virgen de la Vera Cruz! ¡nos protejas bajo tu manto! y ¡nos alivies en nuestra cruz!.
Antes de romper la noche, otra vez el dolor acecha, dolor y dolor de muerte, ¡noche del Viernes Santo!, Cristo Crucificado que se duerme en el árbol de la cruz bajo un cielo negro y atormentado, la serenidad de su cabeza inclinada y su rostro, aún con las huellas del tormento padecido, ¡lleno de paz!. Conmueve a la muchedumbre que en silencio se agolpa en la plaza de Santo Domingo.
Ya por la calle del Viento y cuesta de Zapateros, baja despacio y en silencio el Cristo de la Paz y de la Buena Muerte. Van 52 hermanacos con túnicas moradas llevando a su Cristo muerto y lo llevan prendido en una Cruz como emblema de sufrimiento. ¿Qué fuerza ayuda a estos hombres a cumplir su estación penitencial? ¡Saber que Cristo está muerto por lo pecados de la humanidad!. Y lo llevan con sentimiento y pesar, pero con la alegría de que ¡al despertar!, habrá llegado la hora del triunfo universal.
Noche de Viernes Santo. Llegué, desde el Arco de los Gigantes, de ese arco sostenido por pilares que hablan de historia,
de triunfos bien merecidos, de ejércitos en derrota, de gloria y de vencidos, hasta el Arco de calle Nueva donde quedé abstraído, multitud de hombres, mujeres y niños, que veían a su Cristo pasar, a su Cristo de la Paz y de la Buena Muerte, con espinas en su corona que se clavaban en su frente, con el costado abierto y colgado en el madero, muerto. ¡Procesión, Semana Santa! ya traen a Cristo muerto, recordé rezos de mi madre cuando aún yo era niño indefenso, ¡Dios mío, Dios mío! límpiame de vanidades y hazme contrito y confeso. ¡Procesión, Semana Santa!, Ya llega ¡Cristo muerto!.
Por la calle del Viento, camino de San Sebastián, baja nuestra Señora, ¡nuestra Señora de la Paz!, acompaña a su Hijo bien amado muerto y crucificado, con el alma conturbada y el pecho atravesado por hondo puñal.
Mil flores adornan su trono y sus luces y candelarias iluminan ese rostro bendito y coronado y esos ojos nublados por la aflicción de la muerte del Redentor, y en ellos se refleja la bondad de su corazón pidiendo a Dios Padre, Sumo Hacedor, perdone a los culpables de tan horrible traición.
Perdónanos también tú María si para acompañar tu dolor ¡te vestimos de Reina!, ¡te engalanamos con primor!, ¡te coronamos con oro!, ¡te rodeamos de flores y resplandor!, es porque con orgullo te llevamos dentro del corazón, Te ¡veneramos! y te ¡adoramos! con respeto y con amor, como hijos tuyos bien amados y también del Creador
Y sigue su interminable itinerario de dolor y angustia:
Me he fijado en tus ojos.
que se han clavado en mi alma, y yo te preguntaba porque tanta lágrima. Son por la muerte del Hijo, de aquel que tanto amaba, condenado por los hombres a una muerte vil y amarga. Y al contemplar tu mejilla donde anida furtiva esa lágrima, sedienta y de dolor vencida se arrodilló mi alma. ¡Oh Madre mía! perdona que el dolor que te atormenta es a causa de mi torpeza y de mi mucha ofensa. Hoy mi alma en ti confía, te ruego llenes mi corazón, sabiendo que eres mi Madre buena, de paz con tu bendición.
En la tarde del Jueves Santo mi alma en Belén encontró el Dolor, y en esta noche de Viernes Santo corre por calle Encarnación que en la Plaza de San Sebastián, le han dicho, se derraman lágrimas de amor, y presurosa allí se dirige pudiendo contemplar en estrecho abrazo, unidos, al Socorro y a la Paz que ¡María!, la Madre del Salvador, derrama por Antequera para mitigar su aflicción. Y mi alma conmovida, que en Belén encontró el Dolor, recorre alborozada las calles asumiendo su dolor, ya que este es, sin duda, signo de salvación, que Jesús por su muerte a todos nos alcanzó.
“Después de esto José de Arimatea, pidió licencia a Pilatos para recoger el cuerpo de Jesús. Vino también Nicodemo, trayendo una confección de mirra y áloe, tomaron el cuerpo de Jesús y lo amortajaron”
Desde la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en esta noche negra y sombría de Viernes Santo, inicia su penitencia la COFRADIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD, QUINTA ANGUSTIA Y SANTO ENTIERRO DE CRISTO.
Son altas horas de la madrugada, severas nubes de tormenta, negrura insondable en la calle, sólo rota por el débil resplandor de los cirios penitentes, acompañan el silencioso caminar de los cofrades de la Soledad, Cristo ha muerto y en brazos de su Madre lo han puesto.
¡Qué agonía y qué tristeza tuvo María que soportar!
¡Qué dolor y temblor de Madre tuvo que agitar su cuerpo, al tener exangüe a su Divino Hijo en sus brazos muerto!.
Dame tu mano, María la de las tocas moradas. clávame tus siete espadas en esta carne baldía. Quiero ir contigo en la impía tarde negra y amarilla. Aquí en mi torpe mejilla quiero ver si se retrata esa lividez de plata, esa lágrima que brilla. Déjame que te restañe ese llanto cristalino, y a la vera del camino permite que te acompañe. Deja que en lágrimas bañe la orla negra de tu manto a los pies del árbol santo donde tu fruto se mustia, Capitana de la angustia: no quiero que sufras tanto.
Quién no recuerda estos versos de Gerardo Diego, que decía, el inolvidable, Juan Rodríguez Rosado en su pregón de 1.974.
Y María sigue y sigue transitando por la Pasión como Madre Amorosa, Refugio de los pecadores, Consoladora de los afligidos, Salud de los enfermos........
“Jesús es sepultado”
Por la calle del Río, en silencio y a obscuras, el rococó catafalco que lleva en su interior el cuerpo Sacrosanto de Cristo avanza lentamente hacia la Iglesia del Carmen, ya el recorrido de la procesión va finalizando, pero es, en este punto, tal vez por la estrechez de la calle; por la proximidad de los balcones que casi tocan las bambalinas del palio de la Virgen; o quizás, por el silencio con que se ve pasar a Cristo muerto, donde los sentimientos se desbordan y el alma se despierta en mil sensaciones.
Que dolor tan profundo desnuda el alma, liberada la llama, cuando con estupor confundo, lo que el escultor proclama en la madera tallada, con mis sentimientos al dejar el cuerpo en silencio mojando la sabana con mancha ensangrentada. De tanto contemplarlo, aún en madera pulida, su imagen nunca se olvida, y sí el momento del entierro es un paso hacia la vida, estaba en la sabana la pena de tener que amortajarlo, muriendo por causa ajena, y en el sepulcro abandonarlo.
En vigilia permanente, haciéndose más patente aún su soledad, lágrimas de dolor y llanto se desprenden de sus ojos acompañando a su Hijo, ejecutado, camino del campo santo.
Tras el Hijo avanza la Virgen de la Soledad desconsolada, siete puñales en el pecho que su corazón y alma traspasaban, y de sus ojos, el dolor, lágrimas a raudales arrancaba, llenando su bello rostro de surcos de amargura y tristeza, al ver al Hijo muerto, en el sepulcro colocado, frío y yerto. ¡Quién pudiera Madre hermosa para darte total consuelo!
llevarte como te llevan tus cofrades con esmero, en un trono primoroso todo el de flores lleno, y por luz tu corona y tus lágrimas por cetro. ¡No llores más Madre hermosa que tu Hijo no ha muerto!, sólo está dormido, ¡resucitará de entre los muertos!, y ¡vivo, mañana, podrás verlo!,
“María Magdalena, María, madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para embalsamar a Jesús. Llegaron al sepulcro y entraron. Encontraron a un joven que les dijo:
¿Buscáis a Jesús Nazareno, que fue crucificado? ¡Ya resucitó, no está aquí. Id y decir a los discípulos, en especial a Pedro, que Él irá delante a Galilea.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN.
Muy de temprano Antequera, toda ella, se conmueve al recibir la buena nueva: Cristo no está en el sepulcro donde lo habían colocado, HA RESUCITADO.
Domingo de Resurrección, victoria del Redentor, consumada la Pasión y la Muerte, alejadas las sombras y tinieblas, AMANECE un nuevo día y los cofrades y fieles se dirigen a celebrar la solemne liturgia Pascual que, en la Iglesia de San Juan de Dios, se celebra a las once y, después, sobre las doce del mediodía, la última, la mejor procesión: la salida triunfal de Cristo en su Resurrección.
Acompañan como séquito: niños y niñas de la Pollinica, penitentes y hermanacos de las Cofradías, niños ataviados con la antequeranísima túnica de campanillero, representaciones de las Cofradías antequeranas con Guión y bandera, Clero y Autoridades locales, dando esplendor a la Procesión Oficial de la Agrupación de Cofradías al frente de la cual marcha su Presidente, su Capellán y su Junta de Gobierno en pleno.
Es RESURRECCIÓN: El colorido del cortejo se mezcla con el de la mañana, límpida de sol y alegría; el cielo andaluz, que quiere servir de techo a Cristo Resucitado, se viste de azul y sus tonalidades transparentan las calles y plazas dándoles singular belleza. En este Domingo hemos pasado de las bienvenidas del Domingo de Ramos y las tristezas de los días de Pasión, a la confortante certeza de que con la muerte no acaba nuestra existencia, ¡existe la RESURRECCIÓN!, primero de Cristo, y, después, fiados en su palabra la de todo el género humano sin distinción.
¡ALELUYA!, ¡ALELUYA!, ¡Cristo ha resucitado!, lancemos al cielo las campanas de las torres y espadañas de Antequera, entonemos himnos de alabanza a Dios Todopoderoso proclamando el misterio de la Resurrección,
Y fue la luz. Y se alumbro la vida y se incendió la sangre derramada por esta voz de fuego, en llamarada que antes fuera en lo oscuro presentida.
La humedad y la sombra contenida por una noche en siglos ya contada, saltó en colores rota y desatada por cuchillos de sol y amanecida.
Iris de luz que en fúlgidos colores descompuso las luces de aquel rayo con un amor que engendra otros amores. Y fue la luz... . y fue la Primavera Y fue la risa y el temblor de Mayo Y fue el amor sobre la tierra entera.
Escribía José Luis Estrada, el insigne poeta malagueño. Muchas gracias.
Y fue la Resurrección, Cristo venció a la muerte para darnos la VIDA.
Muchas gracias. |