Agrupación de Cofradías de Antequera

Plantilla creada por Conexanet

(2002) D. César García Colavidas

 

Cartel de  José Castillo

 


 

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ANTEQUERA

 

PRONUNCIADO EN LA IGLESIA DE SAN JUAN DE DIOS EL DOMINGO DIA 17 DE MARZO DE 2.002

 

POR

 

D. CÉSAR GARCÍA COLAVIDAS

 


 

Datos biográficos de D. César García Colavidas

César García Colavidas, nace el 17 de Julio de 1.944 en la bella y acogedora localidad de Castejón, (Navarra), donde su familia regentaba la Fonda de la Estación. Allí pasa su infancia y juventud.

 

Está casado con Antonia Mª García Solé, profesora de Música de Enseñanza Media. Tiene dos hijas, Nuria e inmaculada, ambas siguen los pasos de su padre en el mundo del Derecho.

 

En su pueblo natal comienza sus estudios que continuara por diversas poblaciones como Tudela, Lérida, Madrid y Zaragoza, licenciándose en Derecho en el 1.967.

 

Más tarde compagina su trabajo con los estudios de post-grado, master y Diplomatura en Derecho Laboral.

 

Entre sus actividades profesionales, destacan su trabajo en diferentes despachos de abogados, la plaza de dirección general de Gas Natural, sus actividades en un despacho propio en Madrid, así como numerosas intervenciones en materia penal.

 

Por su familia se ha sentido atraído por el mundo del toro, incluso se ha atrevido en algunas capeas y tientas. Tras conocer nuestra Ciudad, fue pregonero de la Peña Taurina Los Cabales en 1.993. También le gusta el fútbol, siendo seguidor del Atlético de Madrid.

 

En el año 1.962, coincide en su residencia universitaria con el Doctor Antonio Alcalde García, pieza clave que le llevaría a enamorarse de esta Ciudad de Antequera que hoy le brinda pregonar nuestra Semana Santa.

 

La primera vez que vino a la Ciudad del Torcal fue en el 1.984. Ni que decir tiene que fue durante la Semana Santa. Desde entonces, nos visita siempre que puede.

 

Como pregonero y experto en el arte de la oratoria cofrade, apuntemos que ha participado en el Pregón de la Siete Palabras de Valladolid.

 


 

PREGÓN

El Doctor Carlos Amigo, de permanente recuerdo en las tierras andaluzas por su fecunda labor pastoral en ellas, dijo –y hago mío- en el pregón de la Semana Santa de Valladolid de 1.988, que <Fue Maria Magdalena quien hizo el más gozoso de los pregones en la mejor e inacabada Semana Santa de todos los tiempos, cuando anunció a los discípulos: He visto al Señor. El Señor ha resucitado>.

 

Inútil, falso y vano sería el pregón si Cristo no hubiera resucitado de entre los muertos.

 

Ilustrísimo Señor Alcalde de la muy Noble, muy Leal y Señora Ciudad de Antequera.

Señor Presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías.

Hermanos Cofrades.

Antequeranos de nación y de corazón.

Señora y Señores.

 

Agradezco a mi ilustre presentador don Manuel Pérez Artacho, las sentidas expresiones que me ha dedicado, pero les aseguro que son más producto de su abundancia de corazón que de la evidente realidad. Ya se sabe que el refranero, a veces acierta plenamente y no olviden ustedes aquel que dice. <Que de sapiencia y de bondad, la mitad de la mitad>. Muchas gracias don Manuel-

 

Como cada año, con la llegada de la primavera cuando en la fértil Vega y en las faldas de las vecinas sierras, se mezcla la pureza del blanco almendro en flor con el incipiente verdor de mieses y olivares, la Ciudad se dispone a volver a vivir el drama redentor de la Pasión de Jesús del que el pregón es, simple anuncio, pórtico de esa oración colectiva que supone los próximos desfiles procesionales.

 

En su recordado pregón de 1.977, el Académico don Luis Maria Ansón, hijo, sobrino y nieto de antequeranos (su abuelo fue alcalde de esta Ciudad), en un alarde de sinceridad afirmaba: <Mi amor a Antequera, señoras y señores, me ha traído aquí cuando por respeto a todos ustedes, yo debí haberme negado a pregonar una Semana Santa que no conozco; hablar de vuestros pasos, de vuestros Cristos y Vírgenes, de vuestras tradiciones centenarias, sin conocerlos, nada más que a través de la lectura y la palabra, sería una profanación, me daría vergüenza referirme a ellos delante de los pregoneros de años anteriores, cuyos pregones he leído y son realmente extraordinarios. He venido pues, en primer lugar, a pediros perdón por estar aquí sin otro merecimiento que mi veneración por Antequera...> Si así se expresó tan excelso pregonero, pueden ustedes imaginar los sentimientos que embargan a este liliputiense aprendiz.

 

Ya más cerca en el tiempo, en el pregón del año 1.996, Carolina Guerra, señora de Artacho (también pregonero –por cierto he observado que hasta 5 veces se repite ese apellido entre los que han tenido la honra de ocupar esta tribuna-), en otro memorable pregón se preguntaba ¿quién puede explicar con más finura la Semana Santa de Antequera que los antequeranos? ¿Quién la lleva inscrita en la memoria colectiva y casi impresa en el código genético, en el ADN psicológico, en la creencia religiosa?

 

Tenía mucha razón Carolina y, en su corroboración, basta dar una lectura la compilación de Pregones y Pregoneros de la Semana Santa editada por don José Luis Vidaurreta, en donde podemos encontrar, desde la brillantísima síntesis histórico-religiosa del Profesor Luna (1.950) a la descripción como sólo él sabe hacerlo con un perfecto manejo del idioma y su antequeranismo a raudales, de Juan Alcaide (1.966) o el extraordinario <Entre verso y prosa> de Juan Rodríguez Rosado (1.974) o, ese exhaustivo recorrido por todo lo antequerano que de magistral manera abordó nuestro gran cronista Ángel Guerrero (1.990), o mi propio presentador don Manuel Pérez Artacho, quien con singular belleza nos adentró en los misterios de la Pasión según Antequera.

 

Podría extender la cita de Pregoneros de forma exhaustiva, porque todos han contribuido de una manera eficaz, bella y singular, a realzar la Semana Santa de esta sin par Ciudad.

 

La consecuencia que de ello deduce quien habla, es que, el famoso aforismo de que <nadie es profeta en su tierra> ha quedado hecho añicos por cuanto Antequera se refiere y en ello también se muestra un símbolo de distinción, como lo acredita que la inmensa mayoría de los pregoneros vieran la luz en Antequera.

 

La única explicación que me cuadra pues, es la afirmación del amor que Antequera siente por lo suyo y por los suyos.

 

Piensen ustedes que el Evangelio según San Mateo, relata que Jesús, viniendo a su tierra, enseñaba en la Sinagoga, de manera que, admirados, se decían: ¿de donde le viene a éste la sabiduría y tales prodigios? ¿No es este el hijo del carpintero...? ¿De donde, pues, le viene todo esto? Y se escandalizaban de Él. Jesús les dijo: <Sólo en su Patria y en su casa, es menospreciado el Profeta>.

 

Esta afirmación de amor es tan grande que hace profetas a sus propios hijos, dando muestra de que las enseñanzas evangélicas han calado hondo en el corazón de sus gentes que han sabido adecuar a su conducta de vida, el nuevo mandamiento evangélico de <Amaos los unos a los otros como Yo os he amado>.

 

En esta ocasión, y no encuentro para ello explicación alguna, habéis querido que el pregonero, que ni ha nacido, ni ha vivido, ni tiene raíces genealógicas con estos pagos, que tampoco acumula merito alguno que lo haga acreedor de este honrosísimo menester, pues tal no puede considerarse el haber paseado sus cales y plazas, visitando sus monumentos, rezando en sus iglesias y acumulando un buen ramillete de amigos con tan escaso bagaje, ocupe un estrado que le sobrepasa, mírese por donde se mire.

 

He percibido que el amor, como sentimiento de los antequeranos a su cuna, hace nacer, para mí, un autentico binomio Antequera-amor.

 

Se preguntaran de dónde saca el pregonero ese binomio: Mirad, con los ojos del alma, recorrer el entorno y ante vosotros, contempláis la ubérrima Vega, nutricia para el cuerpo y recreo para el espíritu.

 

Si es verdad, a mi no me queda duda, que el Creador, al contemplar su obra, quiso besarla y reposando su mano, dejó sus dedos gravados en lo que son las Rías Gallegas, no es desmesurado pensar que unió sus labios a la tierra en el exacto lugar de la Vega, porque desde la eternidad sabía que esta tierra sería conocida como la de María Santísima.

 

Mirad con los ojos del alma y veréis que allí, por donde la Vega apunta a Granada, culmina, como corona o blasón, ese macizo rocoso con forma de apacible rostro, en el que tantas y tan hermosas historias –leyendas de amor- se esconden y que no por casualidad habéis dado en llamar <Peña de los Enamorados>.

 

No resisto a incluir en el Pregón la de Salín, hijo del alcalde de Ronda, hecho prisionero por don Rodrigo de Narváez, cuando se dirigía a Loja para casarse. Caído en gran abatimiento, su captor, bajo palabra de retorno, le permitió continuar el viaje. Luego de contraído matrimonio y cumpliendo la palabra empeñada, regresó con su esposa ante el de Narváez que, conmovido, honra de buen antequerano, dejó libre a la pareja.

 

Eso, es amor.

 

Si Dios no besó por la Vega, no es sacrilegio pensar que fueran divinas caricias las que forjaron esa tierra del Torcal, maravilla de formas, monumento natural, cuna de toda suerte de adornos naturales, orfeón polifónico de trinos y gorjeos que lo llenan de vida y donde se palpa aquello de que la naturaleza imita el arte, superándolo. Si la Vega es despensa, El Torcal, además de haber proporcionado durante siglos ese incomparable mármol, nos calma la sed con ese autentico oro blanco, al par que alimenta la sed de amor.

 

Pero si el Creador dejó tales pinceladas de amor por esta tierra, sus hijos se ocuparon desde los tiempos más remotos y con tan excelsas mimbres en adornar su sin igual entorno; Menga, Romeral, Viera, termas, calzadas, villas, mosaicos, Efebos, Venus, castillo y muralla, palacios, conventos, iglesias de todos los estilos, neoclásicas unas, barrocas otras, en donde los alarifes, escayolistas, escultores, dejaron su obra plena de amor y de fe cristiana que supo reponer quien ha pasado a la historia como Don Fernando el de Antequera.

 

Quiero llamar la atención sobre la figura del Infante, que nacido en Castilla, corregente de ese Reino y con tal circunstancia, conquistador de Antequera, quiso el Compromiso de Caspe que ciñera la Corona de Aragón, tras la muerte sin descendencia de Martín I el Humano, lo que no fue impedimento para que pusiera no el nombre de ese Reino, sino el de ANTEQUERA,  cuya toma, al decir de los historiadores y al querer de San Vicente de Ferrer, catapultó su persona hacia tan altos menesteres.

 

AMOR, AMOR, Y MÁS AMOR,  hasta tal punto que sobre el jarrón de las puras azucenas fondeado por los pabellones de Castilla y León con letras de oro se lee en el escudo <P.S.A.> ¿No les parece que eso también es una confirmación de lo que pregono?

 

Mis recuerdos de Semana Santa se remontan a mi Castejón natal, donde viví la procesión de Viernes Santo, hoy lamentablemente desaparecida, como autentico acontecimiento.

 

No había Cofradías ni Hermandades, solo el buen hacer de unos pocos y el entusiasmo de otros, pero era lo cierto que cada año se repetía, mejorada, la celebración procesional.

 

Tanto insistí en participar que, mi buena madre, me confeccionó, seguramente de algún retal de cortina, una túnica de color corinto, que me parecía una autentica preciosidad, y palma en ristre, ocupé cerca de la borriquilla, el papel de niño hebreo –creo que era el único-. Así fue durante algunos años, hasta que el dobladillo de la túnica no dio más de sí, cada vez más escaso por mor del crecimiento del <hebreo>.

 

Pasó un tiempo y heredé, de un tío, el honor de ser <hermanaco> en el paso que cerraba el desfile procesional <El Santo Entierro>.

 

Túnica blanca, con cruz latina sobre el pecho y capuchón negro de forma cilíndrica, rematado a la manera de cono truncado. Paso solemne que cerraba el desfile procesional, custodiado por la Guardia Civil, en uniforme de gala, con los mosquetones invertidos, cañón a tierra, en actitud de respetuoso <rindan armas>.

 

La gente que ocupaba las aceras, se destocaba con respeto al paso del Cuerpo del Señor, y en ocasionas hasta sonaba una saeta que, aunque en tierra de jota, erizaba los cabellos.

 

Para mí, aun hoy, después de varias décadas, lo vivido era una profunda manifestación de religiosidad popular que he revivido, sin que admita ningún tipo de paralelismo, en los desfiles procesionales antequeranos.

 

De los pueblos y ciudades próximos al mío, quiero destacar Tudela y Corella.

 

En Tudela, la única procesión, Viernes Santo, no difería grandemente de la que os he descrito, si bien cabe destacar la denominada Bajada del Ángel del Domingo de Resurrección.

 

Cuando en una abarrotada Plaza de los Fueros, precioso recinto cerrado por una maroma, descendía un niño caracterizado de angelito hasta el Trono de la Virgen Dolorosa que llevaba el rostro cubierto con un velo negro y procedía a despojarle de tal prenda ante el entusiasmo de los asistentes.

 

Corella, preciosa ciudad, mantiene al día de hoy una gran tradición de Semana Santa. Su procesión sumamente cuidada en cuanto a la imaginería y a la vestimenta de los distintos servidores de los pasos, goza de gran prestigio y hacen que se desplacen de los pueblos próximos, gran cantidad de gente.

 

La seriedad, el silencio, ola música sacra que los acompaña, siguiendo un orden lógico que inicia por la entrada triunfal, hasta el Santo Sepulcro, -piensen que se trata de un único desfile- hacen de su religiosidad y cromatismo una autentica oración por las callejas y plazas del trazado sinuoso y cuasi medieval.

 

De los años vividos en Cataluña mantengo recuerdos agridulces. Si los desfiles procesionales nada especial supusieron, destacaría de Lérida, los Centurias de <Armats> soldados romanos que acompañan al Nazareno con sus brillantes y metálicas corazas y que golpean el suelo con la base de sus lanzas, al par que reparten caramelos entre la chiquillería. Por el contrario, es muy estimable la representación de <La Passio> que ha hecho celebres las de Olesa, Esparraguera y de manera mas próxima al pregonero, Cervera, La representación en recintos cerrados, realizados para la ocasión, son auténticos Autos Sacramentales en los que participa todo el pueblo.

 

El vestuario, ambientación, movimiento de personas y puestas en escena, son muy estimables. Parece ser que sobran actores para los papeles principales y también para los secundarios, más hay dificultades, cuando se trata de buscar a quien haga de Judas Iscariote o de Pilatos, lo que no deja de tener gracia, porque, al final siempre se resuelve el problema.

 

Como curiosidad les diré que, en las épocas a las que me refiero (hace de ello más de 25 años) las representaciones ya eran en idioma catalán, pero curiosamente, los personajes a los que he aludido, (Pilatos y Judas Iscariote), hacían su interpretación en lengua castellana, se conoce, que era un preludio de los que después fue denominado por los políticos como inmersión lingüística.

 

Valladolid, es punto y aparte. Su riqueza imaginera en donde los más grandes escultores, Juan de Juni, Gregorio Fernández, Francisco Díaz de Tudanea, Alonso de Rozas, Lázaro Gumil, pusieron sus manos sobre la madera y la llenaron de belleza. Copiaron sentimientos y misterios y a través del escoplo y la gubia repitieron, pues también se puede hablar con la obra, las propias palabras del Maestro en el Evangelio.

 

La imagen mueve a la devoción. La imagen evangélica se hace testimonio en el creyente. Si a lo dicho se añade el silencio, el sincopado redoble, el agudo sonido de la trompeta y el marco de lo que fuera capital de las Españas, verán ustedes reflejada la forma castellana de vivir el Gran Misterio. Al menos, así lo vivió el pregonero.

 

Pero en fin, llega Antequera.

 

Quiero recordar que la primera impresión, fue de algo muy distinto a lo que venía acostumbrado; nuevas expresiones, algunas jamás escuchadas: ARMADILLA, HERMANO MAYOR DE INSIGNIA, CORRER LA VEGA, HERMANACO, formas diferentes de adornar los tronos a la manera antequerana, con buscada distinción de la sevillana, la centenaria tradición de sus Cofradías, la riqueza de las diversas túnicas de los cofrades y sobre todo, la participación en comunión de todos los que a cualquier título lo hacen, porque son todos los antequeranos los que se integran en la ORACIÓN COLECTIVA, convirtiendo la entera ciudad un templo vivo, en la verdadera y genuina SEMANA GRANDE de la fe y del amor; ANTEQUERA POR SU AMOR.

 

Conocí de historias y anécdotas y olvidados pleitos, de situaciones limite que pudieron ser trágicas y quedaron en el simple poder ser. Me contaron que alguna vez al coincidir en la Plaza de San Sebastián las Vírgenes de alguna Cofradía, que avanzaban frente a frente, en maniobra de giro sobre sus propios pasos, se daban la espalda. La cosa, me pareció graciosa. En la época de la francesada, allá por 1.808, en el heroico sitio de Zaragoza, se hizo popular una jota que decía:

 

La Virgen del Pilar dice

que no quiere ser francesa

que quiere ser capitana

de la tropa aragonesa.

 

¿Se imagina que carita se le debió de poner a Nuestra Señora de Paris al oír tan breve copla? Pues eso, como lo de la Plaza de San Sebastián.

 

Dije antes que me llamó la atención alguna expresión dadas a figuras anunciadas de la Semana Santa. Sobre manera me interesó la de HERMANACO, que a primera vista es el que lleva sobre su hombro un trono, pero no es todo, es más, mucho más.

 

No es Costalero, quien carga un costal o saco generalmente de grano.

 

No es Cargador, hombre que tiene por oficio cargar, generalmente barcos.

 

No es tampoco Porteador.

 

Es un cofrade, un hermano de trono que, por amor deviene en CIRINEO de esta Semana Santa.

 

Pues tan sonora, preciosa y antequerana denominación me indujo a conocer su origen. Intento baldío. No hay diccionario ni enciclopedia que la recoja y por ello, no puedo sino constatar mi fracaso en la búsqueda; más no desesperado en la labor; quiero darles cuenta de lo que no pasa de ser una hipótesis.

 

Me cuentan antequeranos que, en el mejor de los casos, si peinan, peinan canas que de niños veían al  hermanaco como hombres, grandes, fuertes, curtidos en las faenas camperas y les causaban sensación de hombres de bien, de generosidad, era como si fuera un hermano cofrade pero más grande y más bueno. Vean como he adelantado, al primero de los hermanacos a Simón de Cirene, que con Cristo, cargó la Cruz Redentora.

 

El sufijo <aco> pede tener diversas acepciones, desde la gentilicia (al de Austria-Austriaco) hasta anatómico-patológica (cardiaco) no quiero referirme –no es el momento, a demoníaco- pero sobre todas ellas, destaca la del sufijo despectivo (pajarraco, bicharraco).

 

¿Cómo puede Antequera tratar a sus Cirineos despectivamente? ¿No es ello incompatible con el hilo conductor de este pregón. El Amor? No. No y mil veces no. Antequera es justa, bien nacida y por ello agradecida.

 

Seguramente entre ustedes habrá pescadores, pues parece mas que evidente a afición a este deporte-arte, incluso muy buenos, buenísimos pescadores –ya se sabe que entre los aficionados a tan antiguo afán no cabe sino a parte de buenos-. Sabrán que cuando se cobra una pieza excepcional se afirma admirablemente ¡menudo bicharraco! Ha pescado fulanito>, acompañando a la palabra con un gesto de las manos tan amplio como la envergadura de quien lo cuenta.

 

Esa, y no otra, es la acepción admirativa que cuadra al <hermanaco>, eso es lo que Antequera quiere reflejar la mayor grandeza, la mayor bondad, la mayor generosidad del hermano que sirve al Trono de la Cofradía de su devoción.

 

En ningún otro lugar he encontrado nada parecido. Hace no muchas fechas, me llegó un periódico de Miami, en el que se hablaba de la Semana Santa en Guatemala, concretamente en la ciudad de Antigua y vi que los hermanos que cargaban los pasos eran de parecidas características, en cuanto a túnicas, horquillas y cara descubierta, pero curiosamente, se denominaban <cucuruchos> porque al parecer, en otra época, usaban capirotes que les cubrían el rostro. Tampoco parece muy raro, dado que la conformación de Antigua es como una inspiración, como tantas otras, española –andaluza y sin duda sus desfiles procesionales tienen mucho de aquí como lo tienen los cantes flamencos denominados de <ida y vuelta>.

 

El <hermanaco> reúne en si las características de las virtudes, porque sobre ser hombre de fe, lo es esperanzado y caritativo, pero además, es justo, templado, fuerte y prudente. Por ello, y en la figura de uno de ellos, por cada una de las Hermandades y Cofradías de Antequera, a los que denominare ora por su nombre, ora por su apodo, pues así me ha sido facilitado, quiero rendir homenaje a todos y cada uno de los que hicieron, hacen y harán el milagro de esta Semana Santa y véanse en esas figuras, la totalidad de los hermanos, camareras, campanilleros hebreos, en fin todos, todos los que con tan magna oración participan.

 

Por la Pollinica, don Antonio Cruzado Luque.

Por Estudiantes, Don Juan A. Sanzo y don José A. Campos.

Por Rescate, don Juan Pozo Valle

Por el Mayor Dolor, don Ricardo Orellana Bermúdez

Por el Consuelo, Hermanos Trillo Sánchez.

Por la de Dolores, Quiñónez (Los Gambetos)

Por la de la Paz, don Antonio León Melero.

Por el Socorro, don José Galán <Michelín> sigue el hijo.

Por la Soledad, don Juan Aranda Ruiz.

 

Pero si el <hermanaco> ha merecido mi especial atención, es por la Vega. <Las Vegas>. <Correr las Vegas> otra de las características peculiares de esta Semana Santa.

 

En mi primera Semana Santa Antequerana, oía hablar con frecuencia hablar de la Vega. Se decía <ir a la Vega>, <correr la Vega>, se hablaba en plural de <Las Vegas>. Hasta entonces, para mí, la Vega sólo era la espléndida y fértil llanura, de inusitada belleza que cubría un grandísimo espacio hacia Sevilla y Córdoba, y algo más sinuosa, al Este tras la impresionante Peña de los Enamorados, hacia Granada. Poco a poco fui comprendiendo que todo lo relacionado con la palabra Vega, adquiere otra dimensión durante la Semana Santa. A lo largo de los años, he vivido, participado y reflexionado sobre  <las Vegas de Antequera> esas subidas rápidas de los Pasos por empinadas cuestas, en las que el simple y lento paseo causa fatiga...

 

Varios han sido mis predecesores, los que han aludido, con mayor o menor extensión, a <la Vega>. De entre ellos, quiero destacar a Juan Alcaide quien, en su ya citado pregón, lo analizó a mí entender, con más profundidad y finura; no por casualidad el escritor y jurista lleva por apellido materno De la Vega y, quien le habla, en alguna ocasión ha abogado para que lo completara añadiéndole, como en el caso del Infante, <de Antequera>. Pues bien, sitúa el origen de <correr la Vega> en el arranque histórico de la Semana Santa Antequerana, con la Virgen de la Vera Cruz: al cerro de la Vera Cruz, se llevaban los pasos al grito de <A la Vega, a la Vega>, para, desde allí dominar la Vega y bendecir los Campos. Lo considera el autor, como un grito emocionado de esperanza. <La Vega>, a partir de ese momento, es todo amor, impaciencia de enamorado, excesos de enamorado.

 

Antonio José Guerrero Clavijo, en el extraordinario de Semana Santa de <El Sol de Antequera> del pasado año, califica de milagrosa la tradición antequerana de <correr la Vega> y hace una descripción de las <Vegas> ilustrándolas con un precioso reportaje grafico.

 

He presenciado y participado en <las Vegas> de Antequera. He reflexionado sobre las mismas y he hecho mi propio análisis,

 

La <Vega> de la Cofradía de Servitas conserva el espíritu original al que se refería Juan Alcaide en su pregón; es una <vega> hacia la vega. Los pasos son trasportados por los hermanacos, desde la plaza de Santiago, por la Cuesta de Archidona, con la ilusión de llegar pronto arriba y mostrarles los campos para su bendición.

 

La <vega> de la Cofradía del Consuelo, es una <vega> que se corre de espaldas a la Vega; los pasos, a ritmo lento son bajados desde la Cruz Blanca a la Trinidad para asomarlos a la vega a bendecir los campos. Es a la vuelta, hacia arriba, cuando se corre <la Vega>.

 

Las <vegas> de las Cofradías de Abajo y Arriba, son igualmente <vegas> de espalda a la vega. En ambos casos, los pasos son aupados por los hermanacos exhaustos y subidos a la carrera por las tremendas cuestas que conducen a Santo Domingo y a Jesús. Los hermanacos convierten su ilusión, su espiritualidad, en energía con que poder <ir hacia arriba>. ¿Hacia dónde? No para mostrar la vega. Quizás para ver las alturas y levantar al final la mirada hacia el cielo.

 

<Vegas> de Antequera, Vegas únicas, vegas disimétricas: hacia la vega, para ver la vega; de espaldas a la vega, para llegar pronto a las alturas y estar más cerca de Dios. Vegas que desafían a la fisiología de la resistencia humana.

 

Dos son las razones que me han traído a este simpar marco, inmediata la una, mediata la otra. La primera se debe a la generosidad de la Agrupación de Hermandades y Cofradías a la que rindo tributo de cordial agradecimiento; la mediata, se debe a la amistad de mi hermano del alma Doctor Antonio Alcaide que transmitió su amor por Antequera a este pregonero, y por ello y porque nadie canta <urbi et orbe> a su ciudad como un antequerano, voy a reproducir, vaya con ello mi fraternal homenaje, el pasaje de su pregón de 1.991 <sentimientos en clave de canto flamenco andaluz>.

 

Nuestra Semana Santa esta impregnada cada día de un aire particular. De un olor y de un clima que rodea a cada procesión:

 

A la Pollinica, pórtico de pulcritud en el Domingo de Ramos, por alegrías de Cádiz:

 

La Pollinica salía

ya Cristo en la calle estaba

la Pollinica salia.

Y la gente de Antequera

rezaba por alegrias

 

A los Estudiantes en su Lunes Santo, recordarles, con este fandango de Valverde, las limitaciones de la ciencia y la tecnología:

 

Al cielo pedía clemencia

un sabio ya en su agonía

porque ya no le valía

ni el talento, ni la ciencia,

ni todo lo que sabia.

 

Al Cristo del Rescate, en el martes de petición unánime, esta letra en compás de tientos:

 

A mi Cristo del Rescate

que está allí en la Trinidad

por Antequera le pido

por su tierra, por su gente y por su paz.

 

Al Mayor Dolor en este miércoles de fervor con letra y ritmo de petenera:

 

Orden, fervor y silencia

que pasa el Mayor Dolor

toda Antequera se asoma

para ofrecer su oración.

 

A la Virgen del Consuelo en la luminosidad del Jueves Santo, este fandango de Lucena, tomado prestado de Maria la Talegona, aquella mujer de pueblo que aseguraba que cuando cantaba a la Virgen, la Virgen le sonreía.

 

A visitarte he <venio>

Madre mía del Consuelo

Tú que tanto poder tienes

dame lo que té <pedio>

Tú pués hacerlo si quieres

 

A la Virgen de los Dolores, ese mismo Jueves Santo, compartir su pena con esta soleá de Joaquín el de la Paula:

 

Si yo pudiera ir tirando

tus penas al arroyuelo,

hasta las aguas del mar

iban a llegar al cielo.

 

A la Virgen de la Paz, cuando la noche pasea su tristeza hacia Santo Domingo, por soleá:

 

Es noche de Viernes Santo

y vuela una soleá

el pueblo viene a rezarte

Virgencita de la Paz.

 

La Virgen del Socorro, en su subida al Portichuelo, inspira la confesión sincera, como aquella de la Trini en su desgarradora malagueña:

 

El camino de la <vía>

regando voy con mi llanto

son tan grandes mis quebrantos

que tengo la fe <pedía>

y el mundo me causa espanto.

 

Cuando avanza la noche del Viernes Santo, y la Virgen de la Soledad pasea sola detrás del paso del Santo Entierro, surge el dolor expresado en forma de seguirilla:

 

Hasta el alma me duele

de tanto llorar

porque mi pena, nunca va a menos

siempre va a más.


Es momento de poner termino al pregón, nunca podría aspirar a ser contado ni con los conocimientos, ni con la impronta, ni con la gracia que lo haría un antequerano, pero he pretendido poner sentimiento de enamorado de esta Ciudad a la que por ello digo <Antequera, si porque te quiero quieres que te quiera más, te quiero mas que me quieres. ¿Qué más quieres? ¿Quieres más?>


Muchas gracias.

Attachments:
Download this file (2002.pdf)(2002) D. César García Colavidas[(2002) D. César García Colavidas. Presentación, Datos biográficos, El Pregón.]
 
BACK2
LSSICE ¡CSS Válido! XHTML 1.0 Transitional Válido