Agrupación de Cofradías de Antequera

Plantilla creada por Conexanet

(2004) Doña Carmen Ramos Pérez

 

Cartel de  Rafael Ríos

 


 

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE ANTEQUERA

 

PRONUNCIADO EN LA IGLESIA DE SAN JUAN DE DIOS EL DOMINGO DÍA 28 DE MARZO DE 2.004

 

POR

 

Dª. CARMEN RAMOS PÉREZ

 


 

Datos biográficos de Dª. Carmen Ramos Pérez

Carmen Ramos Pérez, nace en el seno de una familia muy querida en Antequera y muy vinculada a las cofradías, ya desde pequeña ayuda a su madre en los diferentes menesteres que como Camarera de la Cofradía del Rescate tiene.

 

Su vida profesional viene marcada por el ejercicio de su labor como maestra, esto hace que en el ámbito profesional obtenga el reconocimiento, en el campo del lenguaje oral y escrito, obteniendo diferentes premios escolares, en los que cabe destacar “Experiencias escolares” de la Editorial Santillana en 1.995 y el premio Joaquín Guichot y Antonio Domínguez de la Junta de Andalucía en el año 2.000.

 

Trabajadora incansable, colabora en diferentes diarios nivel provincial y nacional y es creadora de la página web www.cajamagica.net, dentro del campo de las nuevas tecnologías aplicadas al mundo infantil de la que es una enamorada.

 

Su amplio currículo profesional lo completa con su mundo cofrade, destacando el haber sido Pregonera de la cofradía del Rescate de Antequera, presentadora del Cartel de la Semana Santa de Antequera en 1.997 y de la exaltación de la mantilla en el año 2.002 junto con el Cartel de dicha Semana Santa.

 


 

PREGÓN

Buenos días. Reverendo Padre Consiliario de la Agrupación de Cofradías, Ilustrísimo Señor Alcalde del Excelentísimo Ayuntamiento  de Antequera, Señor Presidente de la Agrupación de Cofradías, Hermanos Mayores de nuestras Cofradías, Autoridades, cofrades, señoras y señores, amigos, antequeranos.

 

Gracias José Manuel por la presentación que has hecho de mí. Gracias por tus palabras, cariñosas y extraordinarias como corresponden a una persona de tu calidad humana. Si me permites voy a quedarme con lo que más me llena de ella: el ser antequerana. Sí, antequerana, nacida aquí entre el verdor incesante de la Vega y el pensamiento pétreo del Torcal. Soy cofrade de a pie, camarera del Rescate, persona, por encima de todo. Lo demás que has dicho es cierto, pero solamente es un ligero y efímero sonido de campanillas que adormecen el crepúsculo vespertino.

 

Agradecimientos a todos aquellos que me precedieron porque me enseñaron el camino e iluminaron toda una eternidad de recuerdos que se escondían en lugares infinitos. Estas gracias se las entrego, no sólo a las pregoneras o pregoneros que en su día estuvieron aquí, sería transitar sólo por los umbrales de la evocación. Estoy agradecida a todos los hombres y mujeres que en su momento decidieron con su voz, sus miradas y su presencia, dar el primer paso para construir una cofradía. Ellos fueron valientes y los valientes son obstinados, no se rindieron al desaliento. Ellos corrieron riesgos y nos dejaron huellas de voluntades firmes. En este variopinto conjunto de personas, si nos alejamos en el tiempo y en la historia de nuestras cofradías, si reconstruimos recuerdos horquillados, poseeremos la inmensa dicha de contemplar, como esa pluralidad corre aún por nuestras venas, haciéndonos concebir nuevos proyectos, avivando sueños, que despiertan con las primeras sonatas de una primavera lúcida.

 

¡Qué libres se sintieron cuando, olvidándose de ellos mismos, eligieron acercar cielo y tierra, superando obstáculos y paisajes apresurados!.

 

A través del entramado de los años, las cofradías se mueven, y yo ciertamente he sido una observadora privilegiada de acentuados cambios que rebasaron utopías. Ideas iluminadas, profundas transformaciones, proyectos que se siembran y de los que brotan otras esencias. Movimientos alejados de la rutina, que son los más provechosos. Toda esta inquietud reside en las mentes abiertas, constructivas. No es fácil tomar decisiones y sin embargo se toman, porque estamos en el sendero de los valores en los que creemos. Es del todo punto interesante conseguir que nuestra actitud sea vitalista, cargada de pensamientos propagadores de mensajes nuevos plenos de energía vital. Sintamos la firme convicción de que no está todo hecho, de que siempre podemos dar un paso más. Ese es el milagro del futuro, es el esculpido triunfo que recordarán los que nos sigan.

Todo lo que es la Semana Santa está en la mente de todos. Cuando nos sintamos dudar ante las dificultades o nos pese demasiado esta verdad o aquel compromiso en nuestra labor cofrade, volvamos a nuestros orígenes y preguntémonos. ¿Cuál fue esa bendita idea primera, ese audaz espíritu, que puso en marcha a tantos hombres y mujeres? ¿Qué fuerza humana y divina los conmovió para levantar a pulso los tronos, si apenas poseían andas en los que sustentarlos?

 

Hoy tengo aquí una cita de lujo, pregonar la Semana Santa de Antequera. Ser antequerano es ser hospitalario, generoso, es tener la capacidad de unir inteligencia, religiosidad, júbilo, recogimiento, expresividad, pasión… La Semana Santa no se puede explicar, porque es una forma de sentir. Está llena de una rotunda y fecunda grandeza y cuando esto sucede todo se vuelve libre, familiar, popular, se deja… <tocar>. Cuando esto acontece, más se la admira, es como un sentimiento acurrucado que habita una pincelada maestra e imborrable, que nos identifica y nos define, iluminando nuestra ciudad que se despliega, se abre y despierta para soportar sentimientos peregrinos apoyados en el río de la Villa o en alguna torre albarrana de las murallas.

 

Así, que alzare la voz para que todo el mundo oiga, escuche, descubra la grandiosidad de la semana Santa de Antequera, la nuestra. Y es tan rica esta Semana Santa cercana ya en el tiempo, que sabe unir fácilmente pensamientos y sentimientos diversos, para que luego cada uno proclamemos a los cuatro vientos, con nuestras palabras, a nuestra manera, qué es y que significa vivir esta Semana Santa. Y sé que lo haremos con valentía, nobleza y coraje, porque es la mejor manera de penetrar hasta el interior de cada cual, es el único modo de alejarnos de egoísmos para acercarnos a la generosidad ilimitada de ese amor silencioso que nos envuelve y que a veces nos hace caer de rodillas mientras iniciamos una conversación interior con ese Cristo que sufre o con Maria, que aún coronada de plata y oro, sólo encuentra delación aterciopelada entre los bordados de las bambalinas de su palio, o en las olorosas flores que su camarera a colocado a sus pies con eterno cariño y devoción incalculable.

 

Es esencial reconocer, que el arte de las palabras que salen del corazón van más allá de la pura retórica, de este modo acercaremos a los demás esta mezcla de sentimientos realistas, engarzados como joyas excepcionales en sílabas poéticas, visuales, en gotas de fina lluvia que inician de nuevo un camino querido, a fin de contemplar desde las atalayas del entendimiento, todo el paisaje que seamos capaces de abarcar con la mirada clara de las emociones.

 

A corazón abierto, llena de recuerdos, tendidos los brazos hacía el futuro, que es hoy, me presento ante vosotros, desde mi oficio de construir palabras, siendo consciente de la enorme dificultad de la empresa.

 

Decía Cervantes, que lo que se sabe sentir se sabe expresar, así que animada por esta afirmación y sin dudar de mis sentimientos me aventuro a daros este pregón.

 

Por el profundo amor a esta Semana Santa Antequerana, por respeto a nuestras tradiciones, porque mi corazón lleno de amor al RESCATE me lo pide y porque me habéis concedido este grandísimo honor, aquí me hallo antequeranos.

 

Que esta voz que hoy levanto

la escuche el forastero.

Que traspase las  fronteras

donde las haya o las hubiera.

Hoy quiero portar, con gallarda alegría

los legendarios colores

de todas las cofradías

que habitan en mi Antequera.

 

Os aseguro, que cuando comencé a trazar este pregón, a navegar entre el cielo y esta tierra que se halla bajo mis pies, miraba en todas direcciones, mas mirase donde mirase, yo siempre encontraba un único camino: convertir imágenes en palabras.

 

Uno es lo que ama, dicen los grandes pensadores, por eso yo soy… palio, estrella, trono, rostro arrasado en lágrimas, túnica de terciopelo, clavel, mirada cristalina, pies descalzos, silencio, promesas, mantilla, corona de espinas, cruces de todos los tamaños, texturas de oro, dolor, entusiasmo, exclamación… Lugares diversos, plazas recoletas, calles angostas o anchas, cortas o de una infinita longitud. Soy como esa esquina tímida vestida de seda, brocados o encajes. Olor intenso a seda, a poesía, a dolor y sufrimiento repetido, a alegría inmensa, que como cascada torrencial inflama el color de las miradas  y despeja la verticalidad de las torres.

 

Todo ello me lleva de nuevo al corazón y despierta mi memoria, que nunca está dormida, pero siempre es extraordinario encontrar nuevos pasadizos por los que caminar, descubriendo en ellos la sonrisa amable de los sitios muy vividos, de esos soportales a los que accedí desde pequeña, animándome a continuar la búsqueda. Sucedió entonces que oí la voz sabia de Solon de Atenas: <Busca dentro de ti Carmen y allí lo encontrarás todo>.

 

Y busqué.

 

Antequera vive su Semana Santa como algo singular e irrepetible y esta es la parte de un misterio que me fascina.

 

Veréis, me refiero a que el perfil de la Virgen de la Paz en la calle Cantareros y con esta luz, no es igual que cerca de aquella fachada de blanqueado rostro  de la Cuesta del Viento, no; allí parece de seda, etéreo, casi transparente. Porque el dolor del Mayor Dolor y el de su Madre, no es lo mismo este año que el pasado. Profundo paisaje interior en el que todo cambia y todo permanece en indisoluble armonía. Porque hacia la Cruz del Cristo Verde se alzan las miradas de siempre, aunque una luz disciplinada y pura acentúa su intensidad y las hace diferentes. Y el corazón que sangraba en soledad hace unos años ante la imagen del Rescate pidiendo un milagro imposible, rebosa ahora alegría y contento, cuando besa sus pies sagrados, ese viernes tan señalado en el sentimiento religioso de este pueblo. Porque la empinada cuesta de Santo Domingo, de ánimo sereno. Guarda las pisadas de muchos años, y el esplendor de varios siglos. Ni la lluvia ni el viento consiguieron borrar su autenticidad y su fe. ¿No habéis notado que el estandarte de la Pollinita luce de forma especial con las últimas luces rojizas del atardecer, en el instante único en el que éstas se refugian entre los olivos? Emotivas lágrimas de singular transparencia las que recorren los rostros que, ante las puertas de San Pedro, esperan para ver salir la cofradía del Consuelo, mientras por dentro oímos una voz exclamando, ¡Misericordia Señor, Misericordia! Manto negro y oro para la Virgen de los Dolores, que perdona a pesar de las ataduras del Hijo a esa columna que impide su libertad. Si contamos uno a uno los 120 latigazos salvajes que le infligieron y revivimos la escena, ¿no sentís el desgarro en vuestra piel? La Soledad de la Virgen, tras el cuerpo muerto de su Hijo, crea un espacio conmovedor. Angustiada, Maria, aprisiona la corona de espinas y tres clavos, tres, lastima sus manos. ¿Quién verá el nuevo destello de sus lágrimas en medio de la intensa oscuridad que la rodea? Pálida y hermosa, la Socorrillo escucha con el corazón las plegarias de sus hermanacos. Ella, entristecida, sigue con la mirada a Jesús mientras la Cruz desciende, dejando tras de sí una estela de plata prendida en el Portichuelo. Un Niño se ha perdido, pero es hallado por varios ángeles que custodian su tierna infancia y su pequeña cruz. La alegría del Resucitado es un gozo que cada corazón guarda como esos árboles que jamás duermen para que el sol derrame sobre ellos un azul inmenso de cielo. La Piedad, humilde y bella, acoge en su regazo todo el abrazo de un pueblo que reza y ama, que la mece entre el silencio de la Cruz Blanca, cuando una voz de saeta, expresión intensa del sentimiento religioso, se eleva hasta el cielo llena de esperanza.

 

¡Ah!, Maria serenísima,

recibe mi verso sencillo, leal,

lleno de cristalina poesía.

Tierna,

Oigo la voz de la mujer

Que ayuda, consuela y abraza.

Subida en su peana

de azul y alto cielo

haciendo que éste

parezca más cercano.

Desde un centro radiante de hermosura

sonríe llorosa a sus hermanos

que miran extasiados

la rayada luz soñada

bajo el palio recogida.

 

Madre e hijo, Jesús y Maria. Su dolor traspasa los límites de la realidad. Pero fue real lo que ocurrió, no lo olvidemos. Tallados en distintos rostros, nuestras imágenes se asoman a las calles de Antequera, iniciado así un itinerario trazado con mano hábil. Calles que pasean los tronos, y que están ahítas de conmovedoras lunas, antiguas canciones, casas encaladas, horizontes regios, ocultos tras nubes de ámbar o puertas de conventos que prolongan el recorrido. Bajo cada advocación sentimientos diversos, el corazón está colmado, hay que pedir ayuda para llevar el peso de tanta alegría, de tanta desolación de tanta imagen carismática y única.

 

Jesús tiene la convicción, desde que inicia su vida pública, de que su muerte será violenta. Aún así, sabiendo que será inmolado, afronta este sufrimiento, cumple el deber, duro deber, que le ha sido encomendado. Lo hace con valentía no exenta de una fatal aflicción. Él, Jesús, caído, crucificado, moribundo, vilipendiado, apartado de todos aquellos a los que ama, separado de su Madre, amigos, discípulos, permanece fiel al camino trazado, a la idea que lo mantiene vivo para que todo se cumpla.

 

¿Qué sentencia despiadada

te condena, Señor?

La respuesta queda clara

pues en tu rostro ensangrentado

podemos leer

la soledad cruel

de tu vida ya entregada.

 

Sobre los tronos antequeranos, portados sobre firmes hombros de hermanacos, que también saben cuál es su camino, vemos escenas de una vehemencia y una crueldad tejida a golpe de espiritualidad interna. Cada imaginero, cada artista lo vio a su manera. Movimiento, policromía, luz, sombras suaves, sensibilidad, construyen el estilo personal de cada artífice y de esta pluralidad nace la riqueza de nuestras cofradías.

 

Durante una semana se vive una vida entera, esta es la visión que nos queda a los mortales. Jornadas breves tras un año de espera. Principio y fin. Efímero todo como el destello fugaz de una estrella.

 

En medio de dos domingos de júbilo, de luz y de vida, una semana cargada de espinas, plena de dolor, de condena y muerte.

 

¡¡¡Hosanna al Hijo de David!!! Cantos y música. Palmas y ramos de olivo. Rostros felices de chiquillos que esperan la llegada de la fiesta de Pascua en Jerusalén. ¡¡¡Alegría!!!Jesús entra triunfante en la mítica ciudad igual que la Pollinita recorre nuestras calles. Sonríe Jesús, sonríe el Maestro ante la algarabía jubilosa del gentío.

 

Pero el tiempo pasa rápido- Y pronto pasa aquella exaltación, por la soledad en el Huerto de los Olivos. Oración en Getsemaní. Desamparo compartido, que es aún más doloroso. Es tanta su angustia, que cuando Judas lo besa, este siente un sabor sanguino lento en los labios.

 

Mientras, la Virgen, Consolación y Esperanza aguarda a que se escriba la historia en su corazón con un estilete afilado.

 

Viene hacia mí un suspiro

pleno de Esperanza Coronada,

leve brisa que levanta las miradas

hacia un palio de Consolación.

Dorado rayo de luz

que asilará el dolor sereno

de los bordados hechos por manos

de mujeres bordadoras

que engarzaron

sombras y aromas

en el terciopelo verde

de los sentimientos desconsolados.

 

 

Entra una finísima luz desde la calle. Es de un ligero color ambarino tal vez sepia, se detiene por unos instantes en una bóveda gótica de la nave lateral de San Francisco. Revolotea por las arquivoltas. Pero un rostro de belleza extraordinaria, llama poderosamente la atención de este trazo de luz. Es un Cristo que abraza su Cruz, no quiere desprenderse de ella, porque sabe que para ese fin ha venido a este mundo, es Jesús Nazareno de la Sangre, así reza en la historia. Un ruido de voces que proviene del centro de la nave, distrae la luminaria hacia otros lugares. Algunas mujeres colocan flores a los pies de las imágenes. Rostro de muerte, verdoso, el Cristo Verde. Tres clavos contundentes sobre una cruz de madera de la que huye la vida. Hombres cercanos a los tronos atan almohadillas a las andas. Visten de oscuro. Sobre su pecho una banda verde. Son los estudiantes.

 

Tendedle una mano, ¡por Dios!

Grita la luz exaltada.

¿Pero es que nadie tiene corazón?

¿No os duele tanta belleza lacerada?

Mujeres que sois madres,

¿a que estáis esperando?

No oís que está llorando

La Vera Cruz coronada?

 

Dos tronos asentados sobre los brazos de cruz latina de la iglesia de la Trinidad. Sólo un soplo de sutil y cálido viento, puede sorprender la mirada diáfana y silenciosa de la Piedad.

 

Los antiguos y conmovidos encajes de blonda que enmarcan su bello rostro, enjugan lágrimas de perlada transparencia. Se detiene el tiempo, mientras su camarera arregla cada pliegue de la saya, depositando una oración entre el oro de los bordados. La Piedad, con vocación de Madre, detiene sus dulces ojos sobre el rojo y azul de la cruz trinitaria. El escapulario, sobre el pecho del Rescate, su Hijo. Rostro el del Rescate, que dejará huella imborrable construyendo historia sobre hombros hermanados.

 

Sabed que ya jamás podremos olvidarlo. Corona de espinas, manos atadas, que siempre te acogen, pies descalzos, que pregonan a voces, que a pesar de la lujosa túnica de terciopelo morada que sobre ellos cae, el Rescate siempre estará al lado de los humildes, cerca de aquellos que lo necesiten, porque en su corazón rescatado, tienen cabida las peticiones imposibles y las emociones más intensas. Seguid, a eso del atardecer, las huellas de luz de las innumerables velas de los penitentes que alumbran, al lado, delante, detrás de su trono. Comprobaréis que no hay lugar para el desaliento, la duda o la oscuridad del alma. Hondo calado de fervor, difícil de superar, diría yo.

 

Hermanos,¿no lo estáis viendo?

¡Es el Rescatado!

Rescate, Señor, te nombran

Rescate, Señor, te imploran,

rescátanos de nuestras ataduras

rescátanos de nuestras penas.

Voces arrasadas en lágrimas

¡Señor, Cristo, Rescate!

camina sobre tu pueblo,

el pueblo que reza y canta

que alumbra por el camino

de tu imagen procesionada.

 

¡Piedad!, apiádate de tu hijo,

pide una madre descalza.

Rescata su cuerpo enfermo.

El camino no está desierto,

¿Acaso no veis la Cruz Blanca?

Espinas sin piedad puestas

miradas de amor inmenso.

A donde Tú vayas yo iría,

caminaría a tu vera

Rescátame Cristo mío,

mío… ¡y de Antequera!

 

No acaban de irse estos jirones de luna que dejan un sabor a incontables viajes del corazón, cuando asuman por el este, tras una fuente, las luces amanecidas de una jornada de intenso dolor.

 

Traslado impresionante del Cristo del Mayor Dolor escoltado por caballeros legionarios. La descripción de todo lo que acontece sobrecoge y acorta las distancias.

 

La Colegiata de San Sebastián de renacimiento indeciso en su interior y de una belleza pura y renacentista allá donde las afueras se hacen plaza, se eleva esperando la noche en forma de magnifica torre, custodiada por El Angelote, veleta que abarcando todos los vientos, busca la presencia de las imágenes vivientes.

 

Silente, llega la oscuridad acompañada por los acordes de una banda de tambores y cornetas. Espartos en la cintura, penitente de negro. Rostros tapados. Recogimiento.

 

¿En qué lugar de su corazón guarda tanto dolor la Virgen del Mayor Dolor? La miramos sorprendidos entre el humo efímero de las bengalas y luego, tras elle buscamos la esencia de su divinidad, sintiendo el estremecimiento de los varales de los varales de su palio y el perfume sutil que exhalan sus lágrimas al caer sobre azucenas de nácar.

 

Velaré, Señora, tu dolor

y no apartaré la mirada

por mucho que me hiera, Señora,

el látigo castigador

zarpa cruel que desgarra

la piel del Mayor Dolor.

Tu Hijo, Madre, tu Hijo

que sufre, cae y aguanta.

Podría cantar las palabras

pero mi garganta enmudece

en un silencio sobrecogido

sobre tu pecho herido.

¡Oh, Virgen del Mayor Dolor,

ya están los campos florecidos!

 

Parece que las nubes se alejan, irán a llover a otros tejados. Las puertas de San Pedro se abren tras la petición de un pueblo que quiere consuelo y misericordia. Inmensas columnas bajo una bóveda de crucería gótica, entre pequeñas capillas, que son como gráciles iglesias para el recogimiento. En una de ellas la pila bautismal de caliza roja del Torcal. Allí fui bautizada. Tuve ese privilegio. Cerca muy cerca del Cristo de la Misericordia y de la Virgen del Consuelo. El dolor florece entre tulipas de fino cristal y luego desciende entre iris morados hasta los pies clavados. Allí ora en silencio la mujer llamada Maria Magdalena, la pecadora la que pide perdón y Él perdona, porque esgrime un argumento lapidario. <El que esté libre de culpa que tire la primera piedra>.

 

Misericordia Señor, porque sin ella

vagaríamos perdidos

por las calles del mundo.

Misericordia Señor porque

aún enlutados los montes, florecen.

Misericordia Señor porque

ha vuelto a encontrarte.

Misericordia en tu último aliento.

Misericordia, clemencia, devoción,

indulgencia. Eso te pido, Señor

por eso clamo a este cielo.

Misericordia, Señor, para estos

penitente que capas moradas al vuelo,

te piden, te imploran Misericordia Señor

y Consuelo, Señora! ¡Consuelo,

Hermosa, Consuelo!

Mitiga mis condenas

Y la de mi hermanos.

Cuando cruces Santiago

mira al cielo porque eres bella

y verdadera y eres para muchos

el ¡Consuelo de sus penas!

 

Suavemente, con un gesto entre la dulzura y la amargura, la Virgen de los Servitas de Belén, Nuestra Señora de los Dolores Coronada, parece emerger de entre pequeños manojos de espigas a sus pies colocados. Para que su belleza sea absoluta, seis lágrimas en su rostro bellísimo se detienen.

 

Se superponen los sentimientos, como esos tejidos sutiles y translúcidos que parecen desvanecerse con sólo mirarlos. Ella, arriba en su altísima peana, no deja indiferentes a nadie, ni los años osan rozar, el trono de palio, por temor a que éste pierda su origen antequerano.

 

Tendría que buscar un verso endecasílabo para ensalzar la hermosura acentuada de los rostros protagonistas. Espinoso recorrido, dramaticidad en la caída de Cristo. Cercano el monte Calvario. Jesús siempre coronado de espinas, herido de muerte por la flagelación a la que fue sometido. Es el momento en que la vida y la fe han de fundirse en un abrazo de espiritualidad profunda que nace en lo más hondo. Y el Señor Caído, volvería a caer mil veces mil, hasta que comprendamos en donde reside su fuerza.

 

Búsqueda de plenitud,

caminante hambriento

peregrino hacia lo absoluto.

Jesús caído,

firmeza interior

gozosa esperanza,

Dolor de los Servitas

melodía de capas blancas.

Sublime vega en compañía.

¡Gocemos de este misterio

desde lo alto

porque esta tierra lo pide

y lo pide el Jueves Santo!

Blancas rosas detenidas ante Santo Domingo. Esperan que en la amanecida las perfume el viento que de la sierra viene, Sólo se encuentra sosiego en el templo, porque como dijera San Juan de la Cruz

 

<Los techos resplandecen

más que el oro de Arabia

los asientos parecen

de un vidrio cristalino

compuesto por un orden muy divino>

 

Blancas rosas de Paz vestidas sin secretos en su hermosura. Pero el cierto color de la penumbra y del dolor, se refleja en rostro de el Cristo de la Paz y de la Buena Muerte. La vos de un Niño se oye sobre la Tierra y busca entre sus lágrimas a su Madre. Ésta llorosa lo espera. Se abrazan dulcemente, un sólo instante de alegría, la cruz le aguarda. Primor de palio, paz y paloma, libertad mensajera. Y la tarde se agolpa en las aceras de la cuesta, sin resquicios. Plenitud de Cristo presente en todos los rostros, ahora como siempre.

 

En un espejo coronado

se mira la Paz

transparente mirada

que las aguas lloradas y violetas

quisieran atravesar

de recuerdo crucificados.

Cerca de Santo Domingo,

Señora te esperé

como una paloma

de largos vuelos sabedora,

lejos del vacío.

¡Oh! Virgen de la Paz

reina salvadora.

 

Apacible lugar éste de aquí <arriba>, en El Portichuelo. Capilla abierta y callejera. Pórtico del Socorro. Estuco caleado de blanco para resguardar los sentimientos. Estética mudéjar. Serenidad y belleza talladas en el rostro de Jesús ayudado por el Cirineo, para que sea más leve su cruz por la cuesta Zapateros. Tiene la Santa Cruz de Jerusalén una soledad argentina en sus brazos que la convierten en la insignia clara de este día señalado. Cruzando el milagro del tiempo, el agua bendita rozó los dedos de la Madre y luego se posó en las sienes de su pueblo. Ella piensa en su pena, en su soledad, en su amargura, en la muerte. Sufre la Virgen del Socorro Coronada. Valiosa corona que no alivia el desamparo azul o negro de su manto. Sus hermosos ojos se clavaron el los míos y como dijera Garcilaso, su gesto quedó escrito en mi alma.

 

Para ver un rostro bello

no anduve largos caminos.

Subí al Portichuelo

Y allí Socorro, me encontré contigo.

Ya pasó media noche

bajo el cielo raso

anda tu trono paso a paso.

De repente vendrá la vega

y en ella se siente lo que se siente

el coraje de los hermanacos

y la devoción de tu gente.

 

Al salir de su encierro, la luna, cercana al Carmen barroco, se encuentra con una visión plena de sufrimiento. Crece el frío de la luna, cuando comprende la oscuridad de los campos. Solloza cuando oye en la lejanía una sonata de Mozart. Hasta la levedad las gotas de un rocío anunciado se diluye en el agua de las fuentes, en estas horas nocturnas, olvidando sobre los cantiles de las calles, la soberbia de los minutos. La Quinta Angustia desgrana las sencillas flores satinadas de los rosarios con suaves suspiros. En su regazo su Hijo muerto.

 

Tras el cuerpo muerto de su hijo

la Virgen de la Soledad camina.

 

Corazón lleno de campanas tañidas de recuerdos niños, de Madre que ama sus recuerdos. La primavera trae palabras mojadas, cosidas a su manto con la aguja de agua del tiempo.

 

Madre no te entristezcas,

Quedan espacios pequeños

Para que la verdad resucite.

No llores a Cristo muerto

¡Amor herido, huye al viento!

 

¡Alegría! ¡¡¡Alegría!!! Sobre los vergeles recién llovidos retorna la felicidad. ¿Por qué buscáis entre los muerto el que ya ha resucitado? Hay un inmenso resplandor. Colorido en las miradas, se enjuga el llanto y del trono del Cristo victorioso, triunfante, emergen claveles rojos, rojos porque también ellos viven a sus pies y saben que ha llegado el momento de cantar alegres la melodía esperada. Jesús ha resucitado. Resplandor definitivo del triunfo de la vida sobre la muerte. Nuevas sensaciones, presencia que renace.

 

¿Veis? De nuevo el júbilo, la alegría.

 

Mas recordemos que entre el Hosanna y la Resurrección, nos quedan sobran de divino sufrimiento. Oleremos el azahar de los huertos y de las alamedas. Se abrirán caminos de cera. Silencio que podremos palpar con los cinco sentidos. Ahora se siente, por fin, ese aire sereno de planicie, que revive las voces de la vida y el sonido suave de las heridas que sanan hoy por estar cubiertas de anhelos y acacias blancas.

 

Ahora desearíamos encontrar al doblar la esquina, el Domingo de Ramos, pero, Él, Jesús, que es comprensivo ante nuestros deseos, pide calma. Los corazones laten con fuerza inusitada y oímos ya delante de cada Iglesia, delante de cada trono ese…

 

¡¡ARRIBA!! De sus hermanos mayores. ¡¡ARRIBA!! En mi mente hay un ¡arriba!, que no pierde intensidad con el paso de los años, al contrario, cada vez adquiere más intensidad aquí dentro. Gracias a él pude comprender lo que esa palabra significaba. Porque ese ¡¡ARRIBA!! Se convierte en algo más fuerte que nosotros mismos.

 

¡¡ARRIBA!! Porque la Pollinita <borda> como nadie el estilo antequerano. ¡¡ARRIBA!! Para que los estudiantes lleguen al emotivo encuentro de los tres tronos, en ese cruce de caminos. ¡¡ARRIBA!! Para que el venera Cristo del Rescate y la Virgen de la Piedad cumplan sus bodas de Oro entre el entusiasmo, la devoción y la fe de su pueblo. ¡¡ARRIBA!!Para que el Mayor Dolor siga bendiciendo y alumbrando a los que nos quedamos y Ella, en su Dolor intenso nos engrandezca. ¡¡ARRIBA!! Para que las reina de San Pedro y Santiago derramen Dolores y Consuelo a los que imploran cerca de los campanilleros. ¡¡ARRIBA!! Para que Santo Domingo y Jesús nos regalen sus mejores galas en esta Semana Santa y nos hagan vibrar corriendo <las vegas>. ¡¡ARRIBA!! Silencio por el barrio del Carmen, está pasando el Santo Entierro. ¡¡ARRIBA!! ¡¡ALEGRÍA!! ¡Quién podría impedir esta alegría? Cristo ha resucitado y la esperanza renace en los corazones. ¡¡ARRIBA!! Antequera, para que el júbilo y la gloria, aneguen las almas y esta imagen de ti me sobreviva. Mientras, yo seguiré exclamando: ¡¡ARRIBA ANTEQUERA, ARRIBA!!.

Attachments:
Download this file (2004.pdf)(2004) Doña Carmen Ramos Pérez[(2004) Doña Carmen Ramos Pérez. Presentación, Datos biográficos, El Pregón]
 
BACK2
LSSICE ¡CSS Válido! XHTML 1.0 Transitional Válido