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PREGÓN Ilustrísimo Señor Alcalde y Autoridades. Querido Presidente, Compañeros de la Junta de la Agrupación de Cofradías. Hermanos Mayores. Cofrades. Señoras y señores.
Tengo que expresar, en primer lugar, mi más sincera gratitud para tí, querido Rafael, por tu presentación. Gracias, de verdad, de todo corazón.
Yo te voy a decir, voy a deciros a todos que tan bien me conocéis, que si tan generosamente me has reconocido como un hombre que nunca fracasó, es porque siempre creí ciegamente en Dios y nada en mí. Que todo la dejé en sus manos. Y que nunca creí en mí, ni siquiera cuando me eligieron pregonero. Si no hubiese sido porque había que hacerlo por Antequera, de verdad que no lo hubiera aceptado.
Gracias, Rafael, por haberme traído esta noche, antes que tus palabras, el gran regalo de la presencia de tu madre, a quien tanto quiero y admiro.
Gracias, por las cosas tan buenas que has dicho de mi persona.
Los amigos hacen eso. Y tú me has llamado amigo. Y yo, que creo tanto en Dios y en su Palabra, que me dice que un amigo es un tesoro, esta noche, Rafael, gracias Antequera, gracias al pregón, me has reafirmado tu amistad.
Y me has hecho otro regalo: Has dicho que he nacido para Antequera. No sabes la emoción que supone saber públicamente por tu palabra, antequerano que vives fuera pero que llevas esta tierra bendita tan dentro de tu alma, que has metido el cariño a Antequera en el alma de tu mujer, que se siente tan antequerana, me has emocionado, repito, al reconocer este honor.
Tú, que el año pasado, dijistes tan preciosamente en el pregón lo que sientes y lo que te llena la Semana Santa de Antequera, me has abierto la puerta para que pueda decir también ahora lo que todos sentimos, lo que vamos a vivir en los días próximos de nuestra Semana Santa.
Gracias, de verdad. Y empiezo mi pregón.
Hace algo más de 30 años, un grupo de jóvenes seminaristas, lo recuerdo con un inmenso orgullo, nos preparábamos para estudiar Sagrada Teología. Íbamos a estudiar a Dios. A Dios, Padre, el Creador; a Dios, Hijo, nuestro Hermano Cristo, el Redentor; a Dios Santificador de los hombres.
Creo y siento, al cabo de tanto tiempo, y mucho más en estos momentos, que nuestros Superiores tuvieron una idea feliz, una maravillosa inspiración.
De la mano de un Sacerdote, Don Alberto Planas, a quien muchos de vosotros recordareis, gran conocedor y más que enamorado de Antequera, aquí precisamente, en esta tierra preciosa donde Dios dejó caer a manos llenas la belleza de su naturaleza, campos y cielo, en esta tierra bendita de Antequera, aprendimos las primeras ideas, las primeras lecciones de esa Teología...
En un par de meses, día tras día, sin prisas, poquito a poco, como gustando a sorbos la esencia de esta Ciudad cargada de vida y de historia, fuimos recorriendo sus calles, sus campos, sus iglesias, sus imágenes y conociendo la vivencia y el fervor de los antequeranos alrededor de ellas...
Iglesias como escogidas cada una para un barrio concreto, imágenes como si se hubieran hecho a propósito, a la medida, a la necesidad de cada alma... O que esas almas las estaban necesitando así y las hicieron a su manera...
Aquel Sacerdote, con un corazón lleno de gracia divina y con palabras llenas de gracia humana, nos iba describiendo lugares y cosas, las cuestas empinadas para llegar a alguna Iglesia, por donde, en la Semana Santa, se suben los “Pasos” corriendo, “correr las vegas” decía, que es como un desahogo del amor concentrado de los antequeranos a sus Cristos y a sus Vírgenes... Y también, decía, cuestas por donde suben y bajan durante el año las almas penitentes que buscan a Dios y a la Virgen...
Que Antequera tiene un Cristo, allá en San Juan, que dicen los antequeranos que si se mueve, hace llorar las nubes de su cielo. Que tiene un Cristo allá en San Juan, que es Salud y Agua para enfermos de alma y sedientos de Dios... Que Antequera tiene una Virgencita pequeña y preciosa que reparte a manos llenas los REMEDIOS de Dios. Y que Antequera tiene en cada Iglesia, en cada barrio, una Virgen para ellos, la más guapa, la que más quieren, que la miman y adoran... Y por las tardes de aquel verano, este humilde Pregonero que hoy os habla, escuchaba embelesado la suave voz de aquel otro Sacerdote de Antequera, Don Pedro Pozo, ¡qué gran alma de Dios!, al que tuve la inmensa suerte de asistir en su muerte y vestirle por última vez los ornamentos sagrados, Don Pedro, que hablaba enternecido de la Virgen, de su Virgen, de la que estaba en cuadro y en ermitas, alegrando los rincones y plazas de Antequera, Cruz Blanca, Plaza de San Bartolomé, en Santiago, el Portichuelo, Virgen de su Parque, guardiana de juegos y risas de nuestros niños, testamento y herencia de Don Pedro Pozo para Antequera.
Y me dijeron, y lo he palpado después hondamente, cariñosamente, durante varios años conviviendo con vosotros, que esas devociones, ese cariño de los antequeranos por sus Cristos y con sus Vírgenes, tenía un punto central, una culminación, un compendio maravilloso: LA SEMANA SANTA DE ANTEQUERA.
Entonces, las Iglesias, la más grande y la más humilde, cobran vida especial: limpieza de altares, embellecimiento, limpieza y adorno de almas y corazones...
Incienso de rezos, rosario de penitencias, mantos, vestidos de fiesta para la Virgen, la Cruz, la mejor, para el Cristo.
Besamanos, predicador, claveles y rosas, que son para el Cristo, que son para la Madre de Dios... Cruces de guía, estandartes, guión, túnicas de grandes y chicos, rabieta de campanillero que todos los años quiere seguir siendo niño para que no le quiten su puesto...
Hermanaco, a la reunión preparada con esmero, para que todo salga bien, a escoger “tu puesto”, a ver el sitio de “amarre”, el que te corresponde por herencia y que tiene el calor de la familia, el recuerdo del amigo que ya se fue... ¡Qué bien los hacéis, hermanacos, cirineos del Cristo y de la Virgen, pies vivos para que Dios ande en su imagen dolorosa por nuestras calles!. Hermanacos, fieles a una cita, sin faltar, estéis más cerca o más lejos, cita en la mañana de la procesión, momento de la verdad que ha costado un año de esperanza y que exige como único salario un clavel por el trabajo...
Semana Santa de Antequera, momento de promesas que cumplir, de gracias que dar, de perdones que pedir, de ofensas que perdonar...
Semana Santa de Antequera, tan grande, tan hermosa, tan sublime, tan nuestra... ¡Y que la tenga yo que pregonar...!
Amigos, queridos antequeranos, este pregonero se siente abrumado, de verdad, de corazón. Porque Antequera tiene por si misma categoría suficiente para pregonar sus excelencias. Que el Pregón de la Semana Santa de Antequera se ha ido escribiendo año tras año por obra y gracia de hombres ilustres, historiadores, poetas, plantel de altura dificilísima de igualar, hasta de imitar.
Estoy aquí sólo por el cariño a esta Antequera que llevo tan dentro del alma, os ruego que me lo aceptéis, que lo afirmo de verdad, ante este Dios que nos oye y que no ve; por esta Antequera y sus gentes, a las que intenté servir con cariño y con limitaciones a la vez, pero con toda el alma, hasta que tuve que aceptar con firmeza y con todas sus consecuencias la voluntad de Dios que me exigía otra forma se servir pero no otra manera de amar, de querer con todas mis fuerzas...
Sólo por eso, y por vosotros, cofrades del alma, los mejores pregoneros de la Semana Santa, de quienes he aprendido entusiasmo, esfuerzo, sacrificio, cariño a Cristo y a María, esfuerzo, cariño y sacrificio quizás no entendido por muchos, quizás no perfeccionado al gusto y criterios de otros. Sólo por eso estoy aquí. Y sólo para pregonar, en su acepción más sencilla, pregonero, repetidor al pueblo de un encargo que hay que darle en el lenguaje más sencillo. Este encargo de pregonar que en mi caso no sabe de libros, no sabe de versos, que de todo ello os lo dijeron también ya y mucho mejor.
Será sólo pregonar, repetir, anunciar lo que vivimos entre todos, sentir lo “nuestro”, al modo del pueblo sencillo que va a revivir un año más la Semana Santa, “su Semana Santa”, y en ella la realidad de un drama como es la entrega de un Dios frente a la correspondencia injusta del hombre, de una Pasión de Cristo contada y vivida en el hogar, de padres a hijos, con las misma palabras siempre, con la misma ilusión y con el mismo entusiasmo y cariño, tomándose, entendedme la expresión, como si fuera un dogma de fe aquello que hay que conservar, aquello que hay que vivir “porque así lo vivió mi padre y así me lo enseñó con su ejemplo y con su vida...”
Semana Santa, predicación del Evangelio en la calle, encuentro del pueblo con Cristo y con la Virgen, asequibles a cualquier situación, a cualquier persona, al que sabe y al que ignora, al que cree y al que tal vez disimula que se le ha olvidado creer...
Semana Santa de Antequera, ansia de hombres y mujeres que quieren mostrar a todos un Cristo, al que por tener más cerca, la van a llamar “NUESTRO PADRE JESÚS, CRISTO DE LA SANGRE, RESCATE, DULCE NOMBRE, MISERICORDIA, MAYOR DOLOR...
Que necesitan mostrar a la Virgen como una Madre adecuada a sus propias vidas, y porque estos hombres y mujeres lloran y esperan, la llamarán CONSUELO, PIEDAD, ESPERANZA, SOCORRO, PAZ, SOLEDAD, DOLORES... para que todo este pueblo vea retratada en ellas su misma vida, sus alegrías y sus penas.
Semana Santa, anuncio de Pasión por el nazareno que arrastra sus pies descalzos, lentamente, dolorosamente, penitente arrepentido, agradecido, que llora a hurtadillas o que canta las penas del alma con requiebros de saeta...
Anuncio de Pasión para el que simplemente mira desde la acera de la calle, con silencio respetuoso; anuncio para el que suelta su emoción con un viva enardecido que le sale desde lo más hondo del alma. Que le dice a la Virgen ¡Bendita seas! con el mismo cariño y respeto que la piropea con un ¡Guapa y preciosa!, que a los oídos de una madre todo le va bien. Que pide perdón al Cristo con una oración o con una mirada, sin abrir los labios, que Dios lo entiende todo.
En una palabra, Semana Santa, Pasión de Cristo según Antequera, que produzca una renovación interior, Pasión que purifique, Muerte que traiga la vida.
Y si esta Antequera sabe mostrar su Semana Santa con una explosión de piedad popular, sencilla y sublime a la vez, que la entiende las almas buenas, sin recovecos, aunque no lo fuera tal vez para mentes calculadoras que quieren calibrar la espiritualidad popular con pesas y medidas, que se olvidan de que Dios actúa como quiere, que Dios esconde sus cosas a los sabios y las enseña a los humildes, junto a esa manifestación popular y piadosa, digo, hay en la Semana Santa de Antequera otro pilar básico que la enseñorea para el regusto de los ojos de cuantos la vemos pasar.
Yo tengo que pregonar con toda admiración y respeto la sensibilidad, el arte, la finura, la gracia, el sacrificio, la inspiración de hombres y mujeres de Antequera, de ayer y de hoy, que con el mejor estilo, calladamente, sencillamente, amorosamente, hacen también posible nuestra Semana Santa en esta Antequera, relicario de arte y crisol de tradiciones...
Yo admiro tu inspiración, artista antequerano, que has sabido ensamblar la belleza salvaje labrada en mil facetas por la naturaleza en el maravilloso Torcal, su adustez, su seriedad que impone y sobrecoge, con la brillante armonía que suscita las más delicadas fantasías, creando imágenes llenas de poesía en sus piedras y las llamas Catedral, Órgano, Púlpito, Cáliz...
Admiro la constancia y sobriedad de tus trabajos, tal vez tomada de esa Peña, contumaz y celosa enamorada de Antequera, imagen de amor dormida en la fantasía...
Belleza de Antequera, blanca y preciosa novia cubierta de manto de cielo azul, doncella recostada en campiña, vega de verde y oro, blanco, azul, verde y oro que has dejado con el tiempo en los mantos y túnicas...
Torres de Iglesias que de trecho en trecho emergen de la ciudad hacia el cielo, como si fueran espirales de incienso hecho piedra hacia Dios, inspiración que sus orfebres han dejado en los candelabros, tronos, coronas de filigranas, palios que parecen coger en volandas a nuestras Vírgenes...
Obra de amor y de arte esa flor colocada a los pies del Cristo y de la Virgen con mimo y con paciencia, una tras otra, como a golpe y latido de corazón. Esa pujante flor bordada con el amor de una monjita de clausura que alterna, puntada a puntada, la belleza del oro con el primor divino de la jaculatoria; flor, escudo de la Cofradía que el cariño de una madre ha ido bordando con ternura en la túnica del niño para lucirla cuando salga de campanillero; flor, el pañuelo que preparó la novia enamorada para que tú, hermanaco, recojas el sudor mientras llevas el paso de la Virgen...
Obra de arte, la toca, la saya y el manto de nuestras Vírgenes, para que cuando se le ponga con gracia y salero, al pasar por la calle, aun con cara de Dolorosa, te arranque y nos arranque del corazón el sentimiento y la ternura de que va tan guapa...
Y según su nombre, según quiere y necesita verla el corazón, el amor y la fe de los antequeranos, si triste o alegre, si amorosa o dolorida, así tienes que vestirla y adornarla.
Y te lo voy a pedir: Si tienes que imitar sus ojos, su mirada, sus manos, su cara bonita, deja volar tu alma, artista antequerano, y deja en la cara de la Virgen, que no le faltas al respeto, déjale en la cara y en los ojos y en las manos, la imagen de quien tanto la quiere, tanto la ama, que es la cara y los ojos y las manos y hasta el mismo corazón de la mujer antequerana.
Impresiona ver como se plantea Antequera la Semana Santa, el anuncio, según ella, de la Pasión de Cristo.
En los tres primeros días, Antequera presenta, ensalza y venera como en primer lugar la figura de Cristo. Como en el Evangelio. Será Cristo figura central, EL REY QUE ENTRA EN JERUSALÉN, el abandonado ORANTE EN EL HUERTO, el traicionado y condenado a la Cruz, el Cristo que asume la Pasión por el RESCATE de los hombres, el Cristo paciente en su MAYOR DOLOR.
Hay una excepción. Porque el Domingo de Ramos es para los cofrades la culminación de todo un año de esperanzas, de ilusiones de trabajos. El Domingo de Ramos, como en el Evangelio, es el estreno de fiesta grande. Hay que salir con la luz del sol, con azul de cielo, que es fiesta de alegría. Que es un día moldeado a golpe de sonrisa de los niños. ¡Si la Cofradía de la POLLINICA fue, en su principio, el regalo de un día de Reyes para los niños de Antequera!. Y por eso, el primer grito de ánimo a los hermanacos, el primer “arriba” y la primera Marcha Real será para la Virgen, para la Madre.
Porque a la Virgen de Consolación y Esperanza la han colocado sus cofrades junto a la misma puerta de San Agustín. Porque tiene que salir la primera. Y al asomar Ella, bendita Madre, tienen que asomar también las primeras sonrisas y las primeras lágrimas de la Semana Santa de Antequera.
CONSOLACIÓN Y ESPERANZA, alegría y garantía de buen futuro, de la mano de la Virgen, para esos niños nazarenos, el personaje más humano de nuestra Semana Santa, el que más hondo cala en el cariño de los antequeranos...
¡Arriba, grítale fuerte, Hermano Mayor, arriba la Virgen de la Consolación y Esperanza, que escuche a los niños, que sienta esa risa cantarina que se derrama por sus ojos llenos de vida, de encanto y de alegría, arriba esa Virgen con cara de niña, que conoce la inocencia de nuestros niños, que los hace tan suyos, tan suyos, que si le valiera los auparía para sentarlos en sus rodillas.
No le quitéis el encanto, que es divino... que Cristo, con ser tan Dios, hasta dicen se enfadó cuando los hombres maduros le quitaban a los niños...
Y cuando salga la POLLINICA, empezará el ir y venir de los niños, pureza, alegría, inocencia vestida de penitente, qué paradoja, ir y venir de los niños como jugueteando a distraer al Dios-Hombre, Cristo Rey, que lleva cara de Pascua y corazón de Viernes Santo... Incansables niños, angelitos de carne que caminan sueltos, sin sus padres, a la vera de Jesús y de María, para que aprendan desde chicos a saber que hay que amar a Dios y al prójimo... Qué preciosa y qué testimonio la película que he visto de esta Procesión. Desde San Agustín, cuando se muere la tarde del Domingo de Ramos, la Imagen del Cristo en primer lugar. Al fondo, el reloj, corazón antiguo -que no cansado- de Antequera, corazón que late al sonido de campana, reloj y castillo símbolo de perennidad, de firmeza. Y en medio, los niños, esperanza, escuela de cofrades, vivero de Cofradías...
Nazarenito que llevas el antifaz levantado; el paso torpe, inseguro, y la sonrisa en los labios. ¡Sigue empuñando la palma, caminando paso a paso, que cuando seas mayor te esperan otros trabajos!. ¡Sigue, que tú eres semilla de otros Domingos de Ramos! ¡Sigue, no te pares, sigue, que cuando estemos cansados los que te vemos pasar, tú tendrás que relevarnos!. Nazarenito que llevas el antifaz levantado, mientras queden como tú, habrá Domingo de Ramos.
(José Mª Jiménez Peña)
De la Iglesia de San Francisco van a salir el Lunes Santo los Estudiantes. Recia y vieja Cofradía, Flagelantes de hace siglos, juventud y vida pujante de la Antequera de hoy. Bodas de Plata recién celebradas de nueva generación. Iglesia antigua, material, Iglesia nueva, viva, renacida en la juventud estudiante de ahora. Ni la antigüedad de los siglos debe adormecer, ni el peso de los años, de los tiempos pasados, debe ser un lastre. Sólo tesoro de firmeza, sólo arcano para reflexiones y toma de experiencias, de madurez.
Estudiantes de Antequera, juventud voluntariosa y vitalizadora, que todo la emprende, que si quieren, todo lo pueden. Que todo lo aceptan, que hasta han cargado con el símbolo más temible de la Pasión: LA CRUZ. Cristo, PADRE JESÚS DE LA SANGRE, con la Cruz. CRISTO DE LA BUENA MUERTE, “CRISTO VERDE”, con la Cruz. VIRGEN DE LA VERA CRUZ, como os decía anoche el predicador en vuestro triduo, la Virgen “A LA VERA DE LA CRUZ...”.
Estudiantes, ¿sabéis lo que tenéis en las manos?.
Estudiantes, preparando en los libros un futuro para el mañana, graduados ya en raudales de optimismo, de generosidad, de entusiasmo. Estudiantes de mantilla, belleza enlutada de la naciente mujer antequerana, rosario de promesas y anhelos, luz encendida de ganas de vivir, de dejar una estela y una señal de algo grande, estudiantes en traje de calle, de la vida de todos los días, portadores de trono con insignia de esperanza, que hasta para soltar un ¡viva! enardecido lo hacéis de manera peculiar, como si de un ¡ay! angustioso se tratara...
Dicen que no cabe el Cristo por la puerta de San Francisco. La pericia del Hermano Mayor, juventud impetuosa, lanzada al riesgo vivo en su fogosidad, se va a templar con la emoción responsable de que es su voz, su sola voz, la que dirija. Y en cuanto asome, en cuanto salga el Cristo, cuando se ha vencido el último centímetro de la puerta, saltará la explosión de júbilo con un solo grito: ¡Arriba, que podemos con el Cristo, que podemos con la Cruz!.
Un detalle más, queridos estudiantes. Creo que tenéis como un rito obligado la entrega de una flor en la puerta del Hospital. He visto mientras le dais la vuelta al Cristo, proyectarse la sombra de la Cruz sobre la fachada. Sombra de la Cruz, sólo silueta, sobre el Hospital, donde a la vista y de verdad está la Cruz más grande de toda Antequera, donde sólo reina y manda la cruz del dolor, de la enfermedad.
Estudiantes, os lo pido por favor, dejad siempre al Cristo ante el Hospital, un poquito más. Que los enfermos, nuestros enfermos, comprendan que su Cruz también tiene un Cristo. Acercadle a ese PADRE JESÚS DE LA SANGRE, que lleva señal de sufrimiento infinito en su cara, pero también señal de entereza, de valor. Dejadle un poquito al Cristo, por qué no, a esas monjitas heroicas, hermanas de la caridad, enamoradas de Dios y crucificadas día a día en la entrega por amor a los enfermos. Y decidles a todos, decidnos a todos, que podemos con el Cristo, que podemos con la Cruz.
Tengo desde pequeño una ilusión no cumplida y siempre deseada. Me hubiera gustado conocer la auténtica calle de la Amargura de Jerusalén, me hubiera gustado recorrerla despacio, sin prisas. A cuantos he preguntado cómo es, me dicen que parece como si sus piedras rezumaran angustias, preocupaciones, dolor, gratitud, piedad. Si la Cruz Blanca de Antequera pudiera hablar... Si las piedras centenarias de la Trinidad traslucieran el ir y venir de corazones, tantos días, a un encuentro con el CRISTO DEL RESCATE. Cuantos encargos, problemas, asuntos callados, ocultos, se han ido desgranando ante el Cristo, confesor divino del alma de los antequeranos...
Ese Cristo confidente, de mirada compasiva, inquietante, Señor de mano tendida que no se cansa de tanto dar, paciente oidor de penas, receptor de gratitudes, ese CRISTO DEL RESCATE que vive en la TRINIDAD, saldrá el martes santo, acompañado de su Madre LA VIRGEN DE LA PIEDAD, a devolver la visita a los antequeranos...
Echaba en algo a faltar en la procesión de ese CRISTO DEL RESCATE. Si sabe tanto de penas, si es RESCATE de afligidos, ¿cómo no lleva una Cruz?. Bendita sea la hora en que este pregonero vió, hace tantos años ya, la primera procesión de la Semana Santa de Antequera, la del Martes Santo. Encontré la respuesta patente, repetida siempre, viva y estremecedora de todo un pueblo.
Ahí está, al descubierto esa Cruz, a su alrededor, por todos lados, cruz con nombre, con caras al descubierto, con almas y corazones, hombres y mujeres en los que se intuye y se palpa esa Cruz a través de unos ojos que lloran y agradecen, de manos que alumbran con ternura y devoción, pies descalzos que adelantan su rostro silencioso y suplicante. Bendita lección de auténtica teología del arrepentimiento, de la gratitud, la fe y el amor de tantas gentes...
Esa es la Cruz del SEÑOR DEL RESCATE, la Cruz que le lleva Antequera, Cruz compartida, aceptada, agradecida.
Ya salió el Cristo, ya salió la Virgen de la PIEDAD, y ya van, pasito a paso por la calle de Porterías. Y en la calle de la Vega, bendito Dios, que ternura, al Cristo se le va a olvidar que lleva a su Madre al lado. Y se va a separar un poquito, como a escondidas, para asomarse a la calle del Toronjo, a la esquina, para que desde el balcón de una casa humilde la vea el “niño”, como cariñosamente le llaman los cofrades. El “niño”, que lleva muchos años impedido pero con el corazón suelto, radiante de vida en sus ojos que expresan lo que su lengua muda no puede decir, “el niño” que se pasa el año preguntando, esperando. ¿Cuándo llegará el Señor, cuándo vendrá mi RESCATE...?
Y seguirá el Señor por la calle de La Laguna, Cantareros, Infante, ensanchándose a su paso toda Antequera, como si el corazón del Cristo necesitara más espacio para rescatar más penas, para recoger más peticiones, angustias, anhelos, tristezas y alegrías, que todo cabe en la mano tendida del Hijo de Dios...
Y ya en la madrugada, a la vuelta, bajarán de nuevo hacia su casa de la Trinidad el Cristo bendito, la Madre de la piedad. Los dos juntos, sin prisas, que no corren la vega, porque parece que los antequeranos no quieren que se vayan tan pronto el Cristo y la Virgen. Y a la puerta de su Iglesia, en toda la calle, en las citarillas que parecen altares vivientes, en el corazón y en el alma de todos los antequeranos, nada más que una pregunta que es oración agradecida.
¿Qué costó esa Cruz, Señor, cuánto rescate has pagado? Si fue el amor traicionado o el consolar el dolor... ¿Qué costó esa Cruz, Señor? Si el pobre, el abandonado, que no podía con su Cruz, a Tí acudió y se encontró rescatado, que te la llevastes Tú, ¿Qué te ha costado, Señor? Cristo Hermano, Buen Pastor, Buen Maestro, qué precio es el que has pagado, qué te ha costado esa Cruz, PADRE JESÚS DEL RESCATE RESCATE NUESTRO... (ms.)
He buscado en el Evangelio, en la Pasión de Jesús, como fue el primer Miércoles Santo. Me he encontrado con el día más duro, más sombrío. Se ha consumado la traición. “Te lo vendo...” Un amigo, un traidor. Sólo ya el Cristo. Sólo el Dolor.
He buscado en este Evangelio de la Pasión de Cristo, según Antequera, el mismo detalle; una verdad, un sentido, una lección en su miércoles santo. No podía poner Antequera otro cuadro, otra realidad. Ni la Cruz siquiera. Sólo delante de nosotros el DOLOR. CRISTO DEL MAYOR DOLOR. MARÍA DEL MAYOR DOLOR.
Ya no hay Rescate y Piedad. Pero sí hay el ánimo de enfrentarse a la realidad sincera. Así es esta tierra y así lo siente. Y en el mismo corazón de Antequera, como en lo más íntimo. De allí saldrá el Mayor Dolor.
Una vez me regalaron un crucifijo. Sencillo. Cruz de hierro clavada en una piedra. Y una inscripción que no olvido: “Es dura la Cruz. Es duro el Dolor. Pero tiene tanta fuerza el Cristo que todo lo puede. Que todo lo traspasa. Que todo lo vence”.
A ver si me explico. He vivido , por aprender desde un rincón de la Iglesia de San Sebastián, la experiencia de ver día tras día, a una hora cualquiera, da igual, ver a tantas personas de tantas clases, de tantas condiciones, que bajan desde todos los rincones de nuestra Antequera para ver a ese Cristo Bendito, a esa Madre Buena, para dejarles a sus pies los dolores que ellos no pueden llevar solos. Y todos saben, por sus caras lo he aprendido, que han encontrado con quien compartirlos...
Miércoles Santo de Antequera, día de silencio interior, penitencia en su ambiente, seriedad, patrimonio en el espíritu de esta Cofradía, penitentes ocultos, anónimos, de cualquier clase, de cualquier edad, austeros en su vestir, túnica negra, sin adornos, que su Cristo no lleva ninguno, cinturón de esparto, que al Cristo del Mayor Dolor sólo le ciñe el látigo inhumano...
Penitencia calcada en ese nazareno bendito, desnudo, sin ni siquiera el apoyo de la Cruz; medio hundido, sujetándose con una mano en el suelo -que peso infinito del dolor- y otra hacia arriba, animosa, alentando. Mano tendida a toda Antequera que en la Plaza de San Sebastián, corazón de la ciudad, se ha concentrado hasta que salga el Cristo del MAYOR DOLOR que hoy, en este miércoles santo de Antequera se ha querido convertir en el cirineo de todos, cargado con el dolor de todos, tanto y tan pesado que hasta el mismo Cristo en su imagen parece no poder más. Y ahí tenéis ese rostro de maravilla, que dicen no acertaba a imaginar su escultor y que pensó en Antequera, en el dolor de Antequera y le dejó la expresión de aliento en su cara, como vuelta hacia todos, animando, compartiendo...
Plaza de San Sebastián, corazón vivo de Antequera en el Miércoles Santo; Plaza de San Sebastián, pequeña en espacio pero grande en la emoción porque el amor de ese corazón antequerano, sentimiento unánime, amor conjunto, tiene ya una sola verdad y una sola dirección.
Reconocer en una sola palabra, en una oración común, por cuánto quiere, por cuánto sufre, por cuánto perdona el CRISTO DEL MAYOR DOLOR.
Y sólo una palabra, sólo una oración: Gracias, Cristo bendito, SEÑOR DEL MAYOR DOLOR, porque has querido cargar con el peso de nuestros dolores. En el nombre de mi Antequera, de esta tierra bendita, DIOS TE LO PAGUE, CRISTO DEL MAYOR DOLOR.
A la sombra del Cerro de la Cruz, sombra de penas y de dolores, luz de consuelo y misericordia, las gentes sencillas y buenas de mi barrio, desde muy de mañana el Jueves Santo, empezarán a bajar de los cerretes, Juan Casco, Cerro de San Joaquín, calle Alta, desde todos los rincones de mi barrio, empezarán a convertir la calle de San Pedro en un precioso canal que trasvase, que convoque a todos entre sus dos extremos, San Pedro y Belén, Belén y San Pedro, calle arriba y calle abajo, circulando a raudales la gracia y el salero, la emoción, la piedad, la alegría...
Que es Jueves Santo, que vuelen más las almas que los cuerpos para ver a las dos vírgenes, qué paradoja, Bendito Dios, que siendo una sola Madre, la sensibilidad, la fe, la propia necesidad de estas buenas gentes va a conjuntar en la misma Madre las dos facetas más humanas y más hermosas: EL CONSUELO Y EL DOLOR, EL DOLOR Y EL CONSUELO... Y las dos Cofradías, tan hermanadas están y tan bien se llevan, que si el CONSUELO está en San Pedro, Belén no será menos con su CRISTO CAÍDO DEL CONSUELO... Y si el DOLOR esta en Belén, tan grande y tan profundo, los Cofrades de San Pedro le arrancarán un poquito de sonrisa a la VIRGEN DE LOS DOLORES cuando le traigan el CRISTO DE LA MISERICORDIA, que el dolor tanto alivia...
Antequera bendita, sencilla, sublime, que previendo en tu pasión de Jueves Santo el dolor de una traición, echas mano a la Madre de los DOLORES; Antequera, que no olvidas en tu Jueves Santo el regalo de Dios Eucaristía, regalo de Dios Hermano que se queda entre nosotros y echas mano a la VIRGEN DEL CONSUELO...
Por eso, a la sombra del Cerro de la Cruz, Jueves Santo de Antequera, vamos a pregonar el CONSUELO Y EL DOLOR, LA MISERICORDIA Y EL CONSUELO...
Ya se han celebrado los Oficios en San Pedro. Se ha hecho presente Cristo Eucaristía, Cristo Hermano, Sacramento del Amor, entre sus muros y fuertes columnas, firmeza de la fe de los antequeranos de todos los tiempos, regusto imperecedero en el recuerdo de aquella Sacramental que materializando en imagen sus salmos y rezos, levantara su incomparable monumento para la Eucaristía, para el Jueves Santo.
En San Pedro vió por primera vez este pregonero a la VIRGEN DEL CONSUELO en una Vigilia de Adoración Nocturna, allá por al año de 1.950. Y quien os habla, lo hace con una profunda emoción porque fue años mas tarde -quién me lo iba a decir-, pregonero de la Virgen del CONSUELO y del Cristo de la MISERICORDIA predicando sus Septenarios...
Agradeced, hermanos cofrades del CONSUELO, agradeced con toda el alma y guardarlo como el mejor tesoro de vuestra Cofradía, ese legado que os dejaron almas muy grandes que yo conocí, que tanto traté, que algunos, cuando se les escapaba el alma al morir, me dejaron en sus ojos sin vida como la imagen de estar viendo de verdad a la VIRGEN DEL CONSUELO... Almas de grandes cofrades, que ya se fueron a celebrar para siempre una eterna procesión, mientras pienso y creo firmemente que cada año, este año, van a pedir permiso a la Virgen para asomarse a las barandillas del Cielo porque va ha salir su Imagen desde San Pedro, que el barrio, las calles, todos, se han vestido ya de gala, se han vestido de fiesta.
Y allá la Virgen, saya blanca, fulgor de Gracia y de Eucaristía, manto rojo, verdad de amor profundo, rojo de amor encendido que le arrebola la cara a la Virgen y se la pone tan bonita, como de doncella pura y enternecida, si no es para menos... Manos abiertas, a repartir consuelos, y un rosario de familia, la promesa de cada año, colocado con amor y devoción. Rosario que el año pasado se dejó en las manos de esta Madre con la oración de una gran cofrade que ahora vive con Ella, oración que fue la última rezada tan cerquita de su trono, tan cerquita de su cara, sólo el calor de su familia, a la que enseñó a querer a su VIRGEN... “Madre buena del Consuelo, dános salud y fuerza para sacarte en procesión todos los años, que tienes que repartir TU CONSUELO por toda Antequera...”
En un maravilloso pregón de nuestra Semana Santa, D. Francisco Montero Galvache aludía y aclaraba bellamente la paradoja de que saliera desde Belén la Virgen de LOS DOLORES. Que Belén y el Calvario, principio y fin de la vida humana de Cristo, fueron también como el principio y fin de los dolores de María.
Jesús Romero en su Guía Artística de Antequera, refiere que los antiguos llamaban a la calle de Belén “la calle de la Tres Cruces”. Eso decían los antiguos, y ayer y hoy y siempre sabemos los antequeranos las cruces que llevamos, los dolores que nos abruman...
Por eso muy de mañana, el Jueves Santo, a la Iglesia de Belén, a la calle de las tres cruces, donde vive nuestra Madre, LA VIRGEN DE LOS DOLORES, a ver su cara bonita, joyero de lágrimas que parecen alentar con su brillo la flor difuminada de una sonrisa.
Esa cara bonita de la Virgen que parece que quiere alentarnos, que no sabemos si es que anima o es que llora, o hace las dos cosas a la vez. Esa cara bonita de la Virgen, que hace dos años me hizo escuchar de la boca de una viejecita de mi barrio el piropo más bonito, más hermoso que he oído en mi vida: “Madre mía de los Dolores, cada día estás más guapa...” ¿Que esto es sentimentalismo? ¿Que esto es sensiblería? Por el amor de Dios, que esto es FE, SENCILLAMENTE FE, que es cariño contenido en el alma, que esa Imagen es la única ocasión, el único medio que a veces tiene el pueblo sencillo ante los ojos para decirle a la Madre de Dios, que la quiere, aunque se lo diga con gracejo, que para eso estamos en tierra de gracia de todas clases...
Y vamos ya, que salga la procesión, que ya vienen los del Consuelo a darse el abrazo de hermanos con los Servitas, que hay que hacer el “encuentro”, como si fuera el mismo de la calle de la Amargura, que hay que hacer el “encuentro” de la Virgen y el Cristo en la calle de las Cruces...
Que salga la procesión, que ya están preparados los hermanacos, que ya están ahí los hortelanos, los granjeros de la Moraleda, los Campesinos y Matarifes, que han cambiado con prisas y con ilusión el traje nuevo por los trapitos de sacar la Virgen.
Que salga la procesión, que ya se ha rezado un PADRENUESTRO, para que todo salga bien; oración, Padrenuestro, de un modo especial, con una emoción especial, porque este año falta hermanos cofrades que se han muerto en la flor de la vida... Oración, Padrenuestro, hasta para que pedir con humildad que no llueva, que no se moje la Virgen, que no se moje el Señor...
Que se quiten los cerrojos, que se asomen las monjitas de Belén, alma de vírgenes con carita preocupada, que salga ya el Cristo de la COLUMNA y que salga al aire con emoción el primer requiebro, la primera saeta...
Crueles te han maltratao esos hombres malhechores, de tu gloria se han burlao; y después, fieras traidores de espinas te ha coronao... Qué has hecho tú, Padre mío, que vas sufriendo condena, siendo Tú, el mejor nacío, siendo Tú Madre tan buena por qué te llevan prendío...
Sacad al Señor Caído, Cristo, Señor del CONSUELO de Belén, que viene a verlo su Madre, la Virgen del CONSUELO de San Pedro...
Con el madero cargao sangrando por toas las venas ya sin fuerza y maltratao va ese Señor del Consuelo a morir crucificao. (popular)
Y que salga por fin, LA VIRGEN DE LOS DOLORES, sacadla al abrigo de su palio de ricos varales, regalo trocito a trocito, de familias antequeranas...
Vestida de rojo, llama encendida de amor de Madre, manto negro, como la oscuridad de su pena, puñal de corazón traspasado en su pecho... Manos entrelazadas y suplicantes, como aprisionando el dolor, el suyo y el nuestro, y un pañuelito para que sirva de relicario a las lágrimas que se le van cayendo ante lo que lleva delante, su Hijo atado, caído, maltratado...
Que salga la Virgen ya, en trono de claveles blancos, porque sale de Belén, que es alegría y hay que endulzar su dolor... Y dejadle, humildemente, entre el olor de las flores, esa ofrenda anual de cada Jueves Santo, sencilla, anónima, la ofrenda de esos espárragos que el bracero del campo le ha traído con traje nuevo, que son para su VIRGEN DE LOS DOLORES...
¡Arriba, Hermano Mayor!, que ya suena la música, que ya aplaude la gente, pero...
¿Se puede aplaudir, Señor, puede alegrarse el DOLOR? O es más cierto que el amor de aquellas gentes tan buenas quieren quitarle las penas a la Madre del Buen Dios... Dile, Madre, qué es dolor, díselo a toda Antequera. Ábrele tu corazón al enfermo, al despreciado, díselo Tú, que lo espera para aceptar con firmeza el dolor que lleva al lado. Dile que AMAR ES SUFRIR que es vivir para el hermano, que amar es pedir perdón porque somos perdonados. Que amar es sufrir callando, que es darse sin exigir, es consolar, es llorando, sonreír, en penas y sinsabores... Es, tu camino seguir, parecerse más a Tí, MI VIRGEN DE LOS DOLORES. (MS.)
Ya se han corrido las dos primeras vegas de la Semana Santa de Antequera. Prisas, emoción, angustias, encanto en los ojos, bulla en el corazón y... oración para que no pase nada. Despedida triunfal, saetas, aplauso emocionado, último encuentro de Vírgenes en la Plaza de San Pedro, lágrimas emocionadas que rubrican esa página tan antequerana y tan única del Jueves Santo... Ya se ha entregado a los hermanacos, como un rito solemne, el clavel reventón, en el que se queda un beso regado con sudores de vegas y seguro que con más de una lágrima mucho tiempo contenida...
En la mañana del Viernes Santo, hay que empezar otra vez. “Hay que subir a Jesús”, ”hay que bajar a la Paz”. Como un recorrido simbólico, juego de rivalidad amorosa, obligado para las buenas gentes de Antequera. Y empieza la comidilla, el susurro como cantarino por las empinadas cuestas... ¡Qué hermosa está la SOCORRILLA, no hay quien la iguale...!. ¡Qué preciosa y llena de majestad, LA PAZ...!
Que si las flores, que si el vestido, que si la cara, que si los palios. Piropos y plegarias, lo mismo son, porque salen del alma, juntitos, a la vez... Iglesias abarrotadas, familias enteras, caras de íntima satisfacción de sus cofrades que se emocionan al ver el cariño, rostros de gratitud porque se reconoce su obra de tantos días, de tantas noches...
La VIRGEN DEL SOCORRO inunda desde el Portichuelo, con su presencia, a toda Antequera. Allí está en la Cruz Blanca, en la Plaza de Santiago. Presencia mariana, amor de Madre, SOCORRO de Madre... Y en la puerta de su casa, de su Iglesia, allá en Jesús, en mosaico sencillo, el reclamo de un pueblo que la quiere..
“Desamparado me vi en la tierra y sin consuelo... Confiado rogué al Cielo y vuestro SOCORRO sentí ...”
Socorro de Antequera, Virgen bonita, de cara sonrosada, sonrojo de Virgen doncella, la llena de Gracia, de la de Dios, y ensalzada con la gracia y el salero de esta Antequera que le ha dejado ese nombre tan íntimo, tan familiar, SOCORRILLA, flor de poemas, de versos en libros antiguos y nuevos, flor de piropos de chicos y grandes, MI SOCORRILLA, como algo tan dulce, tan grande a la vez, que ha sido capaz, cómo no va a ser capaz si es la Madre de Dios, de cautivar a todos los corazones, de enamorar a toda Antequera.
Este pregonero, que tanto sabe del Socorro de esa Madre Bendita por propia experiencia, en mi propia vida, este pregonero no se resiste, perdonadme el abuso, para tener un recuerdo lleno de emocion hacia una persona, alma buena y sencilla, a la que guardo cariño especial... Dolorcitas, la santera de la Virgen, su vecina de toda la vida, bajo el mismo techo tantos años, compartiendo rezos con Ella, a su lado; constante, abnegada, servicial. Dolorcitas, que ahora sufre, casi está ciega, y que cuando se le habla de su Virgen siempre tiene la misma respuesta: ¡Qué buena mi Madre, MI SOCORRILLA...!
¡Qué buena nuestra Madre, antequeranos...! Socorro de María, Socorro de Antequera en Viernes Santo, que ha muerto Cristo-Hermano y no tenemos a donde ir por la vergüenza de la traición, por la amargura y la pena de lo que entre todos hemos hecho...
Socorro de Antequera, en Viernes Santo, en todos los días, allá arriba, para que todos la vean, para que todos La encuentren, para que todos Le pidan, para que todos Le recen...
Dicen que sólo en Agosto cuando te bajan al suelo a nuestra altura, Virgen Bendita, podemos besar tus manos, Mi Socorrilla... Y por qué no en Viernes Santo, cuando más lo necesita pudiera besar tus manos toda Antequera, pudiera besar tus manos, Mi Socorrilla... (MS.)
Que eres cristal de tus puertas que eres luz de sus esquinas que eres flor de sus jardines que eres senda de su vida...
Eres su escudo de gloria eres sangre de su herida, eres árbol de su sombra eres rosa de su espina eres perfume en su ambiente eres faro de su guía... (anónimo)
Eres la Puertas del Cielo salvación de almas sencillas. LA REINA DEL PORTICHUELO LA MADRE DE DIOS ¡MI SOCORRILLA¡ ( MS.)
Tenéis que permitidme, cofrades de la Paz, que haya dejado casi para el final la bellísima estampa de vuestra procesión. Tal vez os pueda parecer un capricho del pregonero. Os aseguro que no hay más motivo que el Evangelio mismo.
Ya se ha muerto el Hijo de Dios. EL DULCE NOMBRE, qué gran delicadeza, qué finura para con la Virgen, para que sufra menos. “DULCE NOMBRE DE JESÚS”. En el Calvario se quedó sola, con firmeza, LA SEÑORA DE LA PAZ. Descanse en paz, Tu Hijo, de parte de Antequera; descanse en Paz, Virgen Bendita, SEÑORA DE LA PAZ.
Tenías que ser la última. No has querido ocultarte enseguida en tu casa de Santo Domingo, después de tan corta, pero empinada vega de la cuesta. No has querido quedarte ya encerrada y esperas, qué maravilla, a que pasen los del SOCORRO para darles tu adiós, tu saludo de PAZ, SEÑORA DE LA PAZ. Y te esperas otro poquito para que las flores de tu trono y las luces de tu palio y el semblante sereno de tu cara, adornen y alumbren y animen esas otras flores y ese trono y esa cara de gozo con que están mirándote las gentes que se aferran a la citarilla de Santo Domingo para decirte, para gritarte ¡Guapa!, lanzarte besos, decirte amores, para endulzar tu pena, Virgen Buena, SEÑORA DE LA PAZ... No cierres tus manos, Virgen bendita. Que Antequera, al terminar su Pasión, cuando se apresura a llevar en Santo Entierro la imagen de Tu Hijo, Antequera, todos nosotros, necesitamos tu abrazo de Paz.
Paz vigilante, fecunda, esforzada, deseo de todos, necesidad de todos. Paz de amigos, paz de hermanos, paz del alma.
Cuesta de Santo Domingo, camino de la Virgen, camino para la Paz.
Iglesia de Santo Domingo, rosario de jaculatorias, de ofrenda de arte y amor de corazones de sus cofrades en todos los días, en todo el año... De parte de uno de ellos, anciano ya, cofrade cantor de tus bellezas, pregonero en versos de tus amores, Virgen de la Paz, de parte de D. Rafael de la Linde, al que la enfermedad le ha quitado el podértelo decir con su propia voz y que orgulloso yo le presto la mía, nuestra última oración:
Virgen de la Paz, Reina y Señora como paloma blanca vuela sobre estos hombres, que no Te olviden; llena de paz sus almas. Virgen bendita, Madre mía, que Antequera en Vos confía contemplando vuestra faz; y de hinojos te imploramos que sepamos ser hermanos y nos des tu dulce Paz.
Se acaba el Pregón. Es hora de dar las gracias. A TODOS. DE CORAZÓN. He pregonado la verdad, lo que sentía por Antequera y por nuestra Semana Santa. Y he intentado, responsablemente, anunciar a Antequera la Pasión de Cristo y lo que siente Antequera por esa Pasión. Con un lenguaje sencillo, el de mi pueblo y para el pueblo. Como un cofrade, porque no sabía hacerlo de otro modo. Ojalá lo haya conseguido.
Atrás se ha quedado la CRUZ de Cristo. Atrás, toda su Pasión. Ojalá que también toda TU PASIÓN, Antequera.
¿Y ya está? ¿Es posible que muerto un Dios, se acabe toda esperanza?. San Pablo tiene un mensaje: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”. Que los dolores de Cristo, los dolores de María, tienen un sentido, tiene un sentido su Pasión. Como lo tienen también tus dolores, como lo tiene también TU PASIÓN, Antequera, si así la has vivido. Que todo no se acaba con la muerte. Venga entonces LA RESURRECCIÓN.
Y aquí, otra vez Antequera, cristiana, redimida, perdonada.
Y aquí, otra vez, el alma de Antequera en su artista. Prodigioso el cartel de Semana Santa en su simbolismo.
Cofrades, penitentes: Habéis cambiado por su amor, que es Redención, que es gloria, que es resurrección.
Castillo, Santa María, firmeza en fe, de victoria, por su amor, por TU AMOR, Antequera, que eso es gloria, que es Resurrección.
Azucenas, tu escudo; pureza, transformación, savia de vida nueva, belleza de almas, POR TU AMOR, ANTEQUERA, que eso es gloria, nueva vida.
SOL que alumbra, Cristo Luz, Triunfante vencedor de la muerte, vencedor del mal, vida nueva, Resurrección.
¡Qué bien lo dice Antequera: “Abrid las puertas que entre el sol, que entre la gracia de Dios”!.
Antequera, POR SU AMOR, brille siempre tu amor, brille tu gracia, brille tu sol, brille el triunfo de Cristo Resucitado.
Que no apaguéis ese SOL, Cristo Resucitado. Esa será, Antequera, tu mayor gloria, TU RESURRECCIÓN.
Muchas gracias. |